domingo, 30 de noviembre de 2014

"Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento." (Evangelio dominical)




Hoy, en este primer domingo de Adviento, la Iglesia comienza a recorrer un nuevo año litúrgico. Entramos, por tanto, en unos días de especial expectación, renovación y preparación.

Jesús advierte que ignoramos «cuándo será el momento» (Mc 13,33). Sí, en esta vida hay un momento decisivo. ¿Cuándo será? No lo sabemos. El Señor ni tan sólo quiso revelar el momento en que se habría de producir el final del mundo.

En fin, todo eso nos conduce hacia una actitud de expectación y de concienciación: «No sea que llegue (...) y os encuentre dormidos» (Mc 13,36). El tiempo en esta vida es tiempo para la entrega, para la maduración de nuestra capacidad de amar; no es un tiempo para el entretenimiento. Es un tiempo de “noviazgo” como preparación para el tiempo de las “bodas” en el más allá en comunión con Dios y con todos los santos.



Pero la vida es un constante comenzar y recomenzar. El hecho es que pasamos por muchos momentos decisivos: quizá cada día, cada hora y cada minuto han de convertirse en un tiempo decisivo. Muchos o pocos, pero —en definitiva— días, horas y minutos: es ahí, en el momento concreto, donde nos espera el Señor. «En la vida nuestra, en la vida de los cristianos, la conversión primera —este momento único, que cada uno recuerda y en el cual uno hizo claramente aquello que el Señor nos pide— es importante; pero todavía son más importantes, y más difíciles, las sucesivas conversiones» (San Josemaría).

En este tiempo litúrgico nos preparamos para celebrar el gran “advenimiento”: la venida de Nuestro Amo. “Navidad”, “Nativitas”: ¡ojalá que cada jornada de nuestra existencia sea un “nacimiento” a la vida de amor! Quizá resulte que hacer de nuestra vida una permanente “Navidad” sea la mejor manera de no dormir. ¡Nuestra Madre Santa María vela por nosotros!


Lectura del santo evangelio según san Marcos (13,33-37):




En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

Palabra del Señor



COMENTARIO.




Hoy comenzamos un nuevo Año Litúrgico (Ciclo “B”).  La Iglesia ha ordenado las Lecturas de los Domingos en tres ciclos: A, B y C, de manera que cada uno de los ciclos se repite cada tres años.  Es por ello que las Lecturas de este Ciclo “B” que hoy comenzamos no son las mismas que las del Primer Domingo de Adviento del año pasado.

Es así como en tres años de Lecturas dominicales, los fieles pueden tener una idea bastante completa -sin llegar a ser total-  de la historia de la salvación contenida en la Sagrada Escritura. Y el Año Litúrgico comienza con el Tiempo de Adviento.  Hoy es el Primer Domingo de Adviento, tiempo de espera para la venida de Cristo... Y tiempo de espera significa tiempo de preparación para esa venida.

Las Lecturas de este tiempo de Adviento nos trasladan a veces a ese anhelo que existía en el Antiguo Testamento de la venida del Mesías que esperaban para salvar a la humanidad.  Vemos tal anhelo en la Primera Lectura del Profeta Isaías (Is. 63, 76-19; 64, 2-7). 
Las palabras del Profeta son una súplica llena de urgencia con la que quisiera -por así decirlo- adelantar la venida del Salvador:“Ojalá rasgaras los cielos y bajaras, estremeciendo las montañas con tu presencia”. 

Ese anhelo, ese grito de los profetas y santos del Antiguo Testamento ya fue satisfecho, pues esa primera venida del Hijo de Dios -su venida histórica- ya tuvo lugar hace más de dos mil años.  En efecto, Jesús nació, vivió, sufrió, murió y resucitó en la tierra, en nuestra historia.  Y así ha salvado -ha rescatado- a la humanidad que se encontraba perdida en el pecado.
Ya la salvación esperada fue realizada por Cristo.  Ahora nos toca a nosotros aprovechar la salvación ya efectuada por Cristo.




Luego de esa primera venida, la historia de la humanidad se orienta toda hacia la “parusía”; es decir, hacia la venida gloriosa de Cristo al final de los tiempos. 

El Adviento es tiempo especial de preparación para esa segunda venida de Cristo. 
De allí que los clamores por el Mesías contenidos en el Antiguo Testamento, los sentimos también como clamores por esa esperada venida gloriosa de Cristo al final.  Por eso también, muchas de las lecturas de este tiempo se refieren a este esperado acontecimiento.

Tan esperado, que San Juan finaliza el libro profético del Apocalipsis   con ese clamor de toda la Iglesia (la esposa) unida a Dios (el Espíritu): “El Espíritu y su esposa dicen: ... ‘Ven’   ... El que da fe de estas palabras dice: ‘Sí, vengo pronto’.  Así sea: Ven, Señor Jesús” (Ap. 22, 17 y 20).  

Con estas palabras termina la Biblia: el Señor diciéndonos que viene pronto y nosotros, la Iglesia, la humanidad entera, diciendo que ojalá así sea y pidiéndole que venga.




Mientras estamos a la espera de ese “adviento”, de ese advenimiento, de ese acontecimiento tan importante -el más importante de la historia de la humanidad- el recibimiento de Cristo debe irse preparando en el corazón de cada persona.

¿Y cómo podemos ir preparando esa venida del Señor a nuestro corazón?  De varias maneras Jesús, Hijo de Dios, se nos hace presente en este tiempo de espera en que nos encontramos actualmente aguardando su venida gloriosa. 

La presencia de Cristo en este tiempo intermedio entre su estadía histórica en nuestro mundo en medio de nosotros y su próxima venida gloriosa, se da en nosotros por medio de su Gracia.  Su Gracia que El derrama de muchas maneras: primeramente nos viene a través de los Sacramentos.

Los Sacramentos son vías especialísimas, signos visibles, por medio de los cuales Cristo se hace presente:

En el Bautismo nos borra el pecado original y da a cada bautizado su Gracia, que es su Vida misma. 

En la Confesión nos restaura la Gracia perdida por los pecados cometidos. 

En la Eucaristía está realmente presente, vivo, y se da a nosotros en forma de alimento para nuestra alma, fortaleciendo nuestra vida espiritual.




Jesucristo también se hace presente con su Palabra, contenida en la Sagrada Escritura.   También se nos hace presente en la oración, con inspiraciones e impulsos interiores.  

Permitiendo que Cristo venga a nuestro corazón en cada una de estas formas en que se nos ofrece, dejamos que El vaya transformándonos cada vez más profundamente.   Es la manera cómo nos vamos preparando a su venida gloriosa.

Así pueden cumplirse en nosotros las palabras finales de la Lectura de Isaías:“Señor, Tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro y Tú el alfarero; todos somos hechura de tus manos”.  Esta frase recuerda también a una muy similar del Profeta Jeremías: “Mirad que como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en Mi Mano” (Jr. 18, 1-6).

Si en este tiempo intermedio entre una venida y otra de Jesús nos dejamos moldear por Dios, por su Voluntad, por sus designios, como lo que Dios muestra al Profeta Jeremías, al hacerlo ir a una alfarería para ver cómo el barro es moldeado por el alfarero, así estamos cumpliendo lo que nos exige el Evangelio de hoy (Mc. 13, 33-37)  y lo que nos dice San Pablo en la Segunda Lectura (1 Cor. 1, 3-9).  Estas lecturas nos hablan de espera, de vigilancia, de estar preparados.

“Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento”,  nos pide el Evangelio, pues no sabemos “a qué hora va a regresar el dueño de la casa”.  Por eso nos pide el Señor al final de este trozo evangélico: “Permanezcan alerta”.

Si así lo hacemos, si pasamos este tiempo de espera preparándonos de esa manera para la venida de Cristo, dejándonos moldear de acuerdo a su Voluntad y a sus designios, El mismo nos hará perseverar hasta el final, como nos dice San Pablo en la Segunda Lectura: “El nos hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento”.




No sólo en estas Lecturas de hoy, sino a lo largo de toda la Biblia, el Señor nos pide insistentemente estar atentos a su venida, preparándonos para recibirlo cuando venga como Justo Juez.  Este llamado es aún más insistente durante el tiempo de Adviento, ya que nos estamos preparando para conmemorar en Navidad la primera venida de Jesús, cuando Dios se hizo hombre y nació en un momento preciso de nuestra historia y también en un sitio preciso de nuestra tierra.  

Nos encontramos entre una y otra venida de Cristo.  La primera ya sucedió.  La segunda “no saben cuándo llegará el momento”.  Pero sabemos que llegará... De hecho, cada día que pasa es un día menos para su próxima venida.

Por eso el Señor nos recuerda ¡tantas veces! que estemos preparados, que velemos, porque no sabemos a qué hora regresa.  “¡Sí, vengo pronto!” ¡Ven, Señor Jesús!


martes, 25 de noviembre de 2014

Hoy es San García Abad... el gran Santo desconocido!!






Estamos en este templo parroquial que lleva el nombre de un gran santo. Tan santo como desconocido. Sirva pues, esta intervención, para dar a conocer algo de la historia de  este santo abad, García de Arlanza, como una declaración de fe personal y ojalá llegue a los corazones de aquellos que dudan o no conocen a nuestro Patrón, y a este, humilde pecador.






Generalmente, solo lo que conocemos, nos han contado, visto, leído o vivido, es lo que sabemos que ha pasado y lo consideramos como real. Y todo lo contrario, lo que ignoramos, es como si no hubiera pasado, ni existido.

Por lo tanto, a la vista de todos los datos, apuntes e información que hemos recopilado durante cierto tiempo y fruto de la investigación, pensamos que era de justicia, casi mil años después, dar a conocer al santo, al personaje y su obra, porque en realidad existió e hizo cosas muy importantes.

¡!San García Abad, ese gran santo desconocido.!!


“Avia y un abbat sancto, servo del Criador

Don Era del monasterio caudillo, e senhor,

La grey demostraba cual era el pastor”.

(Gonzalo de Berceo)


Este fragmento en castellano antiguo, de Gonzalo de Berceo, nuestro gran maestro del Mester de Clerecía, viene a decir de nuestro santo abad que; “Había un santo abad, siervo del Creador, donde era del Monasterio caudillo y señor, Y la grey, la
Congregación de fieles, y monjes demostraban cuál era su pastor”.







Aunque se sobreentienda, quiero apuntar que además de santo abad, García, para nuestro Gonzalo de Berceo, era un siervo del Señor… y Caudillo; que viene del latín  capitellus,“Hombre que dirige algún gremio, comunidad o cuerpo”, en este caso, los monjes del monasterio.


Y que estos monjes demostraban con su labor o actitud quien era su abad, director, o guía. Este fragmento, ya nos indica quien era este santo abad.


García, abad, sabio y santo

Este santo, como suele ser habitual, se hace, no nace. 

García, nuestro santo, nació en La Bureba, entre Belorado y Briviesca en el lugar llamado Quintanilla, provincia de Burgos, hoy conocido con el sobre nombre de San García, a finales del siglo X o entrada del XI. Más bien, para quien os habla, a finales del X.

Vivió su infancia en dicho pueblo, donde fue educado cristianamente y recibió el llamamiento a la vida religiosa que muy pronto iba a seguir en la Orden benedictina. Y así, dejando la casa paterna, en su pueblo natal de Quintanilla, fue caminando hasta llegar al monasterio de San Pedro de Arlanza, ubicado a orillas del rio del mismo nombre.





Algo cansado por la caminata, unos 85 kms.,  y acompañado por algunos familiares, se presentó al Padre Abad del Monasterio, quien después de las primeras impresiones le asignó una serie de ocupaciones dentro de las reglas de San Benito.

Y aquel niño, que fue andando varios días, desde su casa hasta el convento de San Pedro de Arlanza, años más tarde, no sólo sería el más grande de todos los abades benedictinos, de aquella época y en aquel incipiente reino de Castilla, también fue consejero de los tres primeros reyes castellanos, de grandes señores y amigo personal y consejero de Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador.
Pues bien, una vez transcurrido el noviciado,  García había de vivir, en calidad de monje benedictino, más de cuarenta años. Su existencia se resumirá en estas palabras tan benedictinas: ora et laborareza y trabaja.

Además de la oración litúrgica, a los monjes benedictinos,
se les manda el trabajo, no por razones económicas, eran otros tiempos, sino como medio de bondad de vida, para disciplinar esta y preparar el espíritu a la oración.

Nuestro santo, siendo un monje benedictino más, destaca enseñando a forasteros y campesinos a labrar la tierra, a desaguar los pantanos, a cultivar la vid, a injertar árboles, a construir casas e iglesias y a ganar con el sudor de su frente el sustento corporal.

En el año 1039, al quedar vacante el puesto por la defunción del Abad Aurelio, en votación secreta y por unanimidad de los 150 monjes, García, fue elegido Abad del Monasterio de San Pedro de Arlanza. Este hecho, es de destacar, pues no se conoce algo igual en ninguno de los cientos de monasterios, benedictinos o de otra orden, en esa época.  Ahora podemos entender al bueno de Berceo, cuando decía aquello de… “La grey sabía quién era su pastor”.

Su buen hacer como abad, sus conocimientos y buenas obras, fueron de conocimiento popular fuera de los muros del Monasterio.



Tanto es así que fue nombrado consejero del primer rey de
Castilla, Don Fernando I el Grande, y con él asistió a la batalla de Atapuerca en 1054. (Contra su hermano García, el de Nájera, rey de Pamplona)

Es tal la admiración por todos los que le van conociendo: Fernando I, sus hijos, Sancho II y Alfonso VI… y hasta el mismo Cid Campeador, que piden su asesoramiento y como muestra de gratitud, le confieren tierras y
recompensas que nuestro santo, reparte entre los vecinos y los más necesitados.

En el terreno de lo místico y espiritual, hay que destacar
entre otros, dos momentos importantes en la historia de nuestro santo.

Hacia el año 1061, por revelación divina, García, encuentra
las reliquias de los cuerpos de tres santos: San Vicente y sus hermanos
mártires Sabina y Cristeta, y los traslada al Monasterio de Arlanza. Lo cuenta
Gonzalo de Berceo.

La santidad, como es sabido, no consiste en hacer milagros.
Sin embargo, el pueblo fácilmente ve santidad donde hay milagros; y muchas
veces así suele suceder. Fue sobre el año 1044, se habían perdido las cosechas
en Castilla. Por lo tanto, no había ni frutas ni vid….

Aquel Viernes Santo, el Abad García, se dispuso a bendecir
el pan y el agua, lo único que disponían en el Monasterio, y ante el asombro de
los 150 monjes, el agua se convirtió en vino.

Desde aquel día la confianza de los monjes en su tierno y
compasivo abad no tuvo límites; y lo que aparentemente sólo remediaba una
necesidad corporal, sirvió para ensanchar su corazón y ayudarles a correr los
caminos, que llevan a la santidad.



Pero por encima de esas grandezas y de hasta milagros que
hizo en vida. Lo que más me ha impactado en la investigación de la vida de este
gran hombre, del que hablamos, mil años después, es su fuerza interior,
sabiduría, humildad y gran justicia, al dedicar todo aquello que recibía de los
grandes señores, como eran las tierras colindantes a aquel convento o incluso
más lejanas, para dárselas a las familias que huían de las guerras fratricidas
o del sur, de aquellos reinos de Taifas…


Y además, les instruía en el maravilloso arte de laagricultura, y aquello de ganarse el sustento con la labor del día a día, y conel tiempo…, en esas pequeñas parcelas, se levantaron casas, se propagó la agricultura fuera de los conventos, muy a tener en cuenta para esa época, y propiciaron los pequeños pueblos que entonces cubrieron lo que comenzaba a llamarse Reino de Castilla.

Su sabiduría y honestidad, fueron reconocidas en vida, incluso en momentos difíciles en la corte castellana. Sus buenos consejos a Rodrigo Díaz de Vivar, llevaron a aplacar a este , que sospechaba de Alfonso VI, como instigador del asesinato del monarca, amigo personal del “Mio Cid” y optar por la opción más sabia, me remito al juramento de Santa Gadea, donde
como sabréis,  el Cid, obligó a Alfonso VI el Bravo, rey de Castilla y León, a jurar que no había tomado parte en el asesinato de su propio hermano, el rey Sancho II, quien fue asesinado ante los muros de la ciudad de Zamora en el año 1072.

Una curiosidad, como algunos sabrán, quien asesinó a Sancho II, fue un noble leonés llamado Vellido Dolfos, que simulando pasarse al bando castellano, a traición, clavó una lanza al monarca castellano y huyó. Es curioso, al día de hoy, en el ranking de traidores, está en el 7º lugar, de esa lista que encabeza Judas Iscariote.

Bueno, como decía antes, García, dio un sabio consejo al Cid Campeador, que propició la paz y el progreso o avance de ese reino tan fundamental para lo que después sería España. Este fue el último servicio como consejero de nuestro santo, ya que fallecería un año más tarde, en una fría tarde de otoño.



Cuando nuestro santo, sintió agotadas sus fuerzas y conoció
que el mal de muerte le tenía asido fuertemente, quiso dejar a sus monjes la herencia riquísima de sus consejos y enseñanzas.

Contaron algunos juglares que; García, en su lecho, antes de
morir, congregó a todos los monjes en torno suyo, los miró con ojos cargados de febril brillantez, y dejó fluir en palabras entrecortadas, sus cariños de padre y los fervores de Santo.

A los pocos días recibía la visita del obispo de Burgos, Don Jimeno, amigo suyo y entre los sollozos de los monjes y tras darle un abrazo al Santo, dijo “Padre García, amadísimo Padre, damos gracias a Dios, le damos gracias de que, al fin, triunfando de esta vida pasas al descanso de la gloria. No te olvidarás de nosotros al verte seguro, verdad? Padre?. Ruega mucho al Señor, pídele mucho por nosotros y por estos que son tus hijos, para que algún día nos encontremos todos juntos en el cielo; y entonces, para siempre, para
siempre”.




Estas palabras dirigidas a García de Arlanza, que se recogen en diferentes escritos, que son parte de la historia de otro santo, ha servido para darle vida a una oración que se repite cada día del Triduo que se hace en su honor, en esta Parroquia, los días 23, 24 y 25 de Noviembre. Siendo este último, el día de la Festividad de nuestro santo abad.

Allí, en el templo a la derecha del santo, podréis conocer observar la reliquia, un hueso de 15cms. del pie, que desde el año 2003, se encuentra en esta parroquia algecireña.

Mira por donde, han tenido que pasar mil años para que de una forma u otra, bien con la relíquia, estas celebraciones o este libro, haya llegado este santo abad a nuestra ciudad y nuestro conocimiento.

Era cuestión de justicia el conocerlo… Ya, el Todopoderoso, la hizo llevándolo junto a él, en el Cielo que es mucho más grande que Castilla.



lunes, 24 de noviembre de 2014

DIA SEGUNDO DEL TRIDUO A SAN GARCÍA (Los Enfermos)




Hoy día 24 de noviembre, el segundo día del triduo a nuestro Patrón, San García Abad, se dedica a los enfermos.

Bienaventurado San García Abad, siempre compasivo, padre y protector de los pobres y necesitados; míranos con piedad y ruega por nosotros que te invocamos con fe absoluta en tu bondad y en tu poder. Mira con piedad a los enfermos de nuestra Parroquia, que  necesitan ser curados en el cuerpo y en  espíritu.

Reconfórtalos con tu intercesión ante Dios, nuestro Señor, para que levanten su ánimo y puedan superar todos sus males; y, ya que has querido asociarlo a tu Pasión redentora, haz que confíe en la eficacia del dolor para la salvación del mundo.

 No nos olvides ante Dios, a quien siempre serviste y adoraste. Amén.



Oración.



Señor Jesucristo, que para redimir a los hombres y sanar a los enfermos quisiste asumir nuestra condición humana, mira con piedad a Nuestros feligreses., que están enfermos y necesitan ser curados en el cuerpo y en el espíritu.

Reconfórtalo con tu poder para que levante su ánimo y pueda superar todos sus males; y, ya que has querido asociarlo a tu Pasión redentora, haz que confíe en la eficacia del dolor para la salvación del mundo.

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén


Padrenuestro, Avemaría, Gloria y oración final.


  
ORACIÓN FINAL




En esta necesidad y pena que me agobia y conturba sin hallar consuelo humano, acudo a ti, oh abogado y protector mío, San García Abad; confío en tu poderoso valimiento para que, intercediendo por mi ante el Dios de bondad y misericordia, me sean perdonadas mis culpas y me vea libre de los males y desgracias que me afligen; dame, al menos, tu espíritu de sacrificio para que aceptándolas por amor de Dios las santifique.

¡Oh Padre Celestial, por los dulces nombres de Jesús y de María y por los méritos de tu fiel siervo San García Abad, ayúdame en esta angustia y no permitas que quede confundida mi esperanza!. Amén






Conferencia y primer día del Triduo a San García Abad.!!



La parroquia de San García ha continuado en el día de ayer con los actos conmemorativos del Día del Patrón, San García Abad, y del XXV Aniversario de la consagración del Templo de dicha parroquia.

Por  la tarde, a las 18:00 horas, antes de la Eucaristía, se celebró una conferencia coordinada y presentada por el reverendo Juan Ángel García López, párroco titular de esta parrouqia algecireña, la mayor de la Diócesis de Cádiz y Ceuta.


El párroco, presentó a los ponentes; Ángel Corbalán, Luis Martín Martín y Javier Gutiérrez.

Abrió el acto el reverendo don Juan Ángel, que explicó  la importancia de los actos que se están llevando a cabo en estos días en la parroquia de San García Abad. También presentó a cada uno de los ponentes;


Don Luis Martín, dio una preciosa explicación, artística y emotiva de la obra  del artista algecireño, José Román, el Cristo de la Providencia, que preside el altar de nuestra parroquia. Se trata de una talla de Cristo crucificado con tres clavos, uno en cada cara palmar de ambas manos y el tercero atravesando los pies, que montan el derecho sobre el izquierdo.



Don Javier Gutiérrez, explicó cómo llegó la obra de arte que supone, La Virgen de Gracia, hasta esta parroquia algecireña, finalizando con poesías que los donantes de esta imagen, dedicaron a la figura de la Madrid de Dios.


Ángel Corbalán, autor del libro “San García Abad, el Gran Santo desconocido”, hizo una breve presentación de los valores y hechos más destacado de este santo abad de Arlanza. Finalizó destacando los mensajes y valores más importantes que dejó como legado, como la honestidad, el trabajo por los demás, la humildad y generosidad. Propios de la Obra Benedictina y potenciados por este santo que da nombre a esta barriada algecireña.




Cerró el acto, el párroco, don Juan Ángel, agradeciendo a los numerosos feligreses asistentes y les invitó que a continuación, participaran en el primer día del Triduo al santo Patrón y dedicado a la familia.

domingo, 23 de noviembre de 2014

TRIDUO A NUESTRO PATRÓN, SAN GARCÍA ABAD!!




Dedicado a La Familia, comienza hoy el Triduo y Cultos a San García Abad, que finalizará el lunes, día 25 de Noviembre, día de su festividad
.

Día Primero (La Familia).



¡Oh San García Abad! Si en la tierra vivías sólo para Dios y tus semejantes, hoy que te hallas ya junto al trono de la misericordia, puedes disponer mejor de sus tesoros. Si aquí conocías dónde estaba la necesidad para remediarla, mejor la ves desde el cielo donde moras. No defraudes las esperanzas de los que deseamos verte ensalzado en la tierra y alcánzanos lo que te pedimos en favor de nuestras familias. Amén.

Oración.





Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre, que eres Amor y Vida, haz que en cada familia humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo, "nacido de Mujer", y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero santuario de la vida y del amor para las generaciones porque siempre se renuevan.

Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo.

Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor.


Haz que el amor, corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias.

Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la familia. Tú, que eres la Vida, la Verdad y El Amor, en la unidad del Hijo y del Espíritu santo

Padrenuestro, Avemaría, Gloria y oración final.



ORACIÓN FINAL


En esta necesidad y pena que me agobia y conturba sin hallar consuelo humano, acudo a ti, oh abogado y protector mío, San García Abad; confío en tu poderoso valimiento para que, intercediendo por mi ante el Dios de bondad y misericordia, me sean perdonadas mis culpas y me vea libre de los males y desgracias que me afligen; dame, al menos, tu espíritu de sacrificio para que aceptándolas por amor de Dios las santifique.
¡Oh Padre Celestial, por los dulces nombres de Jesús y de María y por los méritos de tu fiel siervo San García Abad, ayúdame en esta angustia y no permitas que quede confundida mi esperanza!. Amén

  

JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (Evangelio dominical)




Hoy, Jesús nos habla del juicio definitivo. Y con esa ilustración metafórica de ovejas y cabras, nos hace ver que se tratará de un juicio de amor. «Seremos examinados sobre el amor», nos dice san Juan de la Cruz.

Como dice otro místico, san Ignacio de Loyola en su meditación Contemplación para alcanzar amor, hay que poner el amor más en las obras que en las palabras. Y el Evangelio de hoy es muy ilustrativo. Cada obra de caridad que hacemos, la hacemos al mismo Cristo: «(…) Porque tuve hambre, y me disteis de comer; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; en la cárcel, y vinisteis a verme» (Mt 25,34-36). Más todavía: «Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).



Este pasaje evangélico, que nos hace tocar con los pies en el suelo, pone la fiesta del juicio de Cristo Rey en su sitio. La realeza de Cristo es una cosa bien distinta de la prepotencia, es simplemente la realidad fundamental de la existencia: el amor tendrá la última palabra.

Jesús nos muestra que el sentido de la realeza -o potestad- es el servicio a los demás. Él afirmó de sí mismo que era Maestro y Señor (cf. Jn 13,13), y también que era Rey (cf. Jn 18,37), pero ejerció su maestrazgo lavando los pies a los discípulos (cf. Jn 13,4 ss.), y reinó dando su vida. Jesucristo reina, primero, desde una humilde cuna (¡un pesebre!) y, después, desde un trono muy incómodo, es decir, la Cruz.

Encima de la cruz estaba el cartel que rezaba «Jesús Nazareno, Rey de los judíos» (Jn 19,19): lo que la apariencia negaba era confirmado por la realidad profunda del misterio de Dios, ya que Jesús reina en su Cruz y nos juzga en su amor. «Seremos examinados sobre el amor».





Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,31-46)



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme." Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?" Y el rey les dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis." Y entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces también éstos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistirnos?" Y él replicará: "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo." Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»
Palabra del Señor



COMENTARIO.





Hoy es el último domingo del Año Litúrgico, el cual finaliza celebrando a Cristo como Rey del Universo, fiesta solemne instaurada por el Papa Pío XI en 1925.

El Reinado de Cristo -que es lo mismo que el Reino de Dios- viene mencionado muchas veces en la Sagrada Escritura.  Cristo nos dice que su Reino no es de este mundo.  Sin embargo, sabemos que su Reino tambiénestá en este mundo.  Pero su Reino no es terrenal, sino celestial; no es humano, sino divino; no es temporal, sino eterno.

Su Reinado está en medio del mundo, porque está en cada uno de nosotros.   O, mejor dicho:  está en cada uno de nosotros cuando estamos en gracia; es decir, cuando Cristo vive en nosotros y así permitimos que el Señor sea Rey de nuestro corazón y de nuestra alma, cuando le permitimos a Jesucristo reinar sobre nuestra vida.

Si Cristo es nuestro Rey, nosotros somos sus súbditos.  Tendríamos, entonces, que preguntarnos  ¿qué hace un súbdito?  ¿Qué hace un subalterno?  Hace lo que desea y lo que le indica su Rey, su Jefe.  Por eso decimos que el Reinado de Cristo está dentro de nosotros mismos, pues Cristo es verdadero Rey nuestro cuando nosotros hacemos lo que El desea y lo que El nos pide.


Y ¿qué nos pide ese Rey bondadosísimo que es Cristo, este Pastor amorosísimo que nos presentan las Lecturas de hoy?   El nos pide lo que más nos conviene a nosotros.  Y lo que más nos conviene a nosotros es hacer la Voluntad del Padre.  En eso consiste el Reinado de Cristo en cada uno de nosotros: en que hagamos la Voluntad de Dios. 

No en vano Jesucristo nos enseñó a decir en el Padre Nuestro: “Venga tu Reino”  y seguidamente: “Hágase tu voluntad”.  Es así, entonces, como el Reinado de Cristo comienza por nosotros mismos: cuando comenzamos a buscar hacer la Voluntad de Dios. 

Las Lecturas de este último domingo del Año -del Año Litúrgico- nos invitan a reflexionar sobre el establecimiento del Reinado de Cristo en el mundo.

La Primera Lectura del Profeta Ezequiel(Ez. 34, 11-12 y 15-17) nos habla del momento en que “se encuentren dispersas las ovejas” y de cómo Jesús, el Buen Pastor atenderá a cada una: 

“Buscaré a la perdida y haré volver a la descarriada; curaré a la herida, robusteceré a la débil, y a la que está gorda y fuerte, la cuidaré”.

Y termina la lectura hablando del día del Juicio Final:  “He aquí que voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos”. 

En este anuncio del Juicio Final que hace Jesucristo en el Evangelio de hoy (Mt. 25, 31-46), El comienza con esa profecía de Ezequiel: “Entonces serán congregadas ante El todas las naciones, y El apartará a los unos de los otros... a las ovejas de los machos cabríos”.
La profecía de Ezequiel también nos remite a otro Profeta del Antiguo Testamento: el Profeta Zacarías (Zc. 13, 7 y 14, 1-9), quien igualmente nos habla del día final, anunciando la dispersión del rebaño: 

“Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas... dos tercios serán exterminados  y sólo se salvará un tercio.  Echaré ese tercio al fuego, lo purificaré como se hace con la plata, lo pondré a prueba como se prueba el oro.  El invocará mi Nombre y Yo lo escucharé.  Entonces Yo diré: ¡Este es mi pueblo!, y él, a su vez dirá:  ¡Yavé es mi Dios!”.

El Salmo no podía ser otro que el #22, el del Buen Pastor.  “El Señor es mi Pastor, nada me falta...”.  Porque Jesús, antes del día del Juicio Universal, antes de venir a establecer su Reinado definitivo, cuida a cada una de sus ovejas, como nos dice la Primera Lectura y como nos indica este Salmo, favorito de muchos.

La Segunda Lectura (1 Cor. 15, 20-28)nos habla también del momento del establecimiento del Reino de Cristo.  Nos habla de que su resurrección es primicia de la nuestra.  Nos habla, también, de que en el momento de su venida, Cristo aniquilará todos los poderes del Mal, someterá a todos bajo sus pies, para luego entregar su Reino al Padre.  Y así Dios será todo en todas las cosas.

El Evangelio de hoy es el famoso pasaje sobre el Juicio Universal o Juicio Final: “tuve hambre y me diste de comer... tuve sed y me diste de beber ...”.    ¿Significa, entonces, que sólo seremos juzgados con relación a lo que hayamos hecho o dejado de hacer al prójimo? Si fuera así,  ¿cómo quedan entonces las faltas contra Dios?

Para comentar el sentido completo del Juicio Universal, citamos al Teólogo Dominico, Antonio Royo Marín, quien en su libro “Teología de Salvación” nos dice lo siguiente acerca de esta cita evangélica: 
“A juzgar por la descripción del juicio final hecha por el mismo Jesucristo... pudiera pensarse que sólo se nos juzgará sobre el ejercicio de la caridad para con el prójimo... Pero todos los exegetas católicos están de acuerdo en que esas expresiones las usa el Señor únicamente por vía de ejemplo -y acaso también para recalcar la gran importancia de la caridad- pero sin que tengan sentido alguno exclusivista”.

Es conveniente, entonces, recordar que los seres humanos, una vez dejada nuestra existencia terrenal o temporal, pasaremos por dos juicios:  el Juicio Particular, que tiene lugar en el mismo momento de nuestra muerte, y el Juicio Universal que sucederá al final de los tiempos, precisamente cuando Cristo vuelva glorioso a establecer su reinado definitivo.

Ahora bien, ¿qué diferencia hay entre ambos juicios?  Lo primero que debe destacarse es que no habrá discrepancia entre ambos.  En el Juicio Final será ratificada la sentencia que cada alma recibió en el Juicio Particular.

Podría especularse que el Juicio Particular sea relativo a la conciencia moral individual y que se referirá al aprovechamiento o desperdicio que hayamos hecho de las gracias recibidas a lo largo de nuestra vida terrena; y que el Juicio Universal sería sobre la influencia que haya tenido en otras personas el bien o el mal que cada uno haya hecho o dejado de hacer.

Dicho en otras palabras:  el Juicio Particular se referiría a la conciencia individual y el Juicio Final se referiría a las consecuencias sociales de nuestros pecados.  De allí que el Señor, al describirnos el Juicio Final, nos relate las obras de misericordia, lo que comúnmente llamamos obras de caridad.  Al hablar de la caridad estamos hablando del amor.
Quiere decir, entonces, que seremos juzgados sobre cómo hemos amado:   cómo hemos amado a Dios y cómo ese amor de Dios se ha reflejado en nuestro amor a los demás.

Cierto que el Señor nos ha dicho que al que mucho ama (cfr. Lc. 7, 47) mucho se le perdona, pero es bueno recalcar que seremos juzgados por todas nuestras acciones: en la Fe, en la Esperanza, en la Caridad, en la humildad, etc., etc.  Es decir: en todas las virtudes;  también, en las acciones y en las omisiones, en lo pensado, en lo hablado y en lo actuado, en lo oculto y en lo conocido.  En todo.

Veamos lo que nos dice la última frase del Libro del Eclesiastés sobre el Juicio: “Dios ha de juzgarlo todo, aun lo oculto, y toda acción, sea buena o sea mala”  (Ecl. 12, 14).  Esta idea también la menciona San Pablo: “Puesto que todos hemos de comparecer ante el Tribunal de Cristo, para que reciba cada uno según lo que hubiere hecho, bueno o malo”  (2 Cor. 5, 10).

Una vez juzgados por Cristo justo Juez, cuando vuelva en la Parusía a resucitarnos como El resucitó y a separar a los salvados de los condenados, Cristo Rey del Universo establecerá su reinado definitivo.  Entonces“Dios será todo en todos”.

En el Prefacio de la Misa de Cristo Rey del Universo rezamos que el Reino de Cristo es un Reino de Verdad, de Vida, de Santidad, de Gracia, de Justicia, de Amor y de Paz.  Así será el Reino de Cristo cuando El vuelva glorioso a establecerlo definitivamente para toda la eternidad. 

Pero, mientras tanto, mientras estamos preparándonos para su venida definitiva, mientras viene Cristo como Rey Glorioso, podemos y debemos propiciar ese reinado en nuestro corazón y en medio de nosotros.

Y podrá ser un Reino de Verdad  si nuestro entendimiento queda libre de errores y es iluminado por la Sabiduría Divina. 

Podrá ser un Reino de Vida si Cristo vive en nosotros por medio de la gracia divina que recibimos especialmente en la Sagrada Eucaristía y en la oración.

Podrá ser un Reino de Santidad si dejamos que Cristo nos santifique, siendo dóciles a las inspiraciones de su Santo Espíritu. 

Podrá ser un Reino de Gracia si sabemos acoger las gracias que Cristo nos da de tantas maneras, respondiendo con frutos de buenas obras.

Podrá ser un Reino de Justicia, Amor y Paz  en la medida en que los seres humanos, súbditos de Cristo Rey, busquemos y hagamos la Voluntad Divina, pues de esa manera las relaciones entre los hombres serán regidas por ese Rey que nos comunica su Verdad, su Vida, su Gracia, su Santidad, su Justicia, su Amor y su Paz.

Precisamente ese fue el propósito que tuvo el Papa Pío XI al establecer esta Fiesta:  que el Reinado de Cristo -comenzando por cada uno de nosotros los Católicos- se extendiera de cada individuo a cada familia, de cada familia a la sociedad, de la sociedad a las naciones, de las naciones al mundo entero.  Esa es nuestra obligación como súbditos de Cristo, Rey del Universo.




JESUCRISTO: EL REY DEL UNIVERSO




Cristo es rey por derecho propio y por derecho de conquista. 

Por derecho propio: lo es como hombre y como Dios. Jesucristo en cuanto hombre, por su Unión Hipostática con el Verbo, recibió del Padre "la potestad, el honor y el reino" (cfr. Dan. 7,13-14) y, en cuanto Verbo de Dios, es el Creador y Conservador de todos cuanto existe. Por eso tiene pleno y absoluto poder en toda la creación (cfr. Jn. 1,1ss).

Por derecho de conquista, en virtud de haber rescatado al género humano de la esclavitud en la que se encontraba, al precio de su sangre, mediante su Pasión y Muerte en la Cruz (cfr. 1 Pe. 1,18-19).

El Padre lo puso todo en manos de su Hijo. Debemos obedecerle en todo.
No se justo apelar al amor como pretexto para ser laxo en la obediencia a Dios. En nuestra relación con Dios, la obediencia y el amor son inseparables.
El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.»-Juan 14,21

Los mártires nos dan ejemplo. Prefirieron morir antes de negar a Jesús. Muchos mártires del siglo XX en México, España, Cuba y otros lugares murieron gritando ¡Viva Cristo Rey!. También en nuestro siglo.   

Ninguna persona, ni ley, ni entidad esta por encima de Dios. El Pontífice León XIII enseñaba en la "Inmortale Dei" la obligación de los Estados en rendir culto público a Dios, homenajeando su soberanía universal.

Diferente a los hombres, Dios ejerce siempre su autoridad para el bien. Quien confía en Dios, quien conoce su amor no dejará de obedecerle en todo, aunque algunos mandatos sobrepasen su entendimiento.  


LA FIESTA DE CRISTO REY DEL UNIVERSO


El Papa Pio XI, el 11 de diciembre de 1925, instituyó esta solemnidad que cierra el tiempo ordinario. Su propósito es recordar la soberanía universal de Jesucristo. Es una verdad que siempre la Iglesia ha profesado.