
Ante el día 1 de Mayo. Festividad de San José Obrero y Día de los trabajadores
Mis queridos diocesanos:
Os escribo esta carta con gran dolor, temor y temblor en la festividad de San José Obrero y el día de los trabajadores, que celebramos el próximo día 1 de Mayo.
1. Gravísima situación económica y del paro

En nuestra sociedad actual existen muchas personas que padecen graves necesidades, que son más sangrantes en aquellas familias en las que falta el trabajo, que es el medio natural de adquirir recursos para la subsistencia , y que es un derecho fundamental de la persona.
2. La Iglesia se siente íntima y realmente solidaria
La Iglesia se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia, participa de los gozos y de los sufrimientos de la comunidad humana en la que vive inserta. Por ello no puede permanecer insensible a los grandes problemas humanos, como es este del tremendo azote del paro que tan gravemente afecta a nuestra sociedad: “la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo” (Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et spes, n. 1).
Nuestra Iglesia Diocesana tampoco puede permanecer ajena a este gran problema y, aunque compruebo con satisfacción que a través de las Parroquias, de Cáritas y de la Pastoral Obrera vamos prestando generosa ayuda a muchas familias en paro, estas atenciones se revelan a todas luces insuficientes.
3. Reconocimiento de la situación actual

Nos puede resultar estos números un dato más a los que estamos acostumbrados, pero sabemos que detrás de cada número hay una tragedia de cada persona. Hace unos días el “Colectivo de Parados de Cádiz 2010” me pidieron que los recibiera, y después de nuestra conversación pude comprobar los sentimientos, problemas e inquietudes de estas personas a las que ofrecí lo que buenamente la Iglesia pudiera hacer.
Considero que debemos cumplir nuestro deber de llamar, una vez más, a la solidaridad, y a despertar las conciencias para que la larga duración de la crisis económica y del paro no produzca un estado de insensibilidad. Debemos interpelar la responsabilidad de los que pueden crear empleo y no lo hacen. Hay que estimular, desde motivaciones humanas y cristianas, a invertir y a ayudar directamente a los más débiles. Es verdad que la situación actual es global y difícil, pero resignarse a que una parte de la humanidad carezca de manera crónica de trabajo, sería aceptar programáticamente la deshumanización de parte de la sociedad. El trabajo humaniza al hombre, como nos recordó el Papa Juan Pablo II en su Encíclica Laborem exercens (1981), y la carencia de trabajo degrada a la persona.
4. ¿Que hemos de hacer?

Se trataría de promover una adecuada toma de conciencia, principalmente por parte de la comunidad cristiana, con respecto al paro y sus implicaciones, que nos llevan a una actitud correcta de identificación y solidaridad evangélicas, tareas que encargo a los Secretariados Diocesanos de Pastoral Obrera, Justicia y Paz y Migraciones, entre otros.
Al mismo tiempo que pedimos a todos que apoyen y hagan efectivo su compromiso personal, os aconsejo especialmente el estudio y reflexión comunitaria de la Declaración de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, y que cada uno ponga su granito de arena.
5. Dimensión ética y crisis de solidaridad

Pero es también síntoma de una profunda crisis de dimensión ética: de una crisis de solidaridad. Y sería grave que consideremos inevitable o imposible de superar esta situación; que nos acostumbremos a vivir en esta realidad; que perdamos, incluso, la esperanza en un orden social y económico más justo y fraterno.
El paro es una realidad que nos interpela a todos sin excepción. Nadie puede ignorar la gravedad del problema; nadie puede limitarse a trasladar a otros la responsabilidad de este grave fenómeno; nadie debiera descansar en los demás el compromiso de promover y buscarle arreglos; y nadie debería huir de los sacrificios que su solución indudablemente exige a todos: viviendo más austeramente y renunciando a sueldos y ganancias escandalosamente cuantiosos. Pero especialmente ante esta realidad debemos sentirnos obligados los cristianos.
Permitidme, pues, que os recuerde y transmita la preocupación de la Iglesia Universal, y en particular del Papa Benedicto XVI, de los Obispos españoles y la mía propia, por la desgarradora situación de tantos hombres y mujeres, con sus familias, sin trabajo ni subsidio, privados de los más elementales recursos mientras en otros lugares, o incluso a su lado, otros malgastan lo que ellos necesitan.
Considero que hay que salir al frente de esta situación y promover un fondo de solidaridad económica y compromiso con los parados. Espero y os pido vuestra colaboración generosa en esta tarea común de concienciación, de participación social y de solidaridad económica en favor de los parados, convencido de cumplir así una ineludible responsabilidad como pastor de todos los miembros de nuestra comunidad diocesana, pero con especial preferencia por los más necesitados.
Podrá parecer que existe una insuperable desproporción y habrá que reconocer que en efecto así es, entre nuestras posibilidades y la magnitud del problema, pero aquí, como en otras ocasiones semejantes, se pone de manifiesto la significación más original de nuestra identificación cristiana, en calidad de nuestros compromisos y la aportación que nuestra esperanza cristiana puede prestar a la sociedad.
6. Llamada a la esperanza

Os envío este mensaje con motivo del 1 de Mayo, y os pido que elevemos una oración por los obreros que han muerto en los accidentes laborales, que Dios les tenga en el lugar de la luz y de la paz, que Dios ayude y consuele a sus familias y que sepamos poner los medios para que estas situaciones no se repitan.
Siguiendo el ejemplo del Señor Jesús, como ha declarado el Concilio Vaticano II, la Iglesia “se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia” (GS 1), y la Iglesia cumple su misión fundamentalmente siendo portadora del Evangelio a todo el mundo, un evangelio creador de solidaridad entre los hombres.
En el misterio de comunión y solidaridad de la Iglesia, María ocupa un puesto privilegiado. Hacia Ella, Estrella de la Evangelización y Madre de todas las gentes, elevamos los ojos. A Ella invocamos para que reavive en nuestra Iglesia de Cádiz y Ceuta, con motivo de esta festividad el espíritu y el compromiso por la lucha por la justicia y el mundo del trabajo.
Que San José Obrero y la Virgen de Nazaret, modelo de familia trabajadora, hagan que comencemos siempre de nuevo, sin desfallecer, en la lucha por la justicia en el mundo.
Reza por vosotros , os quiere y bendice,
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta
Cádiz, 22 de abril de 2010.
Fuentes:
Obispado Cádiz y Ceuta
Movimiento Familiar Cristiano Cádiz y Ceuta
Blog Parroquial
Ángel Corbalán.
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