Hoy, el Evangelio nos habla de la última venida del Hijo del
hombre. Se acerca el final del año litúrgico y la Iglesia nos presenta la
parusía, y al mismo tiempo quiere que pensemos en nuestras postrimerías:
muerte, juicio, infierno o cielo. El fin de un viaje condiciona su realización.
Si quieres ir al infierno, te podrás comportar de una manera determinada de
acuerdo con el término de tu viaje. Si escoges el cielo, habrás de ser
coherente con la Gloria que quieres conquistar. Siempre, libremente. Al infierno
no va nadie por la fuerza; ni al cielo, tampoco. Dios es justo y da a cada uno
lo que se ha ganado, ni más ni menos. No castiga ni premia arbitrariamente,
movido por simpatías o antipatías. Respeta nuestra libertad. Sin embargo, hay
que tener presente que al salir de este mundo la libertad ya no podrá escoger.
El árbol permanecerá tendido por el lado en que haya caído.
«Morir en pecado mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección» (Catecismo de la Iglesia n. 1033).
¿Te imaginas la grandiosidad del espectáculo? Los hombres y las mujeres de
todas las razas y de todos los tiempos, con nuestro cuerpo resucitado y nuestra
alma compareceremos delante de Jesucristo, que presidirá el acto con gran poder
y majestad. Vendrá a juzgarnos en presencia de todo el mundo. Si la entrada no
fuera gratuita, valdría la pena... Entonces se sabrá la verdad de todos
nuestros actos interiores y exteriores. Entonces veremos de quién son los
dineros, los hijos, los libros, los proyectos y las demás cosas: «No quedará
piedra sobre piedra que no sea derruida» (Lc 21,6). Día de alegría y de gloria
para unos; día de tristeza y de vergüenza para otros. Lo que no quieras que aparezca
públicamente, ahora te es posible eliminarlo con una confesión bien hecha. No
puedes improvisar un acto tan solemne y comprometedor. Jesús nos lo advierte:
«Mirad, no os dejéis engañar» (Lc 21,8). ¿Estás preparado ahora?
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (21,5-19):
En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado
que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes.
Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
Palabra del Señor
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes.
Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
Palabra del Señor
COMENTARIO.
Las Lecturas del Domingo pasado nos hablaban de nuestra
resurrección, haciéndonos reflexionar sobre lo que nos espera después de esta
vida terrena. Las Lecturas de hoy continúan esa línea y nos hablan de un
tema que interesa, pero que no nos gusta mucho: el Fin de los Tiempos y
la Segunda Venida de Cristo.
Las imágenes del Evangelio de hoy tal vez nos resultan un
poco incómodas ... hasta podrían darnos un poco de miedo. Pero notemos
que es el mismo Jesucristo quien nos las presenta, no para asustarnos, sino
para alertarnos, para que estemos siempre preparados.
Y la Iglesia, para recordarnos esa preparación tan
necesaria, nos presenta estos textos escatológicos en estos domingos con los
que concluye el Año Litúrgico, y continúa con ellos en los primeros domingos de
Adviento, con los que comienza en nuevo Año Litúrgico.
Sobre nuestra preparación, San Francisco de Sales recomienda
que vivamos cada día como si fuera el último día de nuestra vida. Así no
tendremos nada que temer cuando nos venga ese día. Y ese día nos puede
venir, bien porque morimos, o bien porque vuelve Jesucristo en gloria “para
juzgar a vivos y muertos”, tal como rezamos todos los Domingos en el Credo.
Al morir somos juzgados por el bien y el mal que hayamos hecho
durante nuestra vida. Es el Juicio Particular. Pero es en el Juicio
Final cuando conoceremos plenamente las consecuencias que hayan tenido nuestros
actos, buenos o malos.
La Segunda Venida del Señor no tiene que atemorizarnos, sino
que más bien debe llenarnos a todos de una gran esperanza. En primer
lugar, porque Cristo vendrá a poner las cosas en su lugar. En la vida
presente -y sobre todo en nuestro mundo actual- pareciera que el Mal venciera
sobre el Bien, pareciera que los que no viven de acuerdo a Dios están más
tranquilos... y hasta más felices. ¿Por qué parece que los malos siempre
triunfan?, se preguntan muchos.
Pero veamos la Primera Lectura del Profeta Malaquías (Mlq.
3, 19-20): al final a cada uno le tocará lo que haya merecido con
su conducta en esta vida. Dice el Profeta: “Ya viene el día del Señor
ardiente como un horno”. Para unos ese horno “los
consumirá como paja”. Pero para “los que temen al Señor, brillará el
Sol de Justicia y les traerá la salvación en sus rayos”. Es
decir, el día final para unos será de una manera y para otros será diferente,
todo dependiendo de cómo haya sido nuestra vida en la tierra.
En el trozo que hemos leído del Evangelio de San Lucas (Lc.
21, 5-19) se mezclan anuncios del fin del mundo con la caída de Jerusalén
y la destrucción del Templo –hechos que ya sucedieron 40 años después de la
muerte de Jesucristo.
Los Apóstoles le preguntan cuándo iban a suceder estas
cosas. Y el Señor les da algunas señales:
Primero les dice que vendrán muchos usurpando su nombre,
diciendo que son el Mesías. “No les hagan caso”, nos dice el
Señor. A veces se oye de alguno que se cree el Mesías y que enseña
doctrinas falsas y sumamente peligrosas. Por eso el Señor nos advierte
que no les hagamos caso.
Se refiere esta advertencia también a todas esas falsas
doctrinas que contradicen la Sagrada Escritura y la enseñanza de la Iglesia y
que se promueven por todos lados, para tratar de hacernos perder la Fe en la única
Verdad, que es Jesucristo.
Por eso tratan de disfrazarse como Mesías y de disfrazar sus
enseñanzas como si fueran cristianas. No les hagamos caso, porque
tratarán de debilitar nuestro amor por la Verdad, lo cual puede muy bien
llevarnos en última instancia a la condenación (cf. 2 Tes. 2,
9-11). Se va debilitando la fe al ir anexando mitos y teorías
falsas y heréticas, y terminamos por perderlo todo.
También nos habla el Señor de guerras y revoluciones, pero
nos advierte no dejarnos dominar por el pánico. Estas guerras y
revoluciones no son aún el fin.
También habla de grandes terremotos, epidemias, hambres, y señales prodigiosas y terribles en el cielo.
También habla de persecuciones religiosas; es decir, nos advierte que seremos perseguidos y hasta traicionados por miembros de nuestra propia familia. Y todo esto por el delito de seguirlo a El.
Pero si nos mantenemos fieles a El, a sus enseñanzas, a su
Voluntad ... si nos mantenemos firmes, conseguiremos la Vida
Eterna.
Volviendo a lo que nos dice el Profeta Malaquías en la
Primera Lectura: la Segunda Venida de Jesucristo será para aquéllos que
permanezcamos fieles hasta el final como “la Venida del Sol de Justicia
que nos traerá la salvación en sus rayos”.
Señales adicionales que completan el cuadro final aparecen
en otros textos de la Sagrada Escritura:
1.) El Evangelio habrá sido predicado en todo el mundo.
2.) La mayor parte de la humanidad habrá perdido la fe y estará imbuida en las cosas del mundo.
3.) La humanidad estará muy parecida a los días de Noé.
4.) Se manifestará el anti-Cristo, que con el poder de Satanás realizará prodigios con los que pretenderá engañar a toda la humanidad.
Otros textos nos hacen saber cómo volverá Jesucristo:
primeramente aparecerá en el cielo su señal -la Cruz-; vendrá acompañado de
Ángeles y aparecerá con gran poder y gloria. No así el impostor, el
anti-Cristo (cf. Hch. 1,11y Mt. 24, 30-31).
El final de este pasaje del Evangelio de San Lucas no
aparece en el texto de hoy, pero el Señor completa su discurso así: “Fíjense en
la higuera y en los demás árboles. Cuando ustedes ven los primeros
brotes, saben que está cerca el verano. Así también cuando vean las
señales que les dije, piensen que está cerca el Reino de Dios... Estén
alertas para que no les sorprenda este día... Por eso estén vigilando y orando
en todo tiempo, para que se les conceda escapar de todo lo que debe suceder”.
Oración y vigilancia es lo que nos pide el Señor.
Orar y actuar como si hoy -y todos los días- fueran el último día de nuestra
vida terrena.
San Pablo nos advierte en la Segunda Lectura (2 Tes. 3,
7-12) sobre el actuar, porque “algunos de ustedes viven como
holgazanes, sin hacer nada y, además, entrometiéndose en todo”. Esto
debe poner en guardia a los que pensando que el final de los tiempos pudiera
estar cerca, decidieran cruzarse de brazos y simplemente esperar. También
la advertencia sirve para cualquier holgazán que quiera vivir sin “ganarse
con sus propias manos la comida”.
En resumen: hay que trabajar como si nada fuera a
suceder. Y orar como si en cualquier momento pudiera llegarnos el final,
bien porque nos llegue el día de nuestra muerte, o porque llegue Cristo en su
Segunda Venida.
Ahora bien, lo importante no es saber el cómo. Lo
importante no es saber el cuándo. Lo importante es estar siempre
preparados. Lo importante es vivir cada día como si fuera el último día
de nuestra vida en la tierra.
El Salmo 97 nos lleva a regocijarnos con la venida
del Señor. “Alégrense todos los habitantes del mundo ... porque ya
viene el Señor a gobernar el orbe”. Y, por fin, la maldad no
seguirá triunfando, pues la norma será “la justicia y la rectitud”.
Fuentes:
Sagradas Escrituras
Homilias.org
Evangeli.org
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