viernes, 31 de enero de 2014

Hoy es... San Juan Bosco,fundador de los salesianos y salesianas!!

Es el santo de la juventud. El santo de los obreros, el santo de la alegría, el santo de María Auxiliadora y el santo de muchas cosas más. El verano de 1815 nacía en Becchi-Piamonte (Italia) de padres humildes pero muy buenos cristianos. Desde muy niño hubo de trabajar duro al lado de su santa madre, la mamá Margarita, para sacar la casa adelante. De su santa madre recibió una profunda educación cristiana y un gran amor a la Virgen María junto con un gran respeto hacia los sacerdotes. Ambas cosas quedaron profundamente impresas en su alma.

Ya desde niño demostró estar en posesión de cualidades nada comunes en todos los sentidos: Era simpático, agudo, inteligente, trabajador y muy mañoso con cuanto se proponía. Desde niño y después de joven, pero sobre todo de sacerdote, trabajará tanto que parece casi imposible cómo en sólo 72 años de vida pudo realizar tantas y tan importantes obras. Alguien ha dicho que trabajó él solo más que diez hombres juntos de no cortas cualidades.

Cuando llegaba a Castelnuovo, Asti o Murialdo y algún titiritero atraía a pequeños y grandes durante el tiempo de la Misa o del Rosario, se presentaba él y decía: "Yo lo hago esto sin haceros pagar, tan bien o mejor que él pero con una condición: Que vengáis después todos conmigo a la Iglesia"... Lo hacía y arrastraba a los espectadores a tornar parte en cuanto en el templo se hacía. Así iba llenando la iglesia de fieles a la vez que limpiaba el pueblo de personas poco recomendables...

Ya dijimos que mamá Margarita admiraba a los sacerdotes. El los veía demasiado arrogantes y lejanos del pueblo, sobre todo de los niños y decía: "Si yo llego a ser sacerdote, como espero, jugaré con los niños y los querré, les haré cantar y con alegría a todos querré salvar"...


Cuando vistió el hábito clerical le amonestó aquella santa mujer que fue su madre: "Puedes imaginarte, hijo mío, la gran alegría que embarga mi corazón, pero, por favor, no deshonres nunca este hábito. Sería mejor que lo abandonaras. Cuando viniste al mundo te consagré por entero a la Virgen María; cuando comenzaste los estudios te recomendé la tierna devoción hacia Ella; ahora te encarezco que sea todo de Ella... Si llegas a ser sacerdote, recomienda y propaga siempre su devoción... "

Tenía muchos sueños y todos ellos muy "famosos y se cumplían". Se ordenó sacerdote en 1841 y desde entonces no paró hasta dar cobijo y digna educación a tantos niños que veía abandonados por las calles. El rezo de un Ave María hizo el milagro y fue el primer eslabón de esta maravillosa cadena de sus ORATORIOS. Centenares, millares de niños abandonados encontraron calor, educación, comida, vestido y cobijo cariñoso como en su propia casa.

Mamá Margarita y su hijo se desvivían por ayudar a aquellos rapaces que el día de mañana serían buenos padres cristianos.

Dos eran las armas de que se servía, sobre todo, D. Bosco, para formarles: La eucaristía y la penitencia. Estos dos sacramentos obraban maravillas en aquellos jóvenes... Hasta le creyeron un poco mal de la cabeza por los "sueños" que llenaban su corazón y su mente en favor de los abandonados... Obraba milagros, pero siempre era Ella, la VIRGEN AUXILIADORA, quien los hacía, decía él. "No he sido yo, ha sido la Virgen Auxiliadora quien te ha salvado"... "Cada ladrillo de esta iglesia - se refería a la gran Basílica que en su obsequio empezó el 1863 - es una gracia de la Virgen María"...

Para continuar su OBRA en 1857 fundó los Salesianos y poco después las Hijas de María Auxiliadora. Ellos llevan su espíritu. Antes de que le llegue su preciosa muerte a pequeños y grandes durante el tiempo de la Misa o del Rosario, se presentaba él y decía: "Yo lo hago esto sin haceros pagar, tan bien o mejor que él pero con una condición: Que vengáis después todos conmigo a la Iglesia"... Lo hacía y arrastraba a los espectadores a tornar parte en cuanto en el templo se hacía. Así iba llenando la iglesia de fieles a la vez que limpiaba el pueblo de personas poco recomendables...





Oración a San Juan Bosco


San Juan Bosco,
Padre y Maestro de la Juventud,
que tanto trabajaste
por la Salvación de las almas,
sé nuestro Guía
en buscar el Bien de la nuestra
y la Salvación del prójimo.
Ayúdanos a vencer las pasiones
y el respeto humano,
enséñanos a amar a Jesús Sacramentado,
a María Auxiliadora y al Papa,
y alcánzanos una Santa Muerte,
para que podamos algún día
hallarnos juntos en el Cielo.
Amén.



Oremos


Señor Dios nuestro, que has dado a la Iglesia, en el prebístero San Juan Bosco, un padre y un maestro de la juventud, concédenos que, movidos por un amor semejante al suyo, nos entreguemos tu servicio, trabajando para la salvación de nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.













Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Católico
Ángel Corbalán

domingo, 26 de enero de 2014

Jesús es la Luz, la Vida y la Salvación!! (Evangelio dominical)




“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz.  Sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció” (Is. 8,23/9-3).

El Evangelio de este domingo sitúa a Jesús en Cafarnaún, es decir, en la frontera entre el mundo religioso y el mundo pagano y en la periferia respecto al centro, Jerusalén. Frontera y periferia son dos símbolos que nos permiten captar mejor el alcance de lo que se nos narrará: la identidad y la misión de Jesús, un motivo que ya apareció en los domingos precedentes.

Si el domingo anterior Jesús había sido presentado como el Cordero de Dios y el Hijo de Dios, ahora se nos presenta como luz. Es una imagen que encontramos en la primera lectura, en el salmo y en el Evangelio. La luz que es Jesús irá expandiéndose poco a poco, alcanzando a todos. Abierta al mundo pagano, Cafarnaún es un signo prometedor de la llegada del Evangelio al mundo gentil. Las fronteras empiezan a diluirse. Todas las periferias, habitadas por tinieblas, empiezan a ser alcanzadas por la luz que es Jesús.

Mateo destaca el lugar en el que Jesús inicia su misión: Cafarnaún. Este hecho es leído por el evangelista a la luz de Isaías 8,23b-9,3 que hemos proclamado en la primera lectura. Cafarnaún está situada en el límite de Zabulón y Neftalí, en el camino del mar. La decisión de Jesús de fijar su residencia allí es un símbolo significativo de su misión evangelizadora. Importa la significación simbólica porque Cafarnaúm es una ciudad fronteriza entre el pueblo de Israel y el mundo pagano. Jesús va a adoptar una forma nueva de proclamación de la Palabra de Dios: el desplazamiento hacia las fronteras y las periferias. Será un itinerante permanente durante su ministerio. Es una característica que le permite alcanzar a pueblos y aldeas para anunciarles la Buena Nueva.

Si el domingo anterior, Juan Bautista anunciaba la llegada del Cordero de Dios, del Hijo de Dios, Jesús cambia la referencia: anuncia la llegada del Reino. Esta es la razón de ser de la misión que está a punto de iniciar: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.». La proximidad de lo que ya está llegando es una llamada a la movilización del corazón anquilosado, adormecido. Y lo que lo movilizará no será el mismo anuncio sino la pasión con que Jesús se implicará “Recorriendo toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.”

Finalmente, en el relato evangélico contemplamos a Jesús llamando a los primeros discípulos. Todo comenzará con este encuentro y poco a poco se irá despertando en ellos el deseo de una mayor vinculación (más con Jesús) y una identificación (más como Jesús). Comienza la misión de Jesús pero también comienza el discipulado.

Y como viene siendo habitual, hoy traemos las reflexiones de tres religiosos que nos hablan en nuestro idioma, del Evangelio y Santas Escrituras, en este 3º Domingo Tiempo Ordinario del Ciclo "A".



Lectura del santo evangelio según san Mateo (4,12-23):

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftali. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló.»

Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»

Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, al que llaman Pedro, y Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores.

Les dijo: «Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.»

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.

Palabra del Señor



COMENTARIO




Las Lecturas de este Domingo nos hablan principalmente de dos cosas: de la manifestación de Jesús como fuente de luz y de salvación, y de la escogencia de los primeros discípulos.

Jesús es esa “gran luz” que había sido anunciada por el Profeta Isaías así: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz.  Sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció” (Is. 8,23/9-3).

El Evangelista San Mateo es uno de los discípulos escogidos y se da cuenta de que esa profecía de Isaías que hemos leído en la Primera Lectura (Is. 9, 1-4) se está cumpliendo ante sus propios ojos.  Por eso, al comenzar a narrar en su Evangelio la vida pública del Señor, San Mateo quiere comunicarnos esa buena nueva a todos: nos dice que Jesús es esa “gran luz” que había sido anunciada por el Profeta Isaías.

Pero ¿qué significará esto que dice el Profeta Isaías?  En otro tiempo el Señor humilló el país de Zabulón y el país de Neftalí; pero en el futuro llenará de gloria el camino del mar, más allá del Jordán, en la región de los paganos. 

San Mateo nos especifica que Jesús dejó Nazaret y se fue a vivir a Cafarnaún y precisa que esta ciudad quedaba justamente en el territorio de las tribus de Zabulón y Neftalí, como para que sus lectores se den cuenta que de veras se está cumpliendo en Jesús esta profecía de Isaías.  El camino del mar se refiere a una vereda natural que venía del Mediterráneo y pasaba precisamente por el norte del Mar de Galilea, escenario del Evangelio de hoy, donde eran pescadores algunos de los que Jesús escoge como Apóstoles.

En otro tiempo el Señor humilló esa zona hace referencia a que sus habitantes habían sido conquistados por Asiria siglos antes.  Tan grave era su situación que la zona era llamada Galilea de los paganos, pues estaban en gran oscuridad por ignorancia religiosa, idolatría y otros pecados.  Pero en el futuro llenará de gloria el camino del mar porque precisamente allí comenzará a brillar esa gran Luz que es Jesucristo.

Es por ello que en el Salmo 26  hemos alabado a Jesús cantando: “El Señor es mi luz y mi salvación”.   Y, siendo el Señor nuestra luz y salvación, ¿a quién deberemos seguir?  ¿En quién nos deberemos apoyar?

En el Salmo hemos orado respondiendo estas preguntas... Pero a veces no nos damos cuenta de lo que decimos.  Sabiendo que Jesús es nuestra luz y nuestra salvación, a El debemos seguir.  Y de esto se trata este Evangelio de hoy.

En efecto, San Mateo nos narra también la escogencia de los primeros discípulos: Pedro, Andrés, Santiago y Juan.  Pero tengamos en cuenta que el Señor nos escoge y nos llama a todos para ser sus discípulos y seguidores.  No sólo llama a los Sacerdotes y a las Religiosas: el Señor nos llama a todos.  Y el Señor llama de muchas maneras y en diferentes circunstancias a lo largo de toda nuestra vida.

Sucede, sin embargo, que la voz del Señor es suave y el llamado que hace a nuestra puerta es también suave.  No nos obliga, no nos grita, ni tampoco tumba nuestra puerta.  El Señor es gentil.  No nos doblega, ni nos amenaza.  Pero siempre está allí, llamando a nuestra puerta.

Somos libres de abrirle o no.  Somos libres de responderle o no.  El llamado es para seguirle a El.  Puede ser en la vida de familia o en la vida religiosa o hasta solos en el celibato.  Pero sea para una u otra cosa, siempre será para “estar en el mundo sin ser del mundo” (Jn. 15, 18 - 17, 14).

Esta frase del Señor es ¡tan poco comprendida y tan poco practicada!

Hemos sido escogidos por El para seguirle.  “Ven y sígueme”,  les dijo a sus primeros discípulos. “Ven y sígueme”, nos dice a cada uno de nosotros también.

   Y seguirle a El implica muchas veces ir contra la corriente, ir contra lo que el mundo nos propone.  Seguirle a El es ser como El y es hacer como El.  Y ¿qué hace Jesús?  ¿Qué nos muestra Jesús con su vida aquí en la tierra?  Lo sabemos y El nos lo ha dicho: “He bajado del Cielo no para hacer mi propia voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado” (Jn. 6, 38).

Seguirlo a El es, entonces, buscar la Voluntad de Dios y no la propia voluntad.  Es hacer lo que Dios quiere y no lo que yo quiero.  Es ser como Dios quiere que sea y no como yo quiero ser.

   A veces creemos que por ser Católicos, bautizados, ya tenemos asegurada la salvación. Ciertamente nuestro catolicismo significa que tenemos a nuestra disposición todos los medios de salvación que nos llegan a través de la Iglesia por Cristo fundada.  Pero no basta.

El Señor tal vez podría decirnos como nos ha dicho en la Carta a los Hebreos: “Tengamos cuidado, no sea que alguno se quede fuera.  Porque a nosotros también se nos ha anunciado ese mensaje de salvación, lo mismo que a los israelitas en el desierto; pero a ellos no les sirvió de nada oírlo, porque no lo recibieron con fe”  (Hb. 4, 1-2).  Esta advertencia se refiere a que, de los varones que salieron de Egipto, sólo Josué y Caleb entraron a la Tierra Prometida.

No basta decir yo tengo fe, yo creo en Dios.  Esa fe tiene consecuencias.   Recibir el mensaje de Jesucristo con fe, hoy, es seguirlo en el cumplimiento de la Voluntad de Dios.  Tal vez algunos que no han nacido y crecido como Católicos busquen la Voluntad de Dios mejor que muchos de los que sí hemos tenido ese privilegio.

Pero, ¿cuál es la Voluntad de Dios?  Primeramente, cumplir los mandamientos.  Eso ya es algo, pero aún no es toda la Voluntad de Dios.  Lo siguiente es aceptar lo que Dios permite para mi vida, sea lo que sea:   lo que me gusta y lo que no me gusta.  Y por último, hacer lo que creo que Dios me pide.  

¡Cuidado, porque podríamos quedar fuera!  ¡Cuidado si no nos dejamos iluminar por esa “gran luz” que es Jesucristo nuestro Señor!  ¡Cuidado si no aceptamos su mensaje de salvación!  Porque como hemos cantado en el Salmo: “El Señor es mi luz y mi salvación.  Lo único que pido, lo único que busco es vivir en la casa del Señor toda mi vida”.  


Y, para vivir en la casa del Señor eternamente, es necesario comenzar a vivir en su casa aquí en la tierra.  Y eso significa vivir en su Voluntad siempre y en todo momento. Que así sea.















Fuentes:
Santas Escrituras
Ignacio Dinnbier Carrasco
Homilias org.
Ángel Corbalán

viernes, 24 de enero de 2014

Hoy es... San Francisco de Sales. Patrón de los escritores y periodistas católicos!



"Ten paciencia con todas las cosas, pero sobre todo contigo mismo."
(San Francisco de Sales)

La vida de este «apóstol de la amabilidad», doctor de la Iglesia, es uno de los claros ejemplos de lucha sin cuartel contra el defecto dominante y muestra de que cuando se ama a Dios, con su gracia, todo es posible. Nacido en el castillo de Sales en Saboya el 21 de agosto de 1567 fue conquistando la virtud día tras día. En ella condensaba la exquisita enseñanza evangélica que había recibido de su madre, excelente narradora de la fe que desmenuzó ante los ojos inquietos del niño. Heredó su paciencia y constancia, así como la elegancia en el trato. Temiendo su padre que la influencia materna hiciera de él un hombre frágil, designó al riguroso y exigente P. Déage para ser su preceptor. El santo agradeció siempre sus enseñanzas y las acogió humildemente. Eso sí, determinó actuar con los demás de un modo distinto, allanándoles el camino y liberándoles del peso que encierra el perfeccionismo. Al recibir la primera comunión en el colegio de Annecy con 8 años, estableció las consignas que seguiría su vida de entrega a Cristo: orar, visitar al Santísimo, ayudar a los pobres y leer vidas ejemplares. Procuró ser fiel a ellas hasta el fin de sus días.



Sentía ardientes deseos de consagrarse a Cristo, pero su padre lo envió a estudiar a París. Recibió educación en el colegio Clermont de los jesuitas, que combinaba con dos horas diarias de equitación, esgrima y baile, bajo la dirección del P. Déage, en un plan diseñado por él que incluía confesión y comunión semanal. Destacó en retórica, filosofía y teología. La determinación que tomó de consagrarse a la Santísima Virgen le ayudó a superar todas las pruebas que sufrió en esa época, manteniendo incólume su pureza. Sus modelos eran san Francisco de Asís y san Felipe Neri. A los 18 años era manifiesta su inclinación a la ira. Y consciente de ello, ponía todo su empeño en contenerla. Se dice que la sangre se agolpaba en sus mejillas en determinadas situaciones incómodas para él. Qué esfuerzos haría para someter este defecto que quienes le conocían, al ver su trato exquisito, consideraban que estaba libre de esa tendencia y jamás podrían haber imaginado el combate interior que libraba. Experimentaba también una profunda angustia que le llevaba a pensar en su condenación. Esta idea se le clavó hondamente y trazó en su organismo las huellas de su inquietud: una suma delgadez y el temor por su razón. Le aterrorizaba saber que en el infierno no podría amar a Dios. Este desasosiego se disipó al recitar ante la Virgen la oración de san Bernardo «Acordaos…», y también le ayudó a curar su orgullo.



En 1588 comenzó a estudiar derecho en Padua, como deseaba su padre, sin descuidar la teología que precisaba dominar para ser sacerdote. Aún seguía estrictamente el plan de vida que se trazó a los 8 años. Todos los días hacía su examen particular; tenía presente su defecto dominante: el mal genio, y veía si había actuado con la virtud contraria a esta tendencia. Oraba, meditaba, se proponía ser cada día más amable en su trato con los demás, con la prudencia debida, trayendo a su mente la presencia de Dios. Prosiguió defendiendo su vocación con paciencia y tesón hasta que logró vencer la férrea voluntad de su padre en cuyos planes no entraba la opción de entrega total a Dios sino que esperaba que hubiera contraído matrimonio eligiendo otra forma de vida. Finalmente, logró su deseo, y fue ordenado sacerdote. Lo destinaron a la costa sur del lago de Ginebra para luchar contra el protestantismo, y allí desplegó todas sus artes de modo que se produjeron numerosas conversiones. En esta compleja misión de Chablais tuvo que hacer acopio de paciencia y esperar confiadamente que en el árido corazón de las gentes germinase la semilla de la fe. El arma fue el amor, y así lo confió él mismo a santa Juana Chantal: «Yo he repetido con frecuencia que la mejor manera de predicar contra los herejes es el amor, aún sin decir una sola palabra de refutación contra sus doctrinas». En 1602 fue designado obispo de Ginebra, sucediendo en el gobierno de la diócesis al prelado Claudio de Granier. Fijada su residencia en Annecy, enseguida destacó por su generosidad, caridad y humildad.


Juana Chantal fue una de las incontables personas a las que dirigiría espiritualmente. La conoció en 1604 cuando predicaba un sermón de Cuaresma en Dijón. Con ella fundó la Congregación de la Visitación en 1610. Como rector de almas no tenía precio. Era bondadoso y firme a la par. En su Introducción a la vida devota había hecho notar: «Quiero una piedad dulce, suave, agradable, apacible; en una palabra, una piedad franca y que se haga amar de Dios primeramente y después de los hombres». Acuñó esta conocida apreciación, surgida de su experiencia: «un santo triste es un triste santo». A él se debe también la consigna escrita en su Tratado del Amor de Dios: «La medida del amor es amar sin medida». Preocupado por la vivencia de la caridad más exquisita había escrito: «No nos enojemos en el camino unos contra otros». «Caminemos con nuestros hermanos y compañeros con dulzura, paz y amor; y te lo digo con toda claridad y sin excepción alguna: no te enojes jamás, si es posible; por ningún pretexto des en tu corazón entrada al enojo». Así había vivido: entregado a los demás; hecho ascua de amor. Tras su muerte, acaecida en Lyon el 28 de diciembre de 1622, monseñor Camus manifestó que al extraerle la vesícula biliar hallaron nada menos que 33 piedras. Eso da idea del ímprobo esfuerzo que habría hecho el santo a lo largo de su vida para trocar en mansedumbre y dulzura un temperamento volcánico poderosamente inclinado al mal genio y a la cólera. Fue canonizado el 19 de abril de 1665 por Alejandro VII. Es patrón de los escritores y periodistas católicos.




Oremos





Señor Dios nuestro, que hiciste que el obispo San Francisco de Sales se hiciera todo para todos para ganarlos a todos, haz que, iluminado por su ejemplo, también nosotros sepamos manifestar la dulzura de tu amor en el servicio de nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

domingo, 12 de enero de 2014

«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.» (Evangelio dominical)



Juan bautiza, Jesús se acerca. Él mismo viene a santificar a aquel por quien es bautizado. Viene a sumergir en las aguas al viejo Adán, y por esto y antes que esto, consagra las aguas del Jordán. Él que es Espíritu y carne quiere perfeccionar al hombre por el agua y el Espíritu (Jn 3,4).

Juan Bautista rehúsa bautizar a Jesús y éste insiste. “Soy yo quien tengo que ser bautizado por ti” dice la lámpara al sol (Jn 5,35), el amigo al Esposo (Jn 3,29), el más grande entre los nacidos de mujer al Primogénito de toda la creación. (Mt 11,11; Col 1,15). El que había saltado en el seno de su madre dice al que había sido adorado en el seno de su madre, el precursor dice al que acaba de manifestarse y que se manifestará al final de los tiempos: "soy yo quien necesito ser bautizado por ti". Podría añadir: "dando mi vida por ti"; en efecto, sabía que recibiría el bautismo del martirio…

Jesús sube de las aguas llevando consigo en esta subida al universo entero. Ve los cielos abiertos, estos cielos que en otro tiempo Adán cerró para él y los suyos, este paraíso que estaba como borrado por la espada de fuego. (Gn 3,24) El Espíritu da testimonio de la divinidad de Cristo. Y una voz se oye desde el cielo, ya que viene del cielo aquel del que da testimonio la voz. Y aparece una paloma ante los ojos de carne para honrar nuestra carne divinizada.  


Lectura del santo evangelio según san Mateo (3,13-17):

En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo, diciéndole: «Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?»


Jesús le contestó: «Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere.» 


Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. y vino una voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.»

Palabra del Señor




COMENTARIO.



En las Lecturas de este día vemos cómo San Juan Bautista preparaba al mundo de su época y de su región para el momento de la revelación de Jesucristo, el Mesías prometido, esperado por el pueblo de Israel.  El Bautista predicaba la conversión, el cambio de vida. 

El Bautismo que Juan impartía significaba la aceptación de la conversión de aquéllos que, motivados por su predicación, deseaban arrepentirse para  poder optar por el Reino de los Cielos, que Juan anunciaba y que el Mesías vendría pronto a establecer.

Vemos, entonces, cómo el Bautismo que Juan impartía era un Bautismo de conversión.  Los que deseaban cambiar de vida eran bautizados por él con agua y este bautismo no era como el Bautismo que nosotros conocemos y recibimos como Sacramento, sino que era así como la aceptación de ese cambio que ellos estaban dispuestos a hacer en sus vidas.

En efecto, nos dice el Evangelio de San Lucas que la gente al preguntar a Juan qué debían hacer para convertirse, él les recomendaba:  el que tenga qué comer, dé al que no tiene; a los cobradores de impuesto les decía que no cobraran más de lo debido; a los soldados, que no abusaran de la gente y que no hicieran denuncias falsas.  Y así iban llegando a arrepentirse y a bautizarse con San Juan Bautista.

De allí que llama la atención el que Jesús, el Hijo de Dios, que se hizo semejante a nosotros en todo, menos en el pecado, se acercara a la ribera del Jordán, como cualquier otro de los que se estaban convirtiendo, a pedirle a Juan, su primo y su Precursor, que le bautizara.  Tanto es así, que el mismo Bautista, que venía predicando insistentemente que detrás de él vendría   “uno  que es más que yo, y yo no merezco ni agacharme para  desatarle las sandalias” (Mc. 1, 7), se queda impresionado de la petición del Señor.

Y vemos en el Evangelio que San Juan Bautista le discute:  “Soy yo quien debe ser bautizado por Tí, ¿y Tú vienes a que yo te bautice?”   Sin embargo,  el Señor lo convence:   “Haz ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere.  Entonces Juan accedió a bautizarlo” (Mt. 3, 14-15).

Hace pocos días celebramos el Nacimiento del Hijo de Dios.  Y enseguida nos llega esta Fiesta de su Bautismo.  Pero ¿cómo puede ser esto de un Dios bautizado?  Pues bien, el objeto de su Bautismo es el mismo que el de su Nacimiento:  identificarse con la humanidad pecadora. 
No nos parece adecuado que Dios sea bautizado, pero en realidad esto calza con el propósito de su venida a la tierra.  Jesús no estaba en el Jordán a título personal , sino que nos estaba representando a todos y cada uno de nosotros, a la humanidad pecadora.

En El no había pecado alguno:  por esto la objeción de San Juan Bautista.  Pero si Jesús se iba a identificar con la humanidad a tal punto como para llamarse “Hijo del Hombre”, tenía entonces que compartir nuestra culpa.  Por eso es que vemos a Dios bautizado.  
       
Cierto entonces que Jesucristo, el Dios Vivo, no tenía necesidad de bautismo.  Pero en el Jordán quiso presentarle al Padre los pecados del mundo y asumirlos El  ¡Todo un Dios, en Quien no puede haber pecado alguno, se pone en lugar de la humanidad pecadora, haciéndose bautizar!

Y esos pecados, los pecados del mundo, El los toma sobre sí en la Cruz y nos redime de ellos.  Es por ello que desde el Jordán, San Juan Bautista, al ver a Jesús acercarse, lo reconoce como el nuevo Cordero que sustituiría al cordero que se sacrificaba en cada cena de Pascua, y dice esto de El:  “Ahí viene el Cordero de Dios, el que carga con el pecado del mundo”  (Jn. 1, 29).

En el Jordán Jesús desea mostrarnos el sentido y la necesidad del arrepentimiento.  En eso consistía el Bautismo de Juan: arrepentirse de los pecados primero.  Luego el agua venía a confirmar ese arrepentimiento.

Y la significación del Bautismo de Cristo no queda allí:  al entrar Dios a las aguas del Jordán, le dio significación especial al agua.  De allí que el agua sea la materia del Sacramento del Bautismo.

“La voz del Señor sobre las aguas”, repetimos en el Salmo 28.  En efecto, nos cuenta el  Evangelio  que “al salir Jesús del agua, una vez bautizado, se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que descendía  sobre El en forma como de paloma  y se oyó una voz desde el cielo”, la voz  del  Padreque  lo identificaba   como su Hijo, el Dios-Hombre. (Mt. 3, 16-17)

Y esta manifestación de “la voz del Señor sobre las aguas” se da precisamente al cumplir Jesús y Juan todo lo que Dios quería.  En ese momento, el Espíritu de Dios baja del cielo aleteando cual paloma y se posa sobre Jesús, y Dios Padre revela a Jesucristo como su Hijo muy amado, en quien se complace.  Es decir, a San Juan Bautista le es revelado quién es Jesucristo y éste lo da a conocer como el Hijo de Dios y el Salvador del mundo.

Ahora bien, los que acudían al Jordán se arrepentían y luego se sumergían en el agua.  El Sacramento del Bautismo no es igual al Bautismo del Jordán.  Es mucho más.  Juan ya lo dijo: “Yo los bautizo con agua, pero ya viene el que es más poderoso que yo … El los bautizará con el Espíritu Santo” (Lc. 3, 16).

En el Bautismo, por obra del Espíritu Santo –del Espíritu de Dios- el ser humano, nacido en el pecado heredado de nuestros primeros progenitores, recibe la vida de Dios que es la Gracia, la cual borra el pecado original. 

Además, por medio del Bautismo Sacramento, somos hechos -nada menos- que hijos de Dios y pasamos a formar parte de la Iglesia que Cristo estableció
.
 Pensar en el Bautismo de Jesucristo, el Dios-hecho-hombre, nos debe llenar de gran humildad:  si todo un Dios se humilla hasta pedir el Bautismo de conversión que San Juan Bautista impartía a los pecadores convertidos, ¿qué no nos corresponde a nosotros, que sí somos pecadores de verdad?


La Fiesta del Bautismo del Señor nos invita, entonces, a reconocernos pecadores, a arrepentirnos y a renovar esa vida de Dios que recibimos en nuestro Bautismo, para poder optar por el Reino de los Cielos.  Que así sea.

martes, 7 de enero de 2014

Hoy es ... San Raimundo de Peñafort, patrón de los juristas !!


Raimundo significa “Buen consejo”.

 Vivió entre sabios y santos. Tuvo la dicha de estar rodeado de hombres tan santos y sabios como San Alberto Magno, que fue su profesor, y San Pedro Nolasco el que dirigió su conciencia... En su tiempo vivían hombres que marcarán época como San Francisco de Asís, Domingo de Guzmán, Tomás de Aquino, Antonio de Padua...

Nació por el 1180, muy cerquita de Villafranca del Panadés -Cataluña-, y hechos los estudios en su pueblo, marchó a Barcelona para graduarse en leyes. A la vez que aprendía, enseñaba la moral y las virtudes a los demás y así, casi sin darse cuenta, formó escuela que después sería famosa en toda la ciudad Condal.
Marchó a Bolonia para ampliar estudios y se dedicó de lleno al estudio de las leyes en las que será un gran maestro. Ya había echado raíces en esta hermosa ciudad italiana cuando apareció su Obispo de Barcelona, D. Berenguer de Palou, para decirle: "Os necesito en Barcelona. Por favor, venid a ayudarme en la dirección de la diócesis y en la corrección de sus defectos. Quiero y necesito vuestra ayuda". Viendo que era la voluntad del Señor volvió a su tierra y pronto su fama se extendió como en Bolonia.

Todos acudían a él con sus dificultades y a todas partes llegaba su acción iluminadora y caritativa. Pero él se veía un tanto vacío y buscaba más tiempo para entregarse a la oración y a su trato íntimo con el Señor. Por ello cierto día apareció ante el P. Prior de los Dominicanos y le dijo "Padre, he visto en Bolonia el maravilloso ejemplo que me ha dado vuestro fundador el P. Domingo. Quiero seguir su vida. Admitidme y vestidme el hábito de vuestra Orden"... Era el Viernes Santo de 1222 cuando vestía el hábito dominicano.

Un día le llegó un joven con acento provenzal y le abrió su alma. Le vino a decir: "Padre mío, ya hace días que vengo siguiendo sus clases y tratando de imitar su vida pero necesito algo más. Vendí cuanto tenía y abandoné mi patria para entregarme a Dios, y desde Francia llegué hasta aquí buscando a los pobres y necesitados... pero aún quiero algo más. Quiero descubrir la voluntad del Señor respecto a mí. Necesito que Vd. me ayude a descubrirla...". Era el joven Pedro Nolasco quien venía de tan lejos. De aquel maravilloso encuentro saldría una gran amistad y una obra común: La fundación de la Orden de la Merced...

A sus 47 años dice un día al P. Provincial que se llamaba Sugerio: "Padre, écheme, por favor una buena penitencia por mis muchos pecados, sobre todo por los que cometí en Bolonia por mi soberbia". Y el P. Provincial le impuso el escribir una SUMA sobre Teología moral que aún hoy es una maravilla de precisión y seguridad y que tantos juristas durante siglos se aprovecharon de ella.

El Señor quería favorecer en aquellos momentos el gran apostolado de la redención de cautivos que tanto abundaban, inspiró a tres grandes hombres lo misma idea: Fundar la Orden de la Merced. Para ello se manifestó al rey Jaime I, a Pedro Nolasco y a nuestro Raimundo de Peñafort. A cada uno le manifestó lo que de ellos esperaba. Cada uno tuvo una gran misión en el nacimiento y desarrollo de esta Orden...

Raimundo, a pesar de huir de puestos honoríficos, fue encargado por los reyes y Papas de grandes misiones y embajadas y en todas salió airoso y con gran fruto. Huyó desde Palma hacia Barcelona, porque el rey no quería oír sus consejos, sobre su propio manto haciendo de barquichuela... Fue elegido Superior General de su Orden en la que tanto y tan bien trabajó... Recorrió varias naciones y países para predicar, con ardiente caridad, la fe en Jesucristo a judíos y moros... Fue el consejero de miles de personas y gran director de conciencias... Ya centenario murió el 6 de enero de 1275 y se le hicieron funerales como de persona regia. Otros Santos de hoy: Luciano, FéIix, Clero, Julián, Jenaro, Teodoro, Crispín.



ORACIÓN




Señor Dios nuestro, tú que hiciste admirable a San Raimundo de Peñafort presbítero, por su gran misericordia para con los pecadores y los cautivos, concédenos, por su intercesión, que, libres de la esclavitud del pecado podamos servirte, con libertad filial. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

lunes, 6 de enero de 2014

Hemos visto salir su estrella!! (Evangelio Epifanía del Señor)



Hoy, el profeta Isaías nos anima: «Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti» (Is 60,1). Esa luz que había visto el profeta es la estrella que ven los Magos en Oriente, con muchos otros hombres. Los Magos descubren su significado. Los demás la contemplan como algo que les parece admirable, pero que no les afecta. Y, así, no reaccionan. Los Magos se dan cuenta de que, con ella, Dios les envía un mensaje importante por el que vale la pena cargar con las molestias de dejar la comodidad de lo seguro, y arriesgarse a un viaje incierto: la esperanza de encontrar al Rey les lleva a seguir a esa estrella, que habían anunciado los profetas y esperado el pueblo de Israel durante siglos.

Llegan a Jerusalén, la capital de los judíos. Piensan que allí sabrán indicarles el lugar preciso donde ha nacido su Rey. Efectivamente, les dirán: «En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta» (Mt 2,5). La noticia de la llegada de los Magos y su pregunta se propagaría por toda Jerusalén en poco tiempo: Jerusalén era entonces una ciudad pequeña, y la presencia de los Magos con su séquito debió ser notada por todos sus habitantes, pues «el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén» (Mt 2,3), nos dice el Evangelio.



Jesucristo se cruza en la vida de muchas personas, a quienes no interesa. Un pequeño esfuerzo habría cambiado sus vidas, habrían encontrado al Rey del Gozo y de la Paz. Esto requiere la buena voluntad de buscarle, de movernos, de preguntar sin desanimarnos, como los Magos, de salir de nuestra poltronería, de nuestra rutina, de apreciar el inmenso valor de encontrar a Cristo. Si no le encontramos, no hemos encontrado nada en la vida, porque sólo Él es el Salvador: encontrar a Jesús es encontrar el Camino que nos lleva a conocer la Verdad que nos da la Vida. Y, sin Él, nada de nada vale la pena.



Evangelio según San Mateo 2,1-12.


Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo".

Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.

Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.

"En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:

Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel".

Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje".

Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.

Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.

Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.

Palabra de Dios.




COMENTARIO.




¡Qué pintoresca y atractiva es la historia de los Reyes que vienen de oriente para “adorar” al Rey de Israel!  Es lo que celebramos en “Epifanía”.  Significa esta palabra griega: “manifestación de Dios”.  En efecto, de manera misteriosa -por medio de una estrella milagrosa- Dios se manifiesta a tres reyes, los cuales llegan a Belén para adorar al Rey de reyes, Jesucristo.

El viaje no fue fácil.  El inicio tampoco.  Debían haber tenido una gran fe y también mucha humildad.  Ellos eran también reyes, pero buscaban a un “Rey” que era mucho más que ellos.  Esta supremacía del recién-nacido “Rey” deben haberla conocido por revelación divina.  Deben haber sabido que el Reino de este Rey que nacía era mucho más importante y grande que sus respectivos reinos. De otra manera ¿cómo podrían estarlo buscando con tanto ahínco?  Y  lo buscaban, no para un simple saludo o sólo para brindarle presentes, sino -sobre todo- para adorarlo.

El Profeta Isaías (Is. 60, 1-6)  que leemos en la Primera Lectura, ya anunciaba esta inusitada visita y nos da detalles que completan el escenario descrito en el Evangelio: “Te inundará una multitud de camellos  y dromedarios  procedentes  de Madián y de Efá.  Vendrán todos los de Sabá trayendo incienso y oro, y proclamando las grandezas del Señor”.

Esta visita pomposa en la cueva de Belén, que sin duda contrasta la fastuosidad de los reyes con la humilde presencia de los pastores, nos indica que Dios se revela a todos: ricos y pobres, poderosos y humildes, judíos y no judíos.  Eso sí: está de nuestra parte responder a la revelación que Dios hace a cada raza, pueblo y nación...  y a cada uno de nosotros.

Y Dios se revela en su Hijo Jesucristo, que se hace hombre, y nace y vive en nuestro mundo en un momento dado de nuestra historia.  Sí.  Jesucristo es la respuesta de Dios a nuestra búsqueda de El.  Todos los seres humanos de una manera u otra, en un momento u otro, buscamos el camino hacia Dios.  Y ¿cómo nos responde Dios?  Mostrándonos a su Hijo Jesucristo, quien es el Camino, la Verdad y la Vida para llegar a El.

Los Reyes supieron buscarlo y lo encontraron.  Respondieron con prontitud, obediencia, humildad y diligencia.

No les importó que fuera Rey de otro país.  No les importó el viaje largo y molesto que les tocó hacer.  No les importó que la estrella se les desapareciera por un tiempo.  No les importó encontrar a ese “Rey de reyes” en el mayor anonimato y en medio de una rigurosa pobreza.  Ellos sabían que ése era el “Rey” que venían a adorar.  Y eso era lo que importaba.

Nos dice Isaías y nos dice el Evangelio que los Tres Reyes ofrecieron regalos al Rey de reyes: oro, que representa nuestro amor de entrega al Señor; incienso, que simboliza nuestra constante oración que se eleva al Cielo, y mirra, que significa la aceptación paciente de trabajos, sufrimientos y dificultades de nuestra vida en Dios.

Esta breve historia sobre los Reyes de Oriente  (Mt. 2, 1-12), que nos trae el Evangelio de hoy,  nos muestra cómo Dios llama a cada persona de diferentes maneras, sea cual fuere su origen o su raza, su pueblo o su nación, su creencia o convicción.  El toca nuestros corazones y se nos revela en Jesucristo, Dios Vivo y Verdadero ante Quien no podemos más que postrarnos y adorarlo.


Como a los Tres Reyes, Dios nos llama, nos inspira para que le busquemos, se revela a nosotros en Jesucristo.  A veces, inclusive, parece esconderse -como se ocultó la estrella.  Y nuestra respuesta no puede ser otra que la de los Reyes: buscarlo, seguir Su Camino -sin importar dificultades y obstáculos- postrarnos y adorarlo, ofreciéndole también nuestros presentes: nuestra entrega a Él y nuestra adoración.