domingo, 22 de mayo de 2016

«Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa» (Evangelio Dominical)





Hoy celebramos la solemnidad del misterio que está en el centro de nuestra fe, del cual todo procede y al cual todo vuelve. El misterio de la unidad de Dios y, a la vez, de su subsistencia en tres Personas iguales y distintas. Padre, Hijo y Espíritu Santo: la unidad en la comunión y la comunión en la unidad. Conviene que los cristianos, en este gran día, seamos conscientes de que este misterio está presente en nuestras vidas: desde el Bautismo —que recibimos en nombre de la Santísima Trinidad— hasta nuestra participación en la Eucaristía, que se hace para gloria del Padre, por su Hijo Jesucristo, gracias al Espíritu Santo. Y es la señal por la cual nos reconocemos como cristianos: la señal de la Cruz en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

La misión del Hijo, Jesucristo, consiste en la revelación de su Padre, del cual es la imagen perfecta, y en el don del Espíritu, también revelado por el Hijo. La lectura evangélica proclamada hoy nos lo muestra: el Hijo recibe todo del Padre en la perfecta unidad: «Todo lo que tiene el Padre es mío», y el Espíritu recibe lo que Él es, del Padre y del Hijo. Dice Jesús: «Por eso he dicho: ‘Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros’» (Jn 16,15). Y en otro pasaje de este mismo discurso (15,26): «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí».




Aprendamos de esto la gran y consoladora verdad: la Trinidad Santísima, lejos de ponerse aparte, distante e inaccesible, viene a nosotros, habita en nosotros y nos transforma en interlocutores suyos. Y esto por medio del Espíritu, quien así nos guía hasta la verdad completa (cf. Jn 16,13). La incomparable “dignidad del cristiano”, de la cual habla varias veces san León el Grande, es ésta: poseer en sí el misterio de Dios y, entonces, tener ya, desde esta tierra, la propia “ciudadanía” en el cielo (cf. Flp 3,20), es decir, en el seno de la Trinidad Santísima.


Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 12-15
            
               
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.


Palabra de Dios.



COMENTARIO.



Celebramos hoy la Solemnidad de la Santísima Trinidad: el misterio de un solo Dios en Tres Personas. Y las lecturas de hoy nos invitan a meditar sobre la esencia de Dios.

La Primera Lectura (Prov. 8, 22-31),tomada de uno de los llamados “libros sapienciales” de la Sagrada Escritura, el de los Proverbios, nos habla de la Sabiduría. Y al hablar de la Sabiduría se nos va mostrando en bellísima poesía el inmenso poder de Dios con frases como éstas: “jugando con el orbe de la tierra ... afianzaba los cielos ... colgaba las nubes en lo alto”.

Y es curioso apreciar cómo también esta poesía nos presenta la Sabiduría como si fuera un personaje, como si fuera una creatura de Dios: “El Señor me poseía desde el principio, antes que sus obras más antiguas ... Antes que las montañas y las colinas quedaran asentadas, nací yo”.


Sin embargo, en esta otra frase podemos intuir que la poesía bíblica señala a la Sabiduría como si fuera Dios mismo: “Quedé establecida desde la eternidad, desde el principio”. En efecto, en otro de los libros sapienciales, el de la Sabiduría, se nos dice que por la Sabiduría “los hombres se salvarán” (Sb. 9, 18). También: “la Sabiduría es una emanación pura de la gloria de Dios” (Sb. 8, 25).

Es importante notar que en este caso, como en otros cuantos, el lenguaje de la Biblia no es literal. Estas bellísimas metáforas que nos comunican con claridad, aunque en lenguaje poético, la idea de la magnificencia y del poder de Dios, no son lenguaje literal.

El cristiano reconoce en estas citas que la Sabiduría es una figura de Cristo, que es la imagen de la excelencia de Dios y reflejo de su actividad, porque Cristo es la Palabra -es decir, la expresión misma de Dios. (Jn. 1,1)


Siendo la Fiesta de la Santísima Trinidad, en el Evangelio (Jn. 16, 12-15) Jesús nos habla de sí mismo, y también del Padre y del Espíritu Santo. Habla de éste como el“Espíritu de Verdad”.

Y nos dice: “El los irá guiando hasta la verdad plena ... recibirá de Mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío ... tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”. Perfecta unión entre las Tres Personas, cuya Sabiduría es comunicada a nosotros.

Dicho en palabras de San Atanasio: “El Padre da a todos por el Hijo lo que el Espíritu Santo distribuye a cada uno”. Es decir: todo nos viene del Padre, por la gracia del Hijo, y todo es repartido por el Espíritu Santo.

De allí la frase de San Pablo (cf. 2 Cor. 13, 14) con que se inicia la Santa Misa: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos ustedes”.
                        


En la Segunda Lectura (Rm. 5, 1-5)también San Pablo nos explica el funcionamiento de la Santísima Trinidad para con nosotros. “Por mediación de nuestro Señor Jesucristo hemos obtenido la fe, la entrada al mundo de la Gracia ... Dios ha infundido su Amor en nuestros corazones, por medio del Espíritu Santo, que El mismo nos ha dado”.

Quiere decir esto que el Padre es Amor, el Hijo es la Gracia. El Espíritu Santo es la comunicación del Amor y la Gracia. Es decir, el Amor del Padre y la Gracia del Hijo nos son comunicadas por el Espíritu Santo, el cual las infunde en nuestros corazones. ¡Maravilla operacional del Dios Uno y Trino, del Dios Vivo y Verdadero!

Y si Dios es así, si Dios funciona así para con nosotros sus creaturas, y si Dios es todo Amor y todo Gracia ¿por qué nos empeñamos en desfigurar a Dios?
Veamos: Un dios que no ama es la antítesis de Dios, pues esencialmente “Dios es Amor” (1 Jn. 4, 16).

Sin embargo, algunos en nuestros días se están construyendo un “dios” a su manera, a su medida, a su antojo ... y, sin darse cuenta, se están construyendo un “dios” que no puede amar.

                                   


Piensan en un dios “nueva era”, que es un dios difuso, comparable a una especie de aerosol invisible inmenso, que es sólo “energía”. El problema es que una “energía”, por más grande que pueda ser, no es capaz de amar.

Para los católicos -y también para los demás cristianos- Dios es todopoderoso, infinitamente poderoso, pero no es una simple energía. Para nosotros Dios no es mera fuerza nebulizada: es un Ser, que conoce y que nos conoce a cada uno de nosotros en forma particular.

Es un Ser que se relaciona con nosotros, y nosotros con El. Es un Ser que ama, y nos ama a cada uno de manera especial, tan especial que nos ama a cada uno como si cada uno fuera único, porque cada una de sus creaturas es única para El.

Más aún, sabemos que Dios es un Ser tri-personal. De eso se trata el misterio de la Santísima Trinidad: Dios es uno, pero hay tres Personas en Dios.
Imposible de entender. Difícil de explicar. Aunque hay similitudes en nuestro mundo que nos ayudan a entender el concepto de Dios Uno y Trino: tres velas unidas en una sola llama, por ejemplo, nos dan una idea de la Trinidad. O el agua en estado sólido, líquido y gaseoso, son tres formas de una misma sustancia.

Nosotros creemos en personas, y cuando hablamos con Dios hablamos con Personas: o hablo con el Padre, o hablo con el Hijo, o hablo con el Espíritu Santo, o hablo con los Tres.


Y esas Tres Personas que son cada una el mismo y único Dios, se aman entre sí y nos aman a nosotros con un Amor que es Infinito, como Infinito es Dios.
Pero esas Tres Personas no están incluidas en el monigote de dios que se está creando esta civilización. ¿Cómo es ese monigote de dios?

Jesucristo, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, ni siquiera es considerado Dios. Es simplemente un profeta más, equiparado con Buda, Mahoma o Laotsé.

Los del New Age tienen la audacia de considerarlo un hombre que se dio cuenta que podía llegar a ser un dios. Para estos equivocados, Jesucristo no es el Dios-hecho-Hombre del Cristianismo, sino el hombre-hecho-dios que nos propone el post-modernismo, siguiendo la corriente panteísta, según la cual todo es dios y nosotros formamos parte de ese dios “spray”, por lo cual podemos pretender llegar nosotros también a ser dioses. ¡La tentación original: ser como dioses!

El Espíritu Santo ni siquiera aparece en este nuevo y errado concepto de Dios. Dentro de esta corriente, cuando se habla de “espíritu”, en nada se refiere a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, que nace del Amor del Padre y del Hijo y que comunica ese Amor a los seres humanos.
        


En fin, con este dios inventado no hay posibilidad de relacionarse, pues más bien se cree que todos formamos parte de esa “divinidad energética” a la que llaman dios.

Parece muy lindo el concepto de “formar parte” de dios. Pero al nosotros aparecer metidos dentro de esa “energía”, en esa pretendida unidad no hay distinción entre nosotros y ese “spray”. Y si no hay distinción entre nosotros y dios ¿cómo puede existir el amor?

Parece, incluso, que esa pretendida unidad de todos formando parte del dios energía, fuera lo mismo que la unión o comunión con el Dios único y verdadero que pregona el cristianismo y que, efectivamente, Dios nos ofrece. Pero es muy distinto.

En la verdad y realidad cristianas, Dios se da a los seres humanos y espera que nosotros nos demos a El. El nos comunica su Amor y desea que le amemos a El (por cierto, sobre todas las demás cosas y personas).


El nos ama para que nosotros le amemos y para que nos amemos entre nosotros con ese Amor con que El nos ama.

Pero en esa unión Dios sigue siendo Persona Divina y nosotros seguimos siendo personas humanas, diferenciadas de Dios y diferenciadas unas de las otras. ¿No es así?

Si amamos a Dios como El desea ser amado por nosotros y si nos amamos entre nosotros con ese amor con que Dios nos ama, estaremos unidos a Dios para toda la eternidad.


Pero aún en el más allá, cuando esa unión se dará a plenitud, y los que hayamos obrado bien estaremos resucitados en cuerpo y alma gloriosos en unión plena en Dios, Dios seguirá siendo Dios y nosotros seguiremos siendo nosotros.

Dios seguirá siendo Tres Personas y nosotros seguiremos siendo también personas. ¡Gracias a Dios que no seremos todos “spray”!


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