domingo, 29 de diciembre de 2013

La Sagrada Familia, un ejemplo familiar a seguir (Evangelio dominical)




“Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras viva”

Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia, que es modelo para nuestras familias. En el plan de Dios está que nuestras familias sean cada vez más parecidas a la de Nazaret. 

Y esto no es una frase bonita y ya está, es una realidad. Hoy la Iglesia, inspirada por el Espíritu Santo, nos presenta la Sagrada Familia para que la tengamos presente, la contemplemos, nos la imaginemos, y vayamos imitando su estilo de vida. 

Por eso decíamos en la oración colecta: “Dios, Padre nuestro, que has propuesto, a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo, concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor…”. ¡Para imitar, es preciso mirar, contemplar! 

Tener a la familia de Nazaret como referente nos puede ayudar en nuestro día a día. Pongo un par de ejemplos: 

El primero, si hay alguna dificultad familiar nos preguntamos: ¿y en la familia de Nazaret, cómo lo habrían solucionado?, ¿cómo lo habrían enfocado? 

Porque con esta pregunta tan sencillita, estamos poniendo a Dios en medio de la familia, en medio de la cuestión. Así nos desinstalamos de nuestras visiones y nos ponemos a mirar como mira Dios. 

Hace unas semanas en una actividad de jóvenes de Barcelona, escuché un testimonio muy bonito de un matrimonio joven: Decían: mientras nos intentamos imponer el uno al otro, la convivencia era un problema, uno hacia la derecha, el otro hacia la izquierda; uno hacia arriba, el otro hacia abajo. Este deseo de imponerse al otro, lo solucionamos cuando pusimos a Cristo en medio. “Ni tú, ni yo, ¿qué es lo que Cristo quiere?” Y, esto les ha ayudado mucho en su convivencia y en su vida cristiana. 

Este es el camino que, seguramente, vivieron María y José para superar las dificultades de la vida cotidiana: poner a Dios en medio, descubrir su voluntad, discernir sus planes. 

Y, este matrimonio, acababan diciendo: Muchas veces, curiosamente, la decisión final no era lo que ella proponía ni lo que él proponía, sino una tercera vía. 

Y es que es Dios quien conduce nuestras vidas. Lo vemos clarísimamente en el evangelio de hoy. Como Dios en sueños va guiando a José. Y como cada sueño, se supone un cambio de vida, una desinstalación, un empezar de nuevo, un rehacerlo todo. Dios conduce nuestras vidas, por tanto, nos hace falta esta disponibilidad. 

Disponibilidad a dejarse descolocar por Dios, para dejar que Él se cargue el guión que nosotros habíamos escrito, de nuestra vida. Y reconocer, maravillados, el toque genial, que sólo Dios puede dar a nuestra existencia. 


María en el anuncio del ángel Y José en la respuesta a los sueños, nos dan una gran lección de disponibilidad a los planes de Dios. 

Expongo el segundo ejemplo de la importancia de tener a la familia de Nazaret como referente para nuestro día a día: Es fácil imaginar la familia de Nazaret como un ámbito donde hay mucho diálogo, relación, convivencia, y en este clima familiar se da la comunicación de la fe. Es propio de la cultura de aquel tiempo, esta vida tranquila, donde hay mucho contacto familiar, donde se facilita la comunicación de valores, experiencias, de la fe. 

En cambio, hoy en día, las circunstancias hacen que no sea propio de la cultura de nuestros tiempos la tranquilidad y el contacto familiar. ¡Siempre vamos corriendo y siempre hemos de estar haciendo cosas! ¿Dónde queda la tranquilidad de la vida familiar? 

El Papa Francisco, tiene unas palabras muy acertadas (EG) hablando de la ruptura en la transmisión generacional de la fe cristiana, dice: “Algunas causas de esta ruptura, son: la falta de espacios de diálogo familiar,” (atención, la primera que nombra como causa de... es “la falta de espacios de diálogo familiar”, es necesario pensarlo, ¿Qué espacios de diálogo familiar de calidad tenemos?, ¿Qué espacios de diálogo padres-hijos? ¿Qué espacios de diálogo entre los esposos?. Pienso que nos hace falta apagar la tele, el ordenador, la wii, el móvil, y hablar... Sin diálogo de calidad no hay comunicación de valores, de experiencias de la fe. El Papa continúa nombrando otras causas de la ruptura en la comunicación de la fe) “la influencia de los medios de comunicación, el subjetivismo relativista, el consumismo desenfrenado..., la falta de acompañamiento pastoral a los más pobres, la ausencia de una acogida cordial en nuestras instituciones, y nuestra dificultad para recrear la adhesión mística de la fe en un escenario religioso plural.”.



Evangelio según san Mateo 2,13-15.19-23


"Coge al niño y a su madre y huye a Egipto"

Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo." José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: "Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto".
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: "Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño." Se levantó, cogió al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero, al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y, avisado en sueños, se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría Nazareno.


Palabra de Dios.


COMENTARIO.


UNA FAMILIA DE EMIGRANTES


1.-“No hay nación que tenga a sus dioses tan cercanos como Israel” dice la Escritura, y esto se cumple hasta lo inconcebible en Jesús, Nuestro Dios y Señor, nacido de una madre, María y educado en el seno de una familia llena de cariño. ¿Hay algo más semejante a nosotros? ¿Más cercano?

Los problemas que hoy salpican con sus olas a nuestras familias no perdonaron tampoco a la familia de Jesús. Su patria era un país dominado por un ejército extranjero siempre dispuesto a la dura represión cuando la creía necesaria. El gobierno del propio país estaba en las manos de Herodes, hombre injusto que no buscaba más que mantenerse en el poder.
El terrorismo estaba representado por los llamado zelotes, que asesinaban en las sombras de las estrechas calles de Jerusalén a los que arbitrariamente habían sentenciado a muerte. La religión estaba en poder de unas familias sacerdotales ambiciosas, que habían vaciado de sentido la religión y el culto a Dios mercantilizándolo y reduciéndolo todo a meras formas externas.

José ni fue un pequeño empresario, ni siquiera un obrero especializado, como nos lo han representado los pintores clásicos, era más bien quizás un manitas, pero sin trabajo fijo, y que por lo tanto no pocas veces estaría en el paro, pero sin subsidio, uno de esos que Jesús iba a describir reunidos en la plaza pública esperando que alguien los contrate.

El evangelio de hoy nos describe a la santa familia como una familia de emigrantes, que al fin tienen que regresar a la propia patria y empezar una vez más de nuevo. Hasta en el seno de la familia hubo incomprensiones. José y María no le entendían a Jesús en su proceder, y nos consta de la regañina que María, su madre, le echó en el templo, ¿por qué te has portado así con tu padre y conmigo”?


2.- Impresiona pensar que Jesús, la Sabiduría Divina, aprendió de María y José. De María tal vez aquello de la alegría de la vecina que encuentra la dracma perdida y viene a contarlo a las amigas.

–O lo de que no se debe poner un remiendo de paño nuevo a un manto viejo porque lo destroza.

–O aquello de que la luz hay que ponerla en alto para que ilumine la habitación.

De José, campesino avezado a mirar al cielo y a la naturaleza, aquello de las nubes que traen el agua, o los brotes que anuncian la primavera, o los lirios adornados por el Padre Dios, o los pajarillos a los que nunca falta de comer, o la maldad del alacrán que hay que mantener lejos del niño indefenso.

Jesús, como cada uno de nosotros aprendió de sus padres.

3.- ¿Qué mantuvo unida a esta familia en medio de unos problemas tan semejantes a los nuestros?



–Una fe ciega en un Padre Dios, que nunca les regaló cesta de Navidad ni juguetes de Reyes Magos, pero les mostró su camino y les dio fuerza y alegría para hacerlo.

–Un gran amor y respeto mutuo, que es por parte de los hijos reconocimiento agradecido a ese día a día de padre y madre que se afanan por ellos, y es por parte de los padres el tratar de hacer que los hijos aprendan a volar con sus propias alas, porque cada hijo tiene su camino, y si algún hijo despreciando el aprendizaje se lanza a volar antes de tiempo y se rompe una pata o un ala, que sepa tomar la propia responsabilidad sin echar la culpa a los padres que no tienen ninguna.


EL AMOR ES EL CEÑIDOR DE LA FAMILIA SANTA



1.- Referido a la Sagrada Familia esto aparece de forma evidente. Si San José no hubiera actuado por amor y con amor, habría repudiado a María antes de que el ángel le hablara en sueños. El amor de José a María se manifestó en forma de respeto, porque la amaba; en actitud de comprensión y generosidad, porque la amaba; en renunciar a su primer impulso de vanidad y orgullo herido, porque la amaba. El amor de José a María se manifestó también en forma de obediencia a Dios y de aceptar lo que le decía el ángel, porque el ángel era enviado por Dios y él amaba a Dios y se fiaba de Dios. El amor de María a José se manifestó en el silencio recatado, en la actitud amorosa, en el don de la devoción y de la entrega. 

El amor de María a Dios se manifestó en la obediencia y la disponibilidad, en medio de la ignorancia y del asombro. El amor de José a María y de María a José y el amor de José y María a Dios fue el ceñidor de la unión entre ambos; sin este amor el matrimonio de hubiera roto antes de haberse celebrado. Y el amor de los padres hacia el hijo y del hijo hacia los padres evitó una ruptura familiar temprana e irreparable. Porque el hijo les salió respondón y comenzó a ocuparse y preocuparse de las cosas de su Padre, sin previa consulta y aclaración ante los afligidos padres que le buscaban. Sí, fue el amor el auténtico ceñidor da la Sagrada Familia y ¡qué familia! Las familias actuales, nuestras familias, sólo se mantendrán unidas mientras vivan unidas por el amor. Si les falta el amor, a nuestras familias todo lo demás no les sirve de nada. El amor mutuo, claro, porque la familia es cosa de dos, o de más de dos, y si el amor no es mutuo la cuerda, la relación, se rompe. Desde siempre, los seres humanos hemos nacido y seguimos naciendo dentro de una familia; lo que está en crisis no es tanto la familia, sino la indisolubilidad de la familia. Para que una familia dure hace falta mucho amor, mucho amor mutuo, mucha capacidad de perdón, de generosidad y de entrega mutua, es decir, mucho amor cristiano. ¡Que el ejemplo de la Sagrada Familia anime a todas nuestras familias a construir su edificio familiar sobre el amor cristiano!

2.- Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto. La vida de la Sagrada Familia no fue una vida fácil, ni antes de tener que huir a Egipto, ni durante el tiempo que vivieron en Egipto, ni después de volver de Egipto. La Sagrada Familia fue una familia emigrante. La emigración no es un fenómeno moderno, pero sí es un fenómeno que va en aumento, porque los medios de comunicación son hoy más variados y fáciles de conseguir que antes, y porque la distancia económica y social entre los países más ricos y los países más pobres es abismal. Los cristianos tenemos que ser comprensivos y generosos con los emigrantes, ayudándoles en lo que podamos y como mejor podamos. La vida de los emigrantes, sobre todo en los primeros tiempos, es muy dura, y difícilmente podrán salir adelante sin la ayuda y la comprensión de los ciudadanos del país receptor. Con todo el mundo, pero sobre todo con los emigrantes, practiquemos las virtudes que San Pablo, en la lectura de este domingo, recomienda a los Colosenses: misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión… y, por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.


sábado, 28 de diciembre de 2013

Hoy celebramos la Festividad de Los Santos Inocentes!!


Los Santos Inocentes: De acuerdo a un relato del Evangelio de san Mateo (2, 13-13), el Rey Herodes mandó matar a los niños de Belén menores de dos años al verse burlado por los magos de Oriente que habían venido para saludar a un recién nacido de estirpe regia.

A partir del siglo IV, se estableció una fiesta para venerar a estos niños, muertos como "mártires" en sustitución de Jesús. La devoción hizo el resto. En la iconografía se les presenta como niños pequeños y de pecho, con coronas y palmas (alusión a su martirio). La tradición oriental los recuerda el 29 de diciembre; la latina, el 28 de diciembre. La tradición concibe su muerte como "bautismo de sangre" (Rm 6, 3) y preámbulo al "éxodo cristiano", semejante a la masacre de otros niños hebreos que hubo en Egipto antes de su salida de la esclavitud a la libertad de los hijos de Dios (Ex 3,10; Mt 2,13-14).    
En nuestro tiempo continúa la masacre de inocentes. Millones son masacrados por el aborto, millones más mueren abandonados al hambre... ¿Qué hacemos?. 



Como decíamos, hoy celebramos la fiesta de los Santos Inocentes, mártires. Metidos en las celebraciones de Navidad, no podemos ignorar el mensaje que la liturgia nos quiere transmitir para definir, todavía más, la Buena Nueva del nacimiento de Jesús, con dos acentos bien claros. En primer lugar, la predisposición de san José en el designio salvador de Dios, aceptando su voluntad. Y, a la vez, el mal, la injusticia que frecuentemente encontramos en nuestra vida, concretado en este caso en la muerte martirial de los niños Inocentes. Todo ello nos pide una actitud y una respuesta personal y social.

San José nos ofrece un testimonio bien claro de respuesta decidida ante la llamada de Dios. En él nos sentimos identificados cuando hemos de tomar decisiones en los momentos difíciles de nuestra vida y desde nuestra fe: «Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto» (Mt 2,14).


Nuestra fe en Dios implica a nuestra vida. Hace que nos levantemos, es decir, nos hace estar atentos a las cosas que pasan a nuestro alrededor, porque —frecuentemente— es el lugar donde Dios habla. Nos hace tomar al Niño con su madre, es decir, Dios se nos hace cercano, compañero de camino, reforzando nuestra fe, esperanza y caridad. Y nos hace salir de noche hacia Egipto, es decir, nos invita a no tener miedo ante nuestra propia vida, que con frecuencia se llena de noches difíciles de iluminar.

Estos niños mártires, hoy, también tienen nombres concretos en niños, jóvenes, parejas, personas mayores, inmigrantes, enfermos... que piden la respuesta de nuestra caridad. Así nos lo dice Juan Pablo II: «En efecto, son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan a la sensibilidad cristiana. Es la hora de una nueva imaginación de la caridad, que se despliegue no sólo en la eficacia de las ayudas prestadas, sino también en la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con el que sufre».

Que la luz nueva, clara y fuerte de Dios hecho Niño llene nuestras vidas y consolide nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Y en San José, vemos; Fe, Humildad, Obediencia y Entrega!! (Evangelio dominical)




Hoy, la liturgia de la Palabra nos invita a considerar y admirar la figura de san José, un hombre verdaderamente bueno. De María, la Madre de Dios, se ha dicho que era bendita entre todas las mujeres (cf. Lc 1,42). De José se ha escrito que era justo (cf. Mt 1,19).

Todos debemos a Dios Padre Creador nuestra identidad individual como personas hechas a su imagen y semejanza, con libertad real y radical. Y con la respuesta a esta libertad podemos dar gloria a Dios, como se merece o, también, hacer de nosotros algo no grato a los ojos de Dios.

No dudemos de que José, con su trabajo, con su compromiso en su entorno familiar y social se ganó el “Corazón” del Creador, considerándolo como hombre de confianza en la colaboración en la Redención humana por medio de su Hijo hecho hombre como nosotros.

Aprendamos, pues, de san José su fidelidad —probada ya desde el inicio— y su buen cumplimiento durante el resto de su vida, unida —estrechamente— a Jesús y a María.



Lo hacemos patrón e intercesor para todos los padres, biológicos o no, que en este mundo han de ayudar a sus hijos a dar una respuesta semejante a la de él. Lo hacemos patrón de la Iglesia, como entidad ligada, estrechamente, a su Hijo, y continuamos oyendo las palabras de María cuando encuentra al Niño Jesús que se había “perdido” en el Templo: «Tu padre y yo...» (Lc 2,48).

Con María, por tanto, Madre nuestra, encontramos a José como padre. Santa Teresa de Jesús dejó escrito: «Tomé por abogado y señor al glorioso san José, y encomendarme mucho a él (...). No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer».

Especialmente padre para aquellos que han oído la llamada del Señor a ocupar, por el ministerio sacerdotal, el lugar que les cede Jesucristo para sacar adelante su Iglesia. ¡San José glorioso!: protege a nuestras familias, protege a nuestras comunidades; protege a todos aquellos que oyen la llamada a la vocación sacerdotal... y que haya muchos.

Y como viene siendo habitual, traemos los comentarios de tres religiosos que nos hablan de Las Escrituras, en este IV Domingo de Adviento en nuestro idioma.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (1,18-24):

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.

Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

Palabra del Señor.


COMENTARIO.




Las Lecturas de este último Domingo antes de la Navidad nos invitan a ir considerando la ya inminente venida del Salvador, en su nacimiento en Belén.

La Primera Lectura (Is. 7, 10-14) nos habla del anuncio del Profeta Isaías en un momento particularmente difícil del pueblo de Israel.  El Rey Acaz no quiere obedecer al Profeta para enfrentar la situación en que se haya el pueblo:  “Pide a Yavé tu Dios una señal”,  le indica el Profeta.  Pero el Rey, dando una excusa aparentemente piadosa, prefiere continuar con la decisión que ya había tomado:  solicitar la ayuda de los Asirios para enfrentar al Reino del Norte.



Ante la desobediencia del Rey, el Profeta Isaías reprocha y responde:  Estos descendientes de David no les basta con cansar a los hombres, sino que ahora también quieren cansar a Dios.  Otro será el descendiente de David que traerá la salvación al pueblo:  el Mesías.  Pero ese descendiente nacerá en la pobreza (cf. Is. 7, 15).  Y la política absurda del Rey Acaz y sus sucesores va a traer la ruina total del país (cf.  Is. 16-17).

Como el Rey Acaz no quiso pedir una señal para saber los deseos de Yavé en esta coyuntura política, el Profeta anuncia que Dios sí dará una señal:  la venida del Mesías prometido desde el Génesis.

“El Señor mismo les dará una señal: He aquí que la Virgen concebirá  y dará a luz a un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros”.


Esa señal sucederá 700 años después del Rey Acaz y del Profeta Isaías.  Nos viene en el Evangelio de hoy (Mt. 1, 18-24), en el queSan Mateo confirma esta importantísima profecía de Isaías acerca de la concepción y el nacimiento del Mesías, al narrar cómo sucedió la venida de Jesucristo al mundo, y concluyendo que todo esto sucedió así precisamente “para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del Profeta Isaías”.

En general las Lecturas de hoy nos hacen ver la procedencia humana y la procedencia divina del Salvador.  Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre.  Así nos lo indica San Pablo en la Segunda Lectura (Rom. 1, 1-7):  “Jesucristo nació, en cuanto a su condición de hombre, del linaje de David, y en cuanto a su condición de espíritu santificador, se manifestó con todo su poder como Hijo de Dios, a partir de su resurrección de entre los muertos”.

Esta cita de San Pablo nos recuerda cómo se realiza el misterio de la salvación.  Con la Encarnación del Hijo de Dios en la Virgen  anunciada por Isaías, con su nacimiento en Belén, con su Vida, Pasión, y Muerte, culminando en su Resurrección gloriosa, se realiza el misterio de la salvación del género humano.  Y punto focal de ese ciclo de nuestra redención es precisamente la Natividad del Hijo de Dios que se había encarnado en el seno de María Virgen.

Todo un Dios se rebaja de su condición divina -sin perderla- para hacerse uno como nosotros y rescatarnos de la situación en que nos encontrábamos a raíz del pecado de nuestros primeros progenitores.  El viene a pagar nuestro rescate, y paga un altísimo precio:  su propia vida.  Pero para poder dar su vida por nosotros, lo primero que hace es venir a habitar en medio de nosotros, al nacer en Belén.

¡Qué maravilla el milagro de la Encarnación!  En Jesucristo se unen la naturaleza divina con la naturaleza humana, pero esto, sin que ninguna de las dos naturalezas perdiera una sola de sus propiedades.


Pensemos lo insondable que es la naturaleza divina:  Consiste ¡nada menos! en la plenitud infinita de todas las perfecciones.  ¡Eso es Dios!  Y ese Dios, esa Perfección Infinita se rebaja, se anonada para hacerse humano.  Pero en ese abajamiento no pierde su Perfección plena e Infinita.  ¡Qué grande maravilla!

Ese insólito milagro sucede cuando el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios (la Tercera Persona de la Santísima Trinidad) “cubre a la Virgen María con su sombra” y ella, por el “Poder del Altísimo”, concibe en su seno al Hijo de Dios, al Emanuel, al Dios-con-nosotros.  Así, el Verbo de Dios se encarna en las entrañas de la Santísima Virgen María. (Lucas 1, 35-37)

El relato del Evangelio de San Mateo nos muestra de manera muy sobria, sin mayores detalles, el sufrimiento de San José.  Podemos intuir cómo pudo haber sido este difícil trance: sus dudas ante los evidentes signos de la maternidad de su prometida, María; su angustia al no saber cómo actuar.

La Virgen se mantiene en silencio:  lo que Dios le ha dicho privadamente, Ella lo conserva en su corazón y no dice nada de ello a José.  El Señor suele actuar así, en forma misteriosa y secreta.  Y el Señor mantiene el secreto, hasta que José, hombre bueno y santo, “no queriendo poner a María en evidencia”, nos dice el texto evangélico, decide abandonarla también en secreto.  Pero Dios, que tiene su momento para revelarse, le habla en sueños a José a través del Ángel: “María ha concebido por obra del Espíritu Santo”.

Y José cree lo imposible, igual que María en la Anunciación creyó lo imposible.  Ambos creyeron que para Dios no hay nada imposible.   Así, el Salvador del mundo se había hecho Hombre, sin intervención de varón, por obra del Espíritu Santo, en el seno de la Virgen anunciada por el Profeta Isaías.  ¡Misterio inmenso, increíble, insólito!

Y José acepta, en humildad y en obediencia, ser esposo terrenal de la Virgen Madre y ser padre virginal del Hijo de Dios.  Ya María había aceptado que se hiciera en Ella según lo que Dios deseara, declarándose “esclava del Señor”: “Yo soy la esclava del Señor.  Hágase en mí según tu palabra”.

Estamos ante San José, esposo virginal de la Virgen-Madre, la persona que Dios escogió como padre terrenal de su Hijo.



Y vemos en él virtudes que podemos imitar para que el misterio de la salvación, que ese Niño vino a traernos, pueda realizarse en cada uno de nosotros:

.        Fe por encima de las apariencias humanas. 
.        Humildad para aceptar sin cuestionar los designios de Dios.
.        Obediencia ciega a los planes de Dios. 
.        Entrega absoluta a la Voluntad Divina.

Todas éstas son virtudes que observamos en San José y en la Virgen.  Todas éstas son virtudes que nos preparan para la próxima venida del Señor.  Todas son virtudes que podemos tener si nos abrimos a las gracias que Dios nos da en todo momento, pero especialmente en este tiempo de preparación para la Navidad.


viernes, 20 de diciembre de 2013

Hoy es... Santo Domingo de Silos!!


No cabe duda que para este servidor de Vds, que periódicamente, sube a este blog las vidas de los santos del día, haga hincapié que este santo en particular, resulta un poquito más interesante para el redactor , ya que a través de los escritos de Gonzalo de Berceo que hemos estudiado para poder confecionar la historia de San García Abad, hemos encontrado tales datos que podemos afirmar que este santo de hoy, San Domingo de Silos, fué probablemente, en la tierra, además de vecino de monasterios y benedictino como él de Arlanza, el mejor amigo. Y curiosamente , ambos murieron en el 1073, García en Noviembre y un mes después, su gran amigo y santo, Domingo de Silos.


Nació en La Rioja, España, cerca del año 1000. Entró de religioso con los Padres Benedictinos en el famoso monasterio de san Millán de la Cogolla, y estando allí, hizo grandes progresos espirituales recibiendo del Espíritu Santo la inspiración para interpretar los temas de la Revelación divina contenidos en la Sagrada Biblia.

Llegó a ser superior del convento, y en sólo dos años restauró totalmente aquella construcción que ya estaba deteriorada.

Un día llegó el rey de Navarra a exigirle que le entregara los cálices sagrados y lo más valioso que hubiera en el convento para dedicar todo esto a los gastos de guerra. Santo Domingo se le enfrentó valientemente y le dijo: "Puedes matar el cuerpo y a la carne hacer sufrir pero sobre el alma no tienes ningún poder. El evangelio me lo ha dicho, y a él debo creer que sólo al que al infierno puede echar el ama, a ese debo temer".


El rey de Navarra, lleno de indignación desterró al abad Domingo. Al enterarse de lo ocurrido, el rey Fernando I de Castilla, lo mandó llamar y le confió el Monasterio de Silos, que estaba en un sitio estéril y alejado; además se hallaba en estado de total abandono y descuido, tanto en lo material como en lo espiritual.


Santo Domingo demostró ser un genio organizador con un talento para la restauración. Levantó un monasterio ideal, y formó, entre otras cosas, una biblioteca llena de los mejores libros de ese tiempo, transformando aquella casa en un lugar de trabajo y oración.


Santo Domingo de Silos logró liberar a más de 300 cristianos que estaban prisioneros y eran utilizados como esclavos por los musulmanes. Por esta razón se le representa frecuentemente acompañado de hombres con cadenas.

El biógrafo, que escribió sobre la vida de este santo, poco después de su muerte, dice que no había enfermedad que las oraciones de este santo no lograran curar.


Y tras 96 años de su muerte, el santo se apareció en sueños a la mamá de Santo Domingo de Guzmán para anunciarle que tendría un hijo que sería un gran apóstol. Por eso cuando el niño nació lo llamaron Domingo en honor al santo de Silos. Es por ello también que muchas madres en España se encomiendan al santo Domingo de Silos para obtener que su hijo nazca bien y que cuando crezca lleve una vida santa.


Murió el 20 de diciembre del año 1073, y todavía se conserva el famoso monasterio de Santo Domingo.





Oremos



Señor, tú que diste a Santo Domingo de Silos la abundancia del espíritu de verdad y de amor para que fuera un buen pastor de tu pueblo, concede a cuantos celebramos hoy su fiesta adelantar en la virtud, imitando sus ejemplos, y sentirnos protegidos con su valiosa intercesión. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.









Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Católico
Libro, "San García Abad, el gran santo desconocido". (Ángel Corbalán)

sábado, 14 de diciembre de 2013

“Y dichoso el que no se escandalice de mí.”: (Evangelio dominical)





Este domingo ha sido llamado desde hace siglos domingo “Gaudete”, que es la primera palabra latina de la antífona de entrada (tomada, a su vez, de la carta de Pablo a los Filipenses): “Gaudete in Domino semper… Estad siempre alegres, alegraos”.

La consigna de la alegría, característica del Adviento, se repite hoy en la lectura: “el desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa… se alegrará con gozo y alegría… vendrá a Sión con cánticos, alegría perpetua, gozo y alegría: pena y aflicción se alejarán”.

En un mundo con tantos quebraderos de cabeza, no está mal que los cristianos escuchemos esta voz profética que nos invita a la esperanza y a la alegría, basadas en la buena noticia de que Dios ha querido entrar en nuestra historia para siempre. Hoy escuchamos nosotros con mayor convicción la promesa del profeta: “mirad a vuestro Dios… viene en persona y os salvará”.

Leemos una página de Isaías llena de optimismo, poética, con comparaciones tomadas del mundo del campo y de la vida humana.



Anuncia a su pueblo -que está sufriendo la calamidad del destierro- la vuelta gozosa a la patria, hablándoles de un desierto que florece, de unas manos débiles y unas rodillas vacilantes que Dios quiere que se robustezcan, de unos cobardes que deben recobrar ánimos.

El motivo es claro: “mirad a vuestro Dios… viene en persona y os salvará”. El plan de Dios es de alegría y liberación total. Si antes agradecían los israelitas a Dios su liberación de Egipto -el “éxodo”-, ahora van a tener un motivo aún más glorioso para alegrarse porque les van a hacer volver del destierro de Babilonia.

Y como viene siendo habitual, traemos los comentarios de tres religiosos que nos hablan de Las Escrituras, en este III Domingo de Adviento en nuestro idioma.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,2-11):

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»

Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!»
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»

Palabra del Señor



COMENTARIO.



Las Lecturas de este Tercer Domingo de Adviento están muy conectadas entre sí.

En la Primer Lectura (Is. 1. 6-10) el Profeta Isaías nos anuncia los milagros que haría Aquél que vendría a salvar al mundo. Y en el Evangelio (Mt. 11, 2-11) vemos a Jesús usando esas mismas palabras de Isaías para identificarse ante San Juan Bautista.

Con el Salmo 145 hemos alabado al Señor y le hemos agradecido los milagros que fueron anunciados, que realizó Jesús cuando vivió en la tierra y que sigue realizando hoy en día para el bienestar físico y espiritual de cada uno de nosotros.

En el Evangelio Jesucristo define a su primo San Juan Bautista como un Profeta, agregando que es “más que un profeta” (Mt. 11, 2-11). Y continúa describiéndolo como aquél que es su mensajero, su Precursor, aquél que va delante de El preparando el camino.

Esto fue cuando ya eran adultos -treinta años de edad tenían ambos. Juan había ya anunciado al Mesías que debía venir y había predicado la conversión y el arrepentimiento, bautizando en el Jordán. Ya había Juan caído preso por su denuncia del adulterio de Herodes. Paralelamente, Jesús ya había comenzado su vida pública y, aparte de su predicación, había también realizado unos cuantos milagros, por lo que su fama se iba extendiendo en toda la región.

Es así como, estando Juan en la cárcel, oye hablar de las cosas que estaba haciendo Jesús. Queriendo, entonces confirmar si era el Mesías esperado, San Juan Bautista mandó a preguntarle si era El o si debían esperar a otro.

Jesús no respondió directamente, sino que ordenó que le informara a Juan acerca de los milagros que estaba realizando: los ciegos ven, los sordos oyen, los mudos hablan, los cojos andan... San Juan Bautista ya no necesitaba más información: enseguida pudo identificar a Jesús con la profecía del Profeta Isaías sobre la actividad milagrosa del Mesías, que precisamente nos trae la Primera Lectura (cf. Is. 35, 4-6).

Sin embargo, por más que los milagros eran algo muy impresionante y por más que ya estaban anunciados que serían hechos por el Mesías esperado, la austeridad con la cual Jesús se estaba manifestando al pueblo de Israel, contrastaba con lo que la mayoría estaba esperando del Mesías. Y esto podría defraudar a unos cuantos, pues la mayoría esperaban un Mesías poderoso e imponente.

De allí que el Señor rematara el mensaje para su primo el Precursor, con esta frase: “Dichoso aquél que no se sienta defraudado por mí”.

En efecto, a muchos de su tiempo les pareció que Jesús no hacía suficiente honor a su título de Salvador, pues como bien dijo San Pablo posteriormente: “no hizo alarde de su categoría de Dios” (Flp. 2, 6). Vemos entonces como, a pesar de ser ¡nada menos que Dios! Jesús nos da ejemplo de una labor humilde y sencilla. Y, a la vez, nos exige esa misma humildad y sencillez a nosotros.

Para ser humildes y sencillos como el Señor, debemos ver en los milagros anunciados por el Profeta Isaías y realizados por Jesús, los milagros que nuestro Redentor, puede hacer en cada uno de nosotros, especialmente en este tiempo de Adviento: ciegos que ven, sordos que oyen, mudos que hablan, cojos que andan, etc.

¿Y Jesús ya no hace milagros? Es cierto que veces se sabe de curaciones milagrosas, exorcismos, etc. que suceden aquí o allá. Pero son muchos los milagros que Jesús puede hacer –y de hecho hace- si nos disponemos. Tiempo propicio para ello es éste de preparación llamado Adviento.

Porque el Mesías, el Salvador del Mundo, Jesucristo, volverá, y debemos estar preparados. Y la mejor preparación es dejarnos sanar por Jesús que ya vino hace dos mil años y que continúa estando presente en cada uno de nosotros haciendo milagros con su Gracia. Hay que aprovechar todas las gracias derramadas en este Adviento, para prepararnos a la llegada del Mesías.

Jesús curó ciegos… dispongámonos a que cure nuestra ceguera, para que podamos ver las circunstancias de nuestra vida como El las ve. Jesús curó sordos… El puede curar la sordera de nuestro ruido, que no nos deja oír bien su Voz y así podamos seguirle sólo a El.

Jesús curó mudos… ¿y en qué somos mudos nosotros? En que no hablamos de El y de su mensaje. ¡Los católicos estamos enmudecidos! Pero El puede curar esa mudez que tenemos y que nos impide evangelizar. Porque la Nueva Evangelización es trabajo de todos y cada uno de nosotros! A evangelizar! Porque lo dejó bien especificado Jesucristo y nos lo está pidiendo el Papa Francisco, y ya lo habían pedido los dos anteriores.

Con esas curaciones quedarán también sanadas nuestra cojera y nuestra parálisis, para que podamos de veras andar por el camino que nos lleva al Cielo y recibir al Señor cuando vuelva de nuevo a establecer su reinado definitivo.



En la Segunda Lectura (St. 5, 7-10) el Apóstol Santiago nos recomienda la paciencia para esperar el momento del Señor. Nos invita a la perseverancia en la espera de la venida del Señor. Nos pide tener la paciencia del agricultor que espera la cosecha y, sobre todo, nos pide imitar a los Profetas -San Juan Bautista, Isaías, y otros- en su paciencia ante el sufrimiento.

Así, en paciencia y perseverancia, convirtiéndonos de nuestra ceguera, nuestra sordera, nuestra mudez, nuestra cojera, etc., nos habremos preparado bien para recibir al Mesías. Así habremos aprovechado este Adviento. Que así sea.