domingo, 5 de abril de 2020

«¿Eres tú el rey de los judíos?» (Domingo de Ramos)







Hoy se nos invita a contemplar el estilo de la realeza de Cristo salvador. Jesús es Rey, y —precisamente— en el último domingo del año litúrgico celebraremos a Nuestro Señor Jesucristo Rey del universo. Sí, Él es Rey, pero su reino es el «Reino de la verdad y la vida, el Reino de la santidad y la gracia, el Reino de la justicia, el amor y la paz» (Prefacio de la Solemnidad de Cristo Rey). ¡Realeza sorprendente! Los hombres, con nuestra mentalidad mundana, no estamos acostumbrados a eso.

Un Rey bueno, manso, que mira al bien de las almas: «Mi Reino no es de este mundo» (Jn 18,36). Él deja hacer. Con tono despectivo y de burla, «‘¿Eres tú el rey de los judíos?’. Jesús respondió: ‘Tú lo dices’» (Mt 27,11). Más burla todavía: Jesús es parangonado con Barrabás, y la ciudadanía ha de escoger la liberación de uno de los dos: «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?» (Mt 27,17). Y… ¡prefieren a Barrabás! (cf. Mt 27,21). Y… Jesús calla y se ofrece en holocausto por nosotros, ¡que le juzgamos!


                              




Cuando poco antes había llegado a Jerusalén, con entusiasmo y sencillez, «la gente, muy numerosa, extendió sus mantos por el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino. Y la gente que iba delante y detrás de él gritaba: ‘¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!’» (Mt 21,8-9). Pero, ahora, esos mismos gritan: «‘Que lo crucifiquen’. Pilato insistió: ‘Pues, ¿qué mal ha hecho?’. Pero ellos gritaban más fuerte: ‘¡Que lo crucifiquen!’» (Mt 27, 22-23). «‘¿A vuestro Rey voy a crucificar?’ Replicaron los sumos sacerdotes: ‘No tenemos más rey que el César’» (Jn 19,15).

Este Rey no se impone, se ofrece. Su realeza está impregnada de espíritu de servicio. «No viene para conquistar gloria, con pompa y fastuosidad: no discute ni alza la voz, no se hace sentir por las calles, sino que es manso y humilde (…). No echemos delante de Él ni ramas de olivo, ni tapices o vestidos; derramémonos nosotros mismos al máximo posible» (San Andrés de Creta, obispo).




COMENTARIO



                           




Con el Domingo de Ramos comienza la Semana Santa. En esta ocasión se recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén en medio de una multitud que lo aclamó como el Mesías.

Si bien este año las circunstancias son especiales por la pandemia del coronavirus COVID-19, el Domingo de Ramos se caracteriza por la bendición de las palmas, la procesión, la Misa y la lectura del relato de la Pasión durante la Eucaristía.

Además, se entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta celebración: la de Jerusalén y la de Roma.

En la tradición litúrgica de Jerusalén se recuerda el gesto profético de Jesús siendo aclamado al ingresar como Rey de Paz y el Mesías y después condenado para el cumplimiento de las profecías.


                        



El Evangelio de San Mateo narra que la gente alfombraba el camino por el que pasaría Cristo y gritaba: “Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en lo alto”.

Los fieles que participan en la procesión, tradición que data del siglo IV en Jerusalén, deben llevar en las manos ramos de palma, olivos u otros árboles, y entonar cantos adecuados. Los sacerdotes y los ministros, llevando también ramos, deben marchar delante del pueblo.

La bendición de los ramos y palmas tiene lugar antes de la procesión. También se debe instruir a los fieles cristianos a que conserven en sus casas, junto a las cruces o cuadros religiosos, los ramos bendecidos como recuerdo de la victoria pascual del Señor Jesús.

La segunda tradición litúrgica es la de Roma, la cual nos invita a entrar conscientemente en la Semana Santa de la Pasión gloriosa y amorosa de Cristo, anticipando la proclamación del misterio en el Evangelio de Mateo (26:14-27:66).

Para el bien espiritual de los fieles, conviene que se lea por entero la narración de la Pasión y que no se omitan las lecturas que la preceden. Terminada la lectura de la Pasión no debe omitirse la homilía.

Debido a la situación extraordinaria de la pandemia mundial del coronavirus, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó un decreto el 25 de marzo, donde se establece que los Obispos y los presbíteros de los países afectados por el Covid-19 celebren los ritos de la Semana Santa sin la presencia física del pueblo y “en un lugar adecuado, evitando la concelebración y omitiendo el saludo de paz”.


                                       




En cuanto a la celebración del Domingo de Ramos, se establece que “la Conmemoración de la Entrada del Señor en Jerusalén se celebre en el interior del edificio sagrado; en las iglesias catedrales se adopte la segunda forma prevista del Misal Romano; en las iglesias parroquiales y en los demás lugares, la tercera”.

En cuanto a las “expresiones de piedad popular y las procesiones” de la Semana Santa y del Triduo Pascual, se señaló que “podrán ser trasladadas a otros días convenientes”, como “por ejemplo, el 14 y 15 de septiembre”, a juicio del Obispo diocesano.

Además, el decreto indicó a las Conferencias Episcopales y cada una de las diócesis que “no dejen de ofrecer subsidios para ayudar en la oración familiar y personal” y que “los seminarios, las residencias sacerdotales, los monasterios y las comunidades religiosas también se atengan a las indicaciones del presente Decreto”.

Por ello, la Oficina de Prensa del Vaticano indicó que en el Domingo de Ramos, a realizarse hoy, 5 de abril, el Santo Padre celebraría la Santa Misa de la Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén, en el Altar de la Cátedra en la Basílica de San Pedro a las 11:00 a.m. (hora de Roma), pero sin la presencia física de los fieles. La celebración ha sido transmitida en vivo a través de las redes sociales de ACI Prensa y EWTN Español.















Fuentes; 
ACI Prensa

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nos interesa tus sugerencias