
“Avia y un abbat sancto, servo del Criador
Don
La grey demostraba cual era el pastor”.

García, nuestro santo, nació en Bureba, entre Belorado y Briviresca en el lugar llamado Quintanilla, provincia de Burgos, hoy conocido con el sobre nombre de San García, a finales del siglo X o entrada del XI.
Vivió su infancia en dicho pueblo, donde fue educado cristianamente y recibió el llamamiento a la vida religiosa que muy pronto iba a seguir en la Orden benedictina. Y así, dejando la casa paterna, en su pueblo natal de Quintanilla, fue caminando hasta llegar al monasterio de San Pedro de Arlanza, ubicada a orillas del rio del mismo nombre.
Algo cansado por la caminata y acompañado por algunos familiares, se presentó al Padre Abad del Monasterio, quien después de las primeras impresiones le asignó una serie de ocupaciones dentro de las reglas de San Benito.
Una vez transcurrido el noviciado, San García había de vivir, en calidad de monje benedictino , cerca de cuarenta años. Su existencia se resumirá en estas palabras tan benedictinas: ora et labora, reza y trabaja.
Además de la oración litúrgica se les manda el trabajo, no por razones económicas, sino como medio de bondad de vida, para disciplinar esta y preparar el espíritu a la oración.

En el año 1039, al quedar vacante el puesto por la defunción del Abad, en votación secreta y por unanimidad de los 150 monjes, García, fue elegido Abad del Monasterio de Arlanza.
Su buen hacer como abad, sus conocimientos y buenas obras, fueron de conocimiento popular fuera de los muros del Monasterio. Tanto es así que fue nombrado consejero del primer rey de Castilla, Don Fernando I el Grande, y con él asistió a la batalla de Atapuerca en 1054.

En el terreno de lo místico y espiritual, hay que destacar entre otros, dos momentos importantes en la historia de nuestro San García Abad.
Hacia el año 1061, por revelación divina, García Abad, encuentra las reliquias de los cuerpos de tres santos: San Vicente y sus hermanos mártires Sabina y Cristeta, y los traslada al Monasterio de Arlanza. Lo cuenta Gonzalo de Berceo.
La santidad, como es sabido, no consiste en hacer milagros. Sin embargo, el pueblo fácilmente ve santidad donde hay milagros; y muchas veces asi suele suceder. Fue sobre el año 1044, se habían perdido las cosechas en Castilla. Por lo tanto, no había ni frutas ni vid….
Aquel Viernes Santo, el Abad García, se dispuso a bendecir el pan y el agua, lo único que disponían en el Monasterio, y ante el asombro de los 150 monjes, el agua se convirtió en vino.
Desde aquel día la confianza de los monjes en su tierno y compasivo abad no tuvo límites; y lo que aparentemente sólo remediaba una necesidad corporal, sirvió para ensanchar su corazón y ayudarles a correr los caminos , que llevan a la santidad.
El Bello Morir de un Santo.

Ya no pudo más, se le agotaron las energías y se retiró al lecho, de donde no volverá a levantarse.
A los pocos días recibía la visita del obispo de Burgos, Don Jimeno, amigo suyo y entre los sollozos de los monjes y tras darle un abrazo al Santo, dijo “ Padre García, amadísimo Padre, damos gracias a Dios, le damos gracias de que , al fin, triunfando de esta vida pasas al descanso de la gloria. No te olvidarás de nosotros al verte seguro, verdad? Padre?. Ruega mucho al Señor, pídele mucho por nosotros y por estos que son tus hijos, para que algún día nos encontremos todos juntos en el cielo; y entonces, para siempre, para siempre”.
Dicen que, como centella sobre cañaveral se extendió la noticia alarmante de que el abad Don García agonizaba. De los pueblos cercanos acudieron muchas gentes al monasterio en demanda de noticias y deseando contemplar por última vez el rostro bondadoso del caritativo agonizante.
Muchos lograron satisfacer sus deseos; otros llegaron tarde, porque el santo abad había fallecido en una mañana fría del otoño de 1073.
La gran obra de este insigne varón es Arlanza, el famoso monasterio de Arlanza. No lo fundó ni restauró él; pero esa abadía castellana a él le debe sus grandezas.
Cuando el alma del santo voló al cielo, allí quedó, su cuerpo, instrumento de maravillas y prenda de favores, allí quedó también su espíritu, espíritu elevado de santidad, cultura y civilización.
Fuentes:
Gonzalo de Berceo
Ángel Corbalán
Gracias ,por contar la vida de San Garcia Abad,no la conocía...
ResponderEliminarQue él nos bendiga y nos ilumine.
Gracias a tí, amiga Cristina, por seguirnos y rezar con nosotros.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y que Dios, nuestro Señor, te bendiga
Me han gustado las palabras comentario finales de la vida por su alusion a lo que tantas veces nos han repetido nuestros dos últimos Papas aquello de buscar y cultivar nuestras raices cristianas.
ResponderEliminarNo tenemos que ocultar y mucho menos avergonzarnos en Europa y particularmente en España de nuestras raices y civilización cristianas. Es para estar muy orgullosos de ellas.
¿Qué seria de un arbol al que se le mutilan sus raices? ¿lo hemos pensado bien, seamos o no creyentes? ¡Qué barbaridades tan gordas se están cometiendo en nombre de la diosa "progresía", "post-modernidad"... (diosas con pies de barro)!
Quiero agradecerles esta información sobre San García Abad. Para mí, que soy burgalés, ha sido hasta hoy, un santo desconocido.
ResponderEliminarSabia algunas cosas que contaban de mayores.
Muchas gracias por darnos a conocer tan grande y humilde santo burgalés.
Un fuerte abrazo
Alonso
Muy muy interesante la expandiré por facebook
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