«Proclama
mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador»
Hoy celebramos la solemnidad de la Asunción de Santa María
en cuerpo y alma a los cielos. «Hoy —dice san Bernardo— sube al cielo la Virgen
llena de gloria, y colma de gozo a los ciudadanos celestes». Y añadirá estas
preciosas palabras: «¡Qué regalo más hermoso envía hoy nuestra tierra al cielo!
Con este gesto maravilloso de amistad —que es dar y recibir— se funden lo
humano y lo divino, lo terreno y lo celeste, lo humilde y lo sublime. El fruto
más granado de la tierra está allí, de donde proceden los mejores regalos y los
dones de más valor. Encumbrada a las alturas, la Virgen Santa prodigará sus
dones a los hombres».
El primer don que te prodiga es la Palabra, que Ella supo guardar con tanta fidelidad en el corazón, y hacerla fructificar desde su profundo silencio acogedor. Con esta Palabra en su espacio interior, engendrando la Vida para los hombres en su vientre, «se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (Lc 1,39-40). La presencia de María expande la alegría: «Apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno» (Lc 1,44), exclama Isabel.
El primer don que te prodiga es la Palabra, que Ella supo guardar con tanta fidelidad en el corazón, y hacerla fructificar desde su profundo silencio acogedor. Con esta Palabra en su espacio interior, engendrando la Vida para los hombres en su vientre, «se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (Lc 1,39-40). La presencia de María expande la alegría: «Apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno» (Lc 1,44), exclama Isabel.
Sobre todo, nos hace el don de su alabanza, su misma alegría
hecha canto, su Magníficat: «Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi
espíritu se alegra en Dios mi Salvador...» (Lc 1,46-47). ¡Qué regalo más
hermoso nos devuelve hoy el cielo con el canto de María, hecho Palabra de Dios!
En este canto hallamos los indicios para aprender cómo se funden lo humano y lo
divino, lo terreno y lo celeste, y llegar a responder como Ella al regalo que
nos hace Dios en su Hijo, a través de su Santa Madre: para ser un regalo de
Dios para el mundo, y mañana un regalo de nuestra humanidad a Dios, siguiendo
el ejemplo de María, que nos precede en esta glorificación a la que estamos
destinados.
La
Fiesta de la Asunción de la Virgen María
La fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María, se
celebra en toda la Iglesia el 15 de agosto. Esta fiesta tiene un doble
objetivo: La feliz partida de María de esta vida y la asunción de su cuerpo al
cielo.
“En esta solemnidad de la Asunción contemplamos a María:
ella nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el
camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la amistad
con él, sino dejarnos iluminar y guiar por su Palabra; seguirlo cada día,
incluso en los momentos en que sentimos que nuestras cruces resultan pesadas.
María, el arca de la alianza que está en el santuario del cielo, nos indica con
claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la
comunión de alegría y de paz con Dios”. Homilía de Benedicto XVI (2010)
Oda a
la Asunción de la Virgen María
Al cielo vais, Señora,
y allá os reciben con alegre canto.
¡Oh quién pudiera ahora
asirse a vuestro manto
para subir con vos al monte santo!
De ángeles sois llevada
de quien servida sois desde la cuna,
de estrellas coronada:
¡Tal Reina habrá ninguna,
pues os calza los pies la blanca luna!
Volved los blancos ojos,
ave preciosa, sola humilde y nueva,
a este valle de abrojos,
que tales flores lleva,
do suspirando están los hijos de Eva.
Que, si con clara vista,
miráis las tristes almas desde el suelo,
con propiedad no vista,
las subiréis de un vuelo,
como piedra de imán al cielo, al cielo.
Amén
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