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lunes, 11 de julio de 2011

" Ora et Labora"...Hoy es San Benito , Patrón de Europa!!



Benito significa: "Bendecido".

En 1980 el Santo Padre Juan Pablo II nombró a San Benito como patrono de toda Europa, en el XV Centenario de su nacimiento, porque ha sido el santo que más influencia ha tenido quizás en ese continente, por medio de la Comunidad religiosa que fundó, y por medio de sus maravillosos escritos y sabias enseñanzas. Se puede decir con propiedad que la primera orden monástica de la Iglesia fue la de Benito de Nursia - San Benito -, fundada por éste a principios del siglo VI al sur de Italia , la primera familia benedictina que ha existido.


SU VIDA Y OBRA


San Benito nació en Nursia (Italia, cerca de Roma) en el año 480. De padres acomodados, fue enviado a Roma a estudiar filosofía y letras, y se nota que aprendió muy bien el idioma nacional (que era el latín) porque sus escritos están redactados en muy buen estilo.
Todos los datos de su biografía los tomamos de la Vida de San Benito, escrita por San Gregorio Magno, que fue monje de su comunidad benedictina.

SU PRIMERA HUIDA. La ciudad de Roma estaba habitada por una mezcla de cristianos fervorosos, cristianos relajados, paganos, ateos, bárbaros y toda clase de gentes de diversos países y de variadas creencias, y el ambiente, especialmente el de la juventud, era espantosamente relajado. Así que Benito se dio cuenta de que si permanecía allá en medio de esa sociedad tan dañada, iba a llegar a ser un tremendo corrompido. Y sabía muy bien que en la lucha contra el pecado y la corrupción resultan vencedores los que en apariencia son "cobardes", o sea, los que huyen de las ocasiones y se alejan de las personas malvadas. Por eso huyó de la ciudad y se fue a un pueblecito alejado, a rezar, meditar y hacer penitencia.

PEQUEÑO PERCANCE. Segunda huida. Pero sucedió que en el pueblo a donde llegó, obtuvo un milagro sin quererlo. Vio a una pobre mujer llorando porque se le había partido un precioso jarrón que era ajeno. Benito rezó y le dio la bendición, y el jarrón volvió a quedar como si nada le hubiera pasado. Esto conmovió mucho a las gentes del pueblo y empezaron a venerarlo como un santo. Entonces tuvo que salir huyendo hacia más lejos.

SUBIACO. Principios heroicos. Se fue hacia una región totalmente deshabitada y en un sitio llamado "Subiaco"(que significa: debajo del lago, porque había allí cuevas debajo del agua) se retiró a vivir en una roca, rodeada de malezas y de espinos, y a donde era dificilísimo subir. Un monje que vivía por los alrededores lo instruyó acerca de cómo ser un buen religioso y le llevaba un pan cada día, el cual amarraba a un cable, que Benito tiraba desde arriba. Su barba y su cabellera crecieron de tal manera y su piel se volvió tan morena en aquella roca, que un día unos pastores que buscaban unas cabras, al encontrarlo, creyeron que era una fiera. Más luego al oírle hablar, se quedaron maravillados de los buenos consejos que sabía dar. Contaron la noticia y mucha gente empezó a visitarlo para pedirle que les aconsejara y enseñara.

SUPERIOR CONTRA SU VOLUNTAD.

Y sucedió que otros hombres, cansados de la corrupción de la ciudad, se fueron a estos sitios deshabitados a rezar y a hacer penitencia, y al darse cuenta de la gran santidad de Benito, aunque él era más joven que los otros, le rogaron que se hiciera superior de todos ellos.
El santo no quería porque sabía que varios de ellos eran gente difícil de gobernar y porque personalmente era muy exigente con los que querían llegar a la santidad y sospechaba que no le iban a hacer caso. Pero tanto le rogaron que al fin aceptó el cargo de superior.
Con todos ellos fundó allí 12 pequeños conventos de religiosos, cada uno con un superior o abad. El tenía la dirección general de todo.


PRIMER ATENTADO. Cuando algunos de aquellos hombres se dieron cuenta de que Benito como superior era exigente y no permitía "vivir prendiéndole un vela a Dios y otra al diablo", que no permitía vivir en esa vida de retiro tan viciosamente como si se viviera en el mundo, dispusieron deshacerse de él y matarlo. Y echaron un fuerte veneno en la copa de vino que él se iba a tomar. Pero el santo dio una bendición a la copa, y esta saltó por los aires hecha mil pedazos. Entonces se dio cuenta de que su vida corría peligro entre aquellos hombres, y renunció a su cargo, se alejó de allí.

TERRIBLES TENTACIONES. Al joven Benito le llegaron espantosas tentaciones impuras. A su imaginación se le presentaban escenas más corruptas y le llegaba el recuerdo de cierta mujer que él había visto hacía tiempo y sentía toda la fuerza de la pasión. Rezaba y pedía ayudas al cielo, y al fin cuando sintió que ya iba a consentir, se lanzó contra un matorral lleno de punzantes espinas y se revolcó allí hasta que todo su cuerpo quedó herido y lastimado. Así, mediante esas heridas corporales logró curar las heridas de su alma, y la tentación impura se alejó de él.

SU FUNDACIÓN MÁS FAMOSA.

Con unos discípulos que le habían sido siempre fieles (San Mauro, San Plácido y otros) se dirigió hacia un monte escarpado, llamado Monte Casino. Allá iba a fundar su famosísima Comunidad de Benedictinos. Su monasterio de Monte Casino ha sido famoso durante muchos siglos.
En el año 530, después de ayunar y rezar por 40 días, empezó la construcción del convento, en la cima del Monte. En ese sitio había un templo pagano, dedicado a Apolo; lo hizo derribar y en su lugar construyó una capilla católica. Luego con sus discípulos fue evangelizando a todos los paganos que vivían en los alrededores, y enseguida sí empezó a levantar el edificio, del cual por tantos siglos han salido santos misioneros a llevar la santidad a pueblos y naciones.

MILAGROS A MONTÓN.
San Gregorio en su biografía de San Benito, narra muchos hechos interesantes de entre los cuales vamos a recordar algunos.

EL MUCHACHO QUE NO SABÍA NADAR. El joven Plácido cayó en un profundo lago y se estaba ahogando. San Benito mandó a su discípulo preferido Mauro: "Láncese al agua y sálvelo". Mauro se lanzó enseguida y logró sacarlo sano y salvo hasta la orilla. Y al salir del profundo lago se acordó de que había logrado atravesar esas aguas sin saber nadar. La obediencia al santo le había permitido hacer aquel salvamento milagroso.

EL EDIFICIO QUE SE CAE. Estando construyendo el monasterio, se vino abajo una enorme pared y sepultó a uno de los discípulos de San Benito. Este se puso a rezar y mandó a los otros monjes que removieran los escombros, y debajo de todo apareció el monje sepultado, sano y sin heridas, como si hubiera simplemente despertado de un sueño.

LA PIEDRA QUE NO SE MOVÍA. Estaban sus religiosos constructores tratando de quitar una inmensa piedra, pero esta no se dejaba ni siquiera mover un centímetro. Entonces el santo le envió una bendición, y enseguida la pudieron mover de allí como si no pesara nada. Por eso desde hace siglos cuando la gente tiene algún grave problema en su casa que no logra alejar, consigue una medalla de San Benito y le reza con fe, y obtiene prodigios. Es que este varón de Dios tiene mucho influjo ante Nuestro Señor.

EL DISFRAZADO. El terrible rey Totila, pagano, estaba invadiendo a Italia, y oyó ponderar la santidad del famoso fundador. Entonces mandó al jefe de su guardia que se vistiera de rey y fuera con los ministros, a presentarse ante el santo, como si él fuera Totila. San Benito, apenas lo vio le dijo: "Quítate esos vestidos de rey que no son los tuyos". El otro volvió a contarle al rey lo sucedido y este se fue a visitarlo con gran respeto. El venerable anciano le anunció que lograría apoderarse de Roma y de Sicilia, pero que poco después de llegar a esa isla moriría. Y así le sucedió, tal cual.

PANES QUE SE MULTIPLICAN.


Hubo una gran escasez en esa región y San Benito mandó repartir entre los pobres todo el pan que había en el convento. Solamente dejó cinco panes, y los monjes eran muchos. Al verlos aterrados ante este atrevimiento les dijo: "Ya verán que el Señor nos devolverá con la misma generosidad con la que hemos repartido". A la mañana siguiente, llegaron a las puertas del monasterio 200 bultos de harina, y nunca se supo quién los envió.

MUERTES ANUNCIADAS. Un día exclamó: "Se murió mi amigo el obispo de Cápua, porque vi que subía al cielo un bello globo luminoso". Al día siguiente vinieron a traer la noticia de la muerte del obispo. Otro día vio que salía volando hacia el cielo una blanquísima paloma y exclamó: "Seguramente se murió mi hermana Escolástica". Los monjes fueron a averiguar, y sí, en efecto acababa de morir tan santa mujer. El, que había anunciado la muerte de otros, supo también que se aproximaba su propia muerte y mandó a unos religiosos a excavar en el suelo su sepultura. Duraron seis días haciéndola, y apenas la terminaron, empezó él a sentir las altísimas fiebres, y poco después murió.

UN DÍA EN LA VIDA DE SAN BENITO.

Se levantaba a las dos de la madrugada a rezar los salmos. Pasaba horas y horas rezando y meditando. Jamás comía carne. Dedicaba bastantes horas al trabajo manual, y logró que sus seguidores se convencieran de que el trabajo no es un rebajarse, sino un ser útil para la sociedad y un modo de imitar a Jesucristo que fue un gran trabajador, y hasta un método muy bueno para alejar tentaciones.

Ayunaba cada día, y su desayuno lo tomaba en las horas de la tarde. La mañana la pasaba sin comer ni beber. Atendía a todos los que le iban a hacer consultas espirituales, que eran muchos, y de vez en cuando se iba por los pueblos de los alrededores, con sus monjes a predicar y a tratar de convertir a los pecadores.

Su trato con todos era extremadamente amable y bien educado. Su presencia era venerable.

SU FAMOSO REGLAMENTO:


LA SANTA REGLA.

Inspirado por Dios, escribió nuestro santo un Reglamento para sus monjes que llamó "Santa Regla". Es un documento que se ha hecho famoso en todo el mundo, y en el cual se han basado los Reglamentos de todas las demás Comunidades religiosas en la Iglesia Católica. Allí recomienda ciertos detalles como estos:

• La primera virtud que necesita un religioso (después de la caridad) es la humildad.
• La casa de Dios es para rezar y no para charlar.
• Todo superior debe esforzarse por ser amable como un padre bondadoso.
• El ecónomo o el que administra el dinero no debe humillar a nadie.
• Nuestro lema debe ser: Trabajar y rezar.
• Cada uno debe esforzarse por ser exquisito y agradable en su trato.
• Cada comunidad debe ser como una buena familia donde todos se aman.
• Evite cada individuo todo lo que sea rústico y vulgar. Recuerde lo que decía San Ambrosio: "Portarse con nobleza es una gran virtud".

Y los que vivieron con él afirmaban que todo lo bueno que recomienda en su Santa Regla, lo practicaba él en su vida diaria. Con estos principios, su Comunidad de Benedictinos ha hecho inmenso bien en todo el mundo en 15 siglos.

MORIR DE PIE, COMO LOS ROBLES.

El 21 de marzo del año 543, estaba el santo en la Ceremonia del Jueves Santo, cuando se sintió morir. Se apoyó en los brazos de dos de sus discípulos, y elevando sus ojos hacia el cielo cumplió una vez más lo que tanto recomendaba a los que lo escuchaban: "Hay que tener un deseo inmenso de ir al cielo", y lanzando un suspiro como de quien obtiene aquello que tanto había anhelado, quedó muerto.

Dos de sus monjes estaban lejos de allí rezando, y de pronto vieron una luz esplendorosa que subía hacia los cielos y exclamaron: "Seguramente es nuestro Padre Benito, que ha volado a la eternidad". Era el momento preciso en el que moría el santo.



El ejemplo de San Benito: “Ora et labora”

(Juan Pablo II, Nursia, 23-3-1980)


"San Benito supo interpretar con perspicacia y de modo certero los signos de los tiempos de su época, cuando escribió su Regla en la que la unión de la oración y del trabajo llega a ser para los que la aceptan el principio de la aspiración a la eternidad: “Ora et labora, ora y trabaja”...Interpretando los signos de los tiempos, Benito vio que era necesario realizar el programa radical de la santidad evangélica...de una forma ordinaria, en las dimensiones de la vida cotidiana de todos los hombres. Era necesario que “lo heroico” llegara a ser lo normal, lo cotidiano, y que lo normal y lo cotidiano llegue a ser heroico. De este modo, como padre de los monjes, legislador de la vida monástica en Occidente, llegó a ser también pionero de una nueva civilización. Por todas partes donde el trabajo humano condicionaba el desarrollo de la cultura, de la economía, de la vida social, añadía Benito el programa benedictino de la evangelización que unía el trabajo a la oración y la oración al trabajo...

En nuestra época, San Benito es el patrón de Europa. No lo es únicamente por sus méritos particulares de cara a este continente, su historia y su civilización. Lo es también en consideración a la nueva actualidad de su figura de cara a la Europa contemporánea. Se puede desligar el trabajo de la oración y hacer de él la única dimensión de la existencia humana. La época actual tiene esta tendencia... Se tiene la impresión de una prioridad de la economía sobre la moral, de una prioridad de lo material sobre lo espiritual. Por una parte, la orientación casi exclusiva hacia el consumo de bienes materiales quita a la vida humana su sentido más profundo. Por otra parte, en muchos casos, el trabajo ha llegado a ser un peso alienante para el hombre...y casi contra su propia voluntad, el trabajo se ha separado de la oración, quitando a la vida humana su dimensión trascendente...

No se puede vivir de cara al futuro sin comprender que el sentido de la vida es más grande que lo material y pasajero, que este sentido está por encima de este mundo. Si la sociedad y las personas de nuestro continente han perdido el interés por este sentido, tienen que recobrarlo... Si mi predecesor Pablo VI llamó a San Benito de Nursia patrón de Europa, es porque podía ayudar a este respecto a la Iglesia y a las naciones de Europa.".




ORACIÓN PARA PEDIR SU PROTECCIÓN


Santísimo confesor del Señor: Padre y jefe de los monjes, intercede por nuestra santidad, por nuestra salud de alma, cuerpo y mente.
Destierra de nuestra vida, de nuestra casa, las asechanzas del espiritu maligno .
Libranos de herejias funestas , de las malas lenguas y de toda clase de hechicerias.
Pidele al Señor, que remedie nuestras necesidades espirituales, y corporales.
Piídele también para que la santa Iglesia Catolica tenga progreso;
y para que mi alma no muera en pecado mortal,
para que así confiada en Tu poderosa intercesion,
pueda algun dia en el cielo, cantar las eternas alabanzas.
Amén.









Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Católico
Vidas jmplares
Ángel Corbalán

domingo, 1 de mayo de 2011

"Paz a vosotros"..."No tengais miedo". Hoy, un día especial.


Aterrados por la ejecución de Jesús, los discípulos se refugian en una casa conocida. De nuevo están reunidos, pero ya no está Jesús con ellos. En la comunidad hay un vacío que nadie puede llenar. Les falta Jesús. No pueden escuchar sus palabras llenas de fuego. No pueden verlo bendiciendo con ternura a los desgraciados. ¿A quién seguirán ahora?

Está anocheciendo en Jerusalén y también en su corazón. Nadie los puede consolar de su tristeza. Poco a poco, el miedo se va apoderando de todos, pero no le tienen a Jesús para que fortalezca su ánimo. Lo único que les da cierta seguridad es «cerrar las puertas». Ya nadie piensa en salir por los caminos a anunciar el reino de Dios y curar la vida. Sin Jesús, ¿cómo van a contagiar su Buena Noticia?

El evangelista Juan describe de manera insuperable la transformación que se produce en los discípulos cuando Jesús, lleno de vida, se hace presente en medio de ellos. El Resucitado está de nuevo en el centro de su comunidad de seguidores. Así ha de ser para siempre. Con él todo es posible: liberarse del miedo, abrir las puertas y poner en marcha la evangelización.

Según el relato, lo primero que infunde Jesús a su comunidad es su paz. Ningún reproche por haberlo abandonado, ninguna queja ni reprobación. Sólo paz y alegría. Los discípulos sienten su aliento creador. Todo comienza de nuevo. Impulsados por su Espíritu, seguirán colaborando a lo largo de los siglos en el mismo proyecto salvador que el Padre encomendó a Jesús.

Lo que necesita hoy la Iglesia no es sólo reformas religiosas y llamadas a la comunión. Necesitamos experimentar en nuestras comunidades un "nuevo inicio" a partir de la presencia viva de Jesús en medio de nosotros. Sólo él ha de ocupar el centro de la Iglesia. Sólo él puede impulsar la comunión. Sólo él puede renovar nuestros corazones.

No bastan nuestros esfuerzos y trabajos. Es Jesús quien puede desencadenar el cambio de horizonte, la liberación del miedo y los recelos, el clima nuevo de paz y serenidad que tanto necesitamos para abrir las puertas y ser capaces de compartir el Evangelio con los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Pero hemos de aprender a acoger con fe su presencia en medio de nosotros. Cuando Jesús vuelve a presentarse a los ocho días, el narrador nos dice que todavía las puertas siguen cerradas. No es sólo Tomás quien ha de aprender a creer con confianza en el Resucitado. También los demás discípulos han de ir superando poco a poco las dudas y miedos que todavía les hacen vivir con las puertas cerradas a la evangelización.



"Hemos visto al Señor"


1.-Hoy vemos al Señor

Ojalá sintiéramos nosotros, ahora, que la escena se repite. Como el día de la Resurrección con sus discípulos: Cristo se planta en medio de nosotros, nos habla, nos da su paz y nos envía a ser sus testigos. Ya nos lo había dicho Jesús: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos”. Dios está aquí, en nuestra Eucaristía dominical.
Hoy es domingo. Le gusta recordarlo al evangelista: “Al anochecer del primer día de la semana”, “A los ocho días”. Desde aquel día, cada domingo, evocamos a Cristo resucitado. Una larguísima cadena de domingos hasta hoy. Es le herencia que hemos recibido, y queremos ser fieles. Cada domingo, la Misa es nuestra primera cita. “Que no nos quiten la Eucaristía del domingo; preferimos morir”, insistían aquellos mártires africanos.

2.- Palabra

La Palabra de Dios sigue mirando al Cristo resucitado. Él siempre inicia la jugada, toma la iniciativa y sale al encuentro de los suyos. Qué cambio, tan rápido y tan profundo, se establece en los discípulos. Estaban muertos de miedo; hasta habían cerrado las puertas a cal y canto. Entra Jesús, y la escena se ilumina: les habla con cariño, les muestra sus heridas, ya gloriosas, les “alienta” (“exhaló su aliento sobre ellos”). Y, de repente, por arte de Dios, se transfiguran en hombres resucitados. Qué bien lo dibuja San Juan:
Resucitados en la paz: “Paz a vosotros”. Resucitados por la alegría: “Se llenaron de alegría”. Resucitados para ser testigos: “Como el Padre me ha enviado, os envío yo”. Resucitados por el Espíritu de Dios: “Recibid el Espíritu Santo”. Resucitados por el perdón: “Aquellos a quienes perdonéis quedarán perdonados”. Resucitados, llenos de vida: “Para que, creyendo, tengáis vida”. Es decir, todo aquello que les había prometido, días antes, en la Última Cena.
No estaba Tomás el primer día. Aparece a los ocho días. Su fe empieza vacilante y termina esplendorosa. Había estado fuera de su grupo, de su comunidad. Y, cuando regresa, adopta un tono chulesco: “Si no veo la señal de los clavos, no creo”. Pero pronto la bondad de los hermanos y la pedagogía de Jesús le dan la vuelta. Ningún reproche ni queja. Sus compañeros, en lugar de una reprimenda -“¿Dónde habrás estado tú?”-, le dan la buena noticia: “Hemos visto al Señor”; son todo misericordia. Y Jesús, más que afearle su incredulidad, invita a Tomás a que, tal como este quería, vea y toque sus llagas. Al fin, -no podía ser de otra manera- el discípulo díscolo se rinde al Maestro: “Señor mío y Dios mío”. Fácil a la duda, fácil a creer.

3.- Vida

¿Quién de nosotros no necesita esta presencia del Resucitado en su vida? Sólo él puede cambiarnos, hacernos más buenos, más llenos de confianza en él. Si él está junto a nosotros, también nos tocará su paz, su alegría, su Espíritu, su perdón. Si él está con nosotros, también nosotros seremos hombres resucitados. Que la gente note en nuestra vida que seguimos al Resucitado. Que no nos vean agresivos, tristes, pesimistas.
Aprendamos de Jesús y sus discípulos. El aire de caridad y clemencia de todos con Tomás, el incrédulo, puede, también hoy, hacer milagros. Cuántos hombres y mujeres “quieren tocar”, van buscando la verdad de sus vidas, están llenos de porqués. Son corazones sinceros que, al fin, se rinden ante el misterio de Dios. La responsabilidad de nosotros, los creyentes, es muy grande. La arrogancia, la teología del “no”, la dureza de corazón, la palabra juzgadora no podrán nunca llevar a los hombres a Dios.

En definitiva, tenemos claro que nuestro criterio y norma de vida solamente puede ser Jesús. Jesús crucificado y resucitado. La estrategia de “cerrar las puertas”, y obrar desde el miedo o estar a la defensiva, desemboca en la amargura y en la esterilidad. En esta hora, la Iglesia necesita el “aliento” pascual de Jesús: más ánimos, más esperanza, más audacia. Abrir, y no “cerrar puertas por miedo”. En el corazón de Dios no cabe la muerte, sólo la vida.
Y porque hoy comenzamos el Mes de Mayo, dedicado a María Madre, porque es el “Día de la Madre”, junto a Jesús sentimos a la Madre del Resucitado.
Igual que nuestros mayores, en el momento de la Consagración, repetiremos la invocación del apóstol: “Señor mío y Dios mío”. Y, al volver a nuestra vida cotidiana, podremos exclamar, como los discípulos: “Hemos visto al Señor”.


Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31):


Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espiritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.


Palabra del Señor


COMENTARIO.

Hoy es el domingo de la Divina Misericordia, decretado por La Congregación del Culto Divino el 23 de Mayo del 2.000, por indicación de Juan Pablo II: «La Fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: Dios es Misericordioso y nos ama a todos... "y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia" (Diario, 723). En este mensaje, que Nuestro Señor nos ha hecho llegar por medio de Santa Faustina Kowalska, se nos pide que tengamos plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos siempre misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y oraciones... "porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil" (Diario, 742).»


Estamos en el II Domingo de Pascua, celebrando la resurrección de Jesús. En un estudio socio-religioso que se hizo en la diócesis, hace casi 30 años, se veía que había más cristianos, un 95%, que creyentes en la resurrección, un 60%. Es difícil aceptar la resurrección en la vida concreta. La celebración de hoy nos viene a decir que es difícil creer en la resurrección fuera de la comunidad cristiana.

El evangelio nos dice: "Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos". Los discípulos estaban reunidos y se les aparece Jesús y les dice: "Paz a vosotros. Como el padre me ha enviado, así os envío yo". La misión de la Iglesia empieza después de la resurrección. Si Cristo no hubiera resucitado los apóstoles se habrían quedado encerrados, con miedo, y no habrían predicado el Evangelio. En el envío que hace Jesucristo les da el Espíritu Santo, para que les acompañe en la misión, y el poder de perdonar los pecados.


Dice después el evangelio que: "Tomás no estaba con ellos cuando vino Jesús". Un dato que se presenta como el motivo de la incredulidad de Tomás. Un dato interesante que nos viene a decir que separado de la comunidad uno no puede creer en la resurrección, en Dios. ¡Cuánta gente hay que quiere vivir su fe por libre, sin tener una relación con la comunidad, con la iglesia!

Continúa el evangelio diciendo: "A los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos". El cambio es notorio, ahora Tomás está con la comunidad y así si puede reconocer al Señor: "Señor mío y Dios mío".

El papel de la comunidad cristiana, como grupo de referencia para vivir la fe, es imprescindible. Fijaos como presenta el libro de los Hechos la primera comunidad cristiana, en una descripción seguramente idealizada:


Eran constantes en escuchar las enseñanzas de los apóstoles.


Eran constantes en celebrar la fracción del pan.


Vivían todos unidos y lo tenían todo en común.


Destaca tres dimensiones: la evangelización (las enseñanzas de los apóstoles), la liturgia (la fracción del pan) y la caridad (vivían unidos). Tres dimensiones que intentamos vivir en la Iglesia en cada comunidad concreta: tenemos catequesis para llevar adelante las enseñanzas de los apóstoles; tenemos celebraciones de los sacramentos y tenemos la institución de Cáritas para que, en la medida de lo posible, no haya necesitados entre nosotros. Si la parroquia no tuviese presente estas tres dimensiones, fallaría su vivencia de la fe.

A nivel personal, en la vivencia de la fe, pasa lo mismo que en las primeras comunidades. La fe tiene estas tres dimensiones: escuchar las enseñanzas de los apóstoles (formación), celebrar la fe con la comunidad (fracción del pan) y vivir el compromiso de la fe (vivían unidos y lo tenían todo en común). Por eso si a nuestra fe personal le falta alguna de estas dimensiones, la fe se tambalea.

Hay quienes necesitan más formar su fe para tener una opción personal por seguir a Jesucristo, puesto que su fe es principalmente sociológica; es decir, tienen ciertas prácticas religiosas porque es una costumbre o una tradición.

Hay quienes necesitan más celebrar su fe en los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía, puesto que tienen cierta vivencia religiosa, pero se olvidan de venir por la Iglesia. Para que la fe no se tambalee necesita de la gracia recibida en los sacramentos.

Y hay quienes necesitan más comprometer su fe en la vida diaria, porque tienen una vivencia personal de la fe y celebran los sacramentos, pero no acaban de mostrar su fe en las circunstancias de su vida concreta.

Y todos estamos necesitados de encontrarnos con Cristo resucitado y experimentar su misericordia para poder llevar un amor semejante a los demás.

Que el Señor afiance nuestra fe en la resurrección y que aumente nuestro sentido de pertenencia a la comunidad cristiana.

















Fuentes:
Iluminación Divina
Conrado Bueno, cmf
José A. Pagola
Pedro Crespo Arias
Ángel Corbalán