miércoles, 30 de octubre de 2013

"Tu relación de pareja es un tesoro" (Encuentro matrimonial)



Hoy también se puede vivir felizmente en pareja. Sentirse querido y apoyado es una maravillosa experiencia que podemos vivir a diario, dando y recibiendo amor, como en los inicios de vuestra relación.

Mediante ejemplos vivos te damos a conocer a ti y a tu pareja una sencilla técnica de comunicación que te ayuda a concerte mejor a tí mismo y a tu pareja. La comunicación profunda es fundamental en la convivencia. Así la intimidad entre vosotros dos crece y fortalece vuestra unión.


En un fin de semana, sin los agobios del día a día, en una residencia asistís a una serie de charlas. Después de cada charla hay un tiempo en vuestra habitación para el diálogo de la pareja, en la intimidad. No hay debates en grupo. La participación en el fin de semana es privada para la pareja.

Las charlas del fin de semana se dan en más de veinte ciudades de España, varias veces al año . Desde 1976 han asistido a estas charlas del fin de semana en España más de 32.000 parejas.

En Encuentro Matrimonial Andalucía Sur, os invitamos a participar en los siguientes fines de semana:

15, 16 y 17 de Noviembre 2013

21, 22 y 23 de Febrero de 2014

28,29 y 30 de Marzo de 2014

Para más información, podéis contactar a través de estos teléfonos:

F: 956 768 425  M: 667 468 212

F: 956 571 187  M: 609 590 515


lunes, 28 de octubre de 2013

Hoy es San Judas Tadeo... (Patrón de las causas perdidas)






“Alabanzas sean dadas a Dios y valiente para proclamar su fe”

San Judas Tadeo es uno de los santos más populares, a causa de los numerosos favores celestiales que consigue a sus devotos que le rezan con fe. En Alemania, Italia, América y muchos sitios más, tiene numerosos devotos que consiguen por su intercesión admirables ayudas de Dios, especialmente en cuanto a conseguir empleo, casa u otros beneficios más.

Santa Brígida cuenta en sus Revelaciones que Nuestro Señor le recomendó que cuando deseara conseguir ciertos favores los pidiera por medio de San Judas Tadeo.

Judas es una palabra hebrea que significa: "alabanzas sean dadas a Dios".
Tadeo quiere decir: "valiente para proclamar su fe".
Simón significa: "Dios ha oído mi súplica". A San Simón y San Judas Tadeo se les celebra la fiesta en un mismo día, el 28 de octubre, porque según una antigua tradición los dos iban siempre juntos predicando la Palabra de Dios por todas partes.

San Judas Tadeo estaba íntimamente relacionado con nuestro Señor por su parentesco con San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen. Sobrino nieto de estos dos santos, es a la vez sobrino de María y José, de donde resulta ser primo de nuestro Señor Jesucristo.

San Judas es hermano del Apóstol Santiago el Menor. Tenía otros dos hermanos a quienes llama el Evangelio "hermanos" de Jesús. Cuando nuestro Señor regresó de Judea a Nazaret, comenzó a enseñar en la sinagoga. Las gentes que le oían estaban asombradas y decían: "¿ De dónde le ha llegado tanta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?" (Mt 13,54).

La palabra "hermanos" en hebreo comúnmente significa un pariente próximo. El padre de San Judas era Cleofás. El nombre de su madre era María, que era pariente próxima de la Virgen Santísima. Ella también permaneció junto a la Cruz cuando murió nuestro Señor Jesucristo. "Cerca de la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María Magdalena" (Jn 19,25).

Durante su adolescencia y juventud, Judas fué compañero de Jesús. Cuando Jesús comenzó su vida pública, Judas dejó todo por seguirle. A San Judas se le llama Tadeo para diferenciarlo de Judas Iscariote que fue el que vendió a Jesús. En la noche de la Última Cena le preguntó a Jesús: "¿Por qué revelas tus secretos a nosotros y no al mundo?". Jesús le respondió que esto se debía a que ellos lo amaban a Él y cumplían sus mandatos y que a quien lo ama y obedece, vienen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y forman habitación en su alma (Jn. 14, 22).

Como Apóstol, trabajó con gran celo por la conversión de los paganos. Fue misionero por toda la Mesopotamia durante diez años. Regresó a Jerusalén para el Concilio de los Apóstoles. Después se unió a Simón en Libia, donde los dos Apóstoles predicaron el Evangelio a los habitantes de aquel país.

Refiere la tradición que San Judas y San Simón sufrieron martirio en Suanis, ciudad de Persia, donde habían trabajado como misioneros. A San Judas le dieron muerte con una cachiporra. Por eso se le representa con una porra sobre la cabeza. Luego, le cortaron la cabeza con un hacha. Trasladaron su cuerpo a Roma y sus restos se veneran ahora en la Basílica de San Pedro.

San Judas es conocido principalmente como autor de la Carta de su nombre en el Nuevo Testamento. Carta probablemente escrita antes de la caída de Jerusalén, por los años 62 al 65. En ella, San Judas denuncia las herejías de aquellos primeros tiempos y pone en guardia a los cristianos contra la seducción de las falsas doctrinas. Habla del juicio que amenaza a los herejes por su mala vida y condena los criterios mundanos, la lujuria y "a quienes por interés adulan a la gente". Anima a los cristianos a permanecer firmes en la fe y les anuncia que surgirán falsos maestros, que se burlarán de la Religión, a quienes Dios, en cambio, les tiene reservada la condenación.

A la soberbia de los malos contrapone la humilde lealtad del Arcángel San Miguel. Anima a los cristianos a levantar un edificio espiritual llevando una vida fundada en la fe, el amor a Dios, la esperanza y la oración. Alienta la práctica del amor al prójimo; exhorta a los cristianos a que sean pacientes y con sus vidas virtuosas conviertan a los herejes.

San Judas concluye su carta con una oración de alabanza a Dios por la Encarnación, pues por ella Jesucristo, Palabra eterna de Dios, tomó sobre sí nuestra naturaleza humana para redimirnos.


Oración a San Judas Tadeo


¡Santo Apóstol San Judas, fiel siervo y amigo de Jesús!, la Iglesia te honra e invoca universalmente, como el patrón de los casos difíciles y desesperados. Ruega por mí, estoy solo y sin ayuda.

Te imploro hagas uso del privilegio especial que se te ha concedido, de socorrer pronto y visiblemente cuando casi se ha perdido toda esperanza. Ven en mi ayuda en esta gran necesidad, para que pueda recibir consuelo y socorro del cielo en todas mis necesidades, tribulaciones y sufrimientos, particularmente (haga aquí su petición), y para que pueda alabar a Dios contigo y con todos los elegidos por siempre.

Te doy las gracias glorioso San Judas, y prometo nunca olvidarme de este gran favor, honrarte siempre como mi patrono especial y poderoso y, con agradecimiento hacer todo lo que pueda para fomentar tu devoción. Amén.

domingo, 27 de octubre de 2013

"... Porque el que se humilla será enaltecido" (Evangelio dominical)


Si la semana pasada Jesús se dirigía expresamente a sus discípulos, enseñándoles cómo se debe orar, en esta se dirige a “algunos” que se tienen por justos, se sienten muy seguros de sí mismos y, lo que es peor, desprecian a los demás. Esos “algunos” no hay que buscarlos lejos, podemos ser también nosotros, los propios discípulos de Jesús. Por eso, las palabras que nos dirige tenemos que acogerlas como una invitación a revisar cómo nos relacionamos con los demás, especialmente desde el punto de vista moral y religioso.


Y como viene siendo habitual, hoy traemos las reflexiones de tres religiosos que nos hablan en nuestro idioma, del Evangelio de San Lucas, en este Domingo XXX del Tiempo Ordinario - Ciclo "C".


Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,9-14).

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador." Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Palabra del Señor        



COMENTARIO.




Las Lecturas de hoy continúan la línea de los anteriores domingos: nos hablan de la oración.  Esta vez, de una oración humilde.  Y al decir humilde, decimos “veraz”; es decir, en verdad... pues -como decía Santa Teresa de Jesús-  “la humildad no es más que andar en verdad”.

¿Y cuál es nuestra verdad?  Que no somos nada...  Aunque creamos lo contrario, realmente no somos nada ante Dios.  Pensemos solamente de quién dependemos para estar vivos o estar muertos.  ¿En manos de Quién están los latidos de nuestro corazón?  ¿En manos nuestras o en manos de Dios? 

Hay que reflexionar en estas cosas para poder darnos cuenta de nuestra realidad, para poder “andar en verdad”.  Porque a veces nos pasa como al Fariseo del Evangelio (Lc. 18, 9-14),  que no se daba cuenta cómo era realmente y se atrevía a presentarse ante Dios como perfecto.

El  mensaje del Evangelio es más amplio de lo que parece a simple vista.  No se limita a indicarnos que debemos presentarnos ante Dios como somos; es decir, pecadores... pues todos somos pecadores ... todos sin excepción.

La exigencia de humildad en la oración no sólo se refiere a reconocernos pecadores ante Dios, sino también a reconocer nuestra realidad ante Dios.  Y nuestra realidad es que nada somos ante Dios, que nada tenemos que El no nos haya dado, que nada podemos sin que Dios lo haga en nosotros.   Esa “realidad” es nuestra “verdad”.

Comencemos hablando del primer aspecto de la humildad al orar:  el reconocer nuestros pecados ante Dios.   A Dios no le gusta que pequemos, pero debemos recordar que cuando hemos pecado, El está continuamente esperando que reconozcamos nuestros pecados y que nos arrepintamos, para luego confesarlos al Sacerdote.

Recordemos que hay otro pasaje del Evangelio que nos dice que hay más alegría en el Cielo por un pecador que se convierta que por 99 que no pecan (Lc. 15, 4-7).   Así es el Señor con el pecador que reconoce su falta... sea cual fuere.  Pues puede ser una falta grave o una falta menos grave.  O bien un defecto que hay que corregir.

Pero si tomamos la posición del Fariseo del Evangelio, y ante Dios nos creemos una gran cosa :muy cumplidos con nuestras obligaciones religiosas, muy sacrificados, etc., etc., y pasamos por alto aquel defecto que hace daño a los demás, o aquel engreimiento que nos hace creernos muy buenos, o aquella envidia que nos hace inconformes, o aquel resentimiento que nos carcome, o aquel escondido reclamo a Dios que impide el flujo de la gracia divina, nuestra oración podría ser como la del Fariseo.


Podríamos, entonces, correr el riesgo de creernos muy buenos y en realidad estamos pecando de ese pecado que tanto Dios aborrece:  la soberbia, el orgullo.

La verdad es que la virtud de la humildad es despreciada en este tiempo.  En nuestros ambientes más bien se fomenta el orgullo, la soberbia y la independencia de Dios, olvidándonos que Dios “se acerca al humilde y mira de lejos al soberbio” (Salmo 137).

Por eso dice el Señor al final del Evangelio: el que se humilla (es decir aquél que reconoce su verdad) será enaltecido (será levantado de su bajeza).  Y lo contrario sucede al que se enaltece.  Dice el Señor que será humillado, será rebajado.

Pero decíamos que este texto lo podemos aplicar también a la humildad en un sentido más amplio.  Si nos fijamos bien los hombres y mujeres de hoy nos comportamos como si fuéramos independientes de Dios.  Y muchos podemos caer en esa tentación de creer que podemos sin Dios, de no darnos cuenta que dependemos totalmente de Dios... aún para que nuestro corazón palpite.

Entonces... ¿cómo podemos ufanarnos de auto-suficientes, de auto-estimables, de auto-capacitados?

Nuestra oración debiera más bien ser como la de San Agustín: “Concédeme, Señor, conocer quien soy yo y Quien eres Tú”.  Pedir esa gracia de ver nuestra realidad, es desear “andar en verdad”.

Y al comenzar a “andar en verdad” podremos darnos cuenta que nada somos sin Dios, que nada podemos sin El, que nada tenemos sin El.  Así podremos darnos cuenta que es un engaño creernos auto-suficientes e independientes de Dios, auto-estimables y auto-capacitados.

Y como criaturas dependientes de El, debemos estar atenidos a sus leyes, a sus planes, a sus deseos, a sus modos de ver las cosas.  En una palabra, debemos reconocernos dependientes de Dios.

Podremos darnos cuenta que nuestra oración no puede ser un pliego de peticiones con los planes que nosotros nos hemos hecho solicitando a Dios su colaboración para con esos planes y deseos.   Podremos darnos cuenta que nuestra oración debe ser humilde, “veraz”, reconociéndonos dependientes de Dios, deseando cumplir sus planes y no los nuestros, buscando satisfacer sus deseos y no los nuestros.

Sobra agregar que los planes y deseos de Dios son muchísimo mejores que los nuestros.  “Así como distan el Cielo de la tierra, así distan mis caminos de vuestros caminos, mis planes de vuestros planes”  (Is. 55, 3)

Reconociéndonos dependientes de Dios, nuestra oración será una oración humilde y, por ser humilde, será también veraz.

Podrá darse en nosotros lo que dice la Primera Lectura (Eclo. o Sir. 35, 15-17; 20-22): “Quien sirve a Dios con todo su corazón es oído ... La oración del humilde atraviesa las nubes”.  Es decir quien se reconoce servidor de Dios, dependiente de Dios y no dueño de sí mismo, quien sabe que Dios es su Dueño,  ése es oído.

En la Segunda Lectura (2 Tim. 4, 6-8; 16-18)  San Pablo nos habla de haber “luchado bien el combate, correr hasta la meta y perseverar en la fe”,  y así recibir “la corona merecida, con la que el Señor nos premiará en el día de su advenimiento”.  Condición indispensable para luchar ese combate, para correr hasta esa meta, perseverando en la fe hasta el final, es -sin duda- la oración.  Pero una oración humilde, entregada, confiada, sumisa a la Voluntad de Dios.

Reflexionemos, entonces: ¿Nos reconocemos lo que somos ante Dios:  creaturas dependientes de su Creador?  ¿Somos capaces de ver nuestros pecados y de presentarnos ante Dios como somos: pecadores? ¿Es nuestra oración humilde, veraz?  ¿Oramos con humildad, entrega y confianza en Dios? ¿Reconocemos que nada somos ante El?

Entonces, ante esta verdad-realidad del ser humano, nuestra oración debiera una de adoración.  Y… ¿qué es adorar a Dios?

Es reconocerlo como nuestro Creador y nuestro Dueño.  Es reconocerme en verdad lo que soy: hechura de Dios, posesión de Dios.  Dios es mi Dueño, yo le pertenezco.  Adorar, entonces, es tomar conciencia de esa dependencia de El y de la consecuencia lógica de esa dependencia: entregarme a El y a su Voluntad.






viernes, 25 de octubre de 2013

TRIDUO EN HONOR A SAN JUDAS TADEO !! (Parroquia San García Abad)





Este fin de semana, comenzando el sábado 26 de Octubre, tendrá lugar en nuestra Parroquia de San García Abad, oficiado por nuestro párroco, José Carlos Del Valle Ruiz, el Triduo en honor de San Judas Tadeo, protector de causas difíciles, entre ellas el trabajo. Y finalizará el lunes 28, festividad de nuestro Santo Milagroso.


Sobre San Judas Tadeo

San Judas Tadeo es uno de los santos más populares, a causa de los numerosos favores celestiales que consigue a sus devotos que le rezan con fe. En Alemania, Italia, América y muchos sitios más, tiene numerosos devotos que consiguen por su intercesión admirables ayudas de Dios, especialmente en cuanto a conseguir empleo, casa u otros beneficios más. 

Santa Brígida cuenta en sus Revelaciones que Nuestro Señor le recomendó que cuando deseara conseguir ciertos favores los pidiera por medio de San Judas Tadeo.

Judas es una palabra hebrea que significa: "alabanzas sean dadas a Dios".
Tadeo quiere decir: "valiente para proclamar su fe".

San Judas Tadeo estaba íntimamente relacionado con nuestro Señor por su parentesco con San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen. Sobrino nieto de estos dos santos, es a la vez sobrino de María y José, de donde resulta ser primo de nuestro Señor Jesucristo.

San Judas es hermano del Apóstol Santiago el Menor. Tenía otros dos hermanos a quienes llama el Evangelio "hermanos" de Jesús., José, Simón y Judas?" (Mt 13,54).

La palabra "hermanos" en hebreo comúnmente significa un pariente próximo. El padre de San Judas era Cleofás. El nombre de su madre era María, que era pariente próxima de la Virgen Santísima. Ella también permaneció junto a la Cruz cuando murió nuestro Señor Jesucristo. "Cerca de la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María Magdalena" (Jn 19,25).

Durante su adolescencia y juventud, Judas fue compañero de Jesús. Cuando Jesús comenzó su vida pública, Judas dejó todo por seguirle. A San Judas se le llama Tadeo para diferenciarlo de Judas Iscariote que fue el que vendió a Jesús. 

En la noche de la Última Cena le preguntó a Jesús: "¿Por qué revelas tus secretos a nosotros y no al mundo?". Jesús le respondió que esto se debía a que ellos lo amaban a Él y cumplían sus mandatos y que a quien lo ama y obedece, vienen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y forman habitación en su alma (Jn. 14, 22).

Como Apóstol, trabajó con gran celo por la conversión de los paganos. Fue misionero por toda la Mesopotamia durante diez años. Regresó a Jerusalén para el Concilio de los Apóstoles. Después se unió a Simón en Libia, donde los dos Apóstoles predicaron el Evangelio a los habitantes de aquel país.

Refiere la tradición que San Judas y San Simón sufrieron martirio en Suanis, ciudad de Persia, donde habían trabajado como misioneros.

A San Judas le dieron muerte con una cachiporra. Por eso se le representa con una porra sobre la cabeza. Luego, le cortaron la cabeza con un hacha. Trasladaron su cuerpo a Roma y sus restos se veneran ahora en la Basílica de San Pedro.

San Judas es conocido principalmente como autor de la Carta de su nombre en el Nuevo Testamento. Carta probablemente escrita antes de la caída de Jerusalén, por los años 62 al 65. En ella, San Judas denuncia las herejías de aquellos primeros tiempos y pone en guardia a los cristianos contra la seducción de las falsas doctrinas. 

Habla del juicio que amenaza a los herejes por su mala vida y condena los criterios mundanos, la lujuria y "a quienes por interés adulan a la gente". Anima a los cristianos a permanecer firmes en la fe y les anuncia que surgirán falsos maestros, que se burlarán de la Religión, a quienes Dios, en cambio, les tiene reservada la condenación.

A la soberbia de los malos contrapone la humilde lealtad del Arcángel San Miguel. Anima a los cristianos a levantar un edificio espiritual llevando una vida fundada en la fe, el amor a Dios, la esperanza y la oración. Alienta la práctica del amor al prójimo; exhorta a los cristianos a que sean pacientes y con sus vidas virtuosas conviertan a los herejes.

San Judas concluye su carta con una oración de alabanza a Dios por la Encarnación, pues por ella Jesucristo, Palabra eterna de Dios, tomó sobre sí nuestra naturaleza humana para redimirnos.

Día 26. 1º Día del Triduo. 
Oración a San Judas por El Pan





San Judas Tadeo, abogado de las causas difíciles y defensor de los pequeños, tú sabes lo mucho que he sufrido para conseguir dignamente el pan de cada día y los pocos resultados que he obtenido, te pido por tu misericordia intercedas ante Jesucristo, Nuestro Señor, para que mi petición sea escuchada.

Sabes que somos miles de personas, las que necesitamos el alimento diario, no para llenar grandes despensas, ni por gula, sino para alimentarnos y poder protegernos de enfermedades y  así, poder llevar a cabo con dignidad nuestro deambular por el camino y que con el otro alimento, el espiritual, el del cuerpo y sangre de Nuestro Señor, seamos dignos de llevar el camino correcto de un buen cristiano.

Pero, también, pedimos ese pan que alimenta el cuerpo aquellos que todavía no conocen de ti, misericordioso San Judas, ni la Palabra de Dios.
Realizarme como persona y llevar el “pan nuestro de cada día” a mi familia, que tanto espera de mí, y del fruto de mis manos. Por esto clamo a ti para que me ayudes a elegir un trabajo digno, bien pagado y seguro.

Apóstol de Jesús, te suplico infundas mi corazón  ánimo, esperanza y fortaleza para encontrar los alimentos necesarios para el sustento mío y de mi familia, y tener así la seguridad de que, con tu gran auxilio, se abrirán las puertas del lugar donde podré conseguir una forma digna, como un empleo y contribuir con el desarrollo de la obra de Dios y el sustento de mi familia.

Te pido de manera especial que me ayudes a conseguir ese pan de cada día, que no desgaste por completo mis ánimos y fuerzas físicas para que pueda con alegría entregarme a mi pareja, hijos, otros familiares y amigos y compartir mi vida con ellos.

Con devoción rezo cinco Padrenuestros por las personas que sufren hambre y cinco Avemarías por los niños que no tienen hogar. 

Todo esto te lo pido a ti san Judas Tadeo por la intercesión de Jesucristo, Nuestro Señor y Salvador. Amén.



Día 27. 2ºDía del triduo
Oración a San Judas Tadeo por la Paz




Apóstol gloriosísimo de Nuestro Señor Jesucristo, aclamado por los fieles con el dulce título de ABOGADO DE LOS CASOS DESESPERADOS, hazme sentir tu poderosa intercesión aliviando la gravísima necesidad de Paz, en la que se encuentra nuestro mundo. 

Por el estrecho parentesco que te hace primo hermano de Nuestro Señor Jesucristo, por la privaciones y fatigas que por El sufriste, por el heroico martirio que aceptaste gustoso por su amor, por la promesa que el divino Salvador hizo a Santa Brígida de consolar a los fieles que acudiesen a tu poderosa intercesión, obtenme del Dios de las misericordias y de su Madre Santísima la gracia que con ilimitada confianza te pido a Ti, la Paz en el mundo
San Judas, por medio de tu ejemplo gentil y poderoso, me doy cuenta de la presencia serena de Dios cada día.  Ruego porque este mundo en el que vivimos, pueda encontrar la Paz que tanta falta hace.  

Porque tu paz, San Judas, la paz que calma las naciones, es la paz que calma mi corazón.  San Judas, ayúdame a descubrir que mi esperanza en ti es mi regalo para el mundo.  Que Dios nos conceda su paz a todos los ciudadanos, a mi familia y a mí, mientras esperamos su gloriosa venida.  Que la confianza de nuestro Padre nos lleve al perdón, la fuente de la paz.   

Y por ello, San Judas, rogamos intercedas por nuestros sufrimientos y por los sufrimientos que causan la guerra, esa epidemia que se convierte en la enfermedad y los dolores de nuestro mundo. 

Con devoción rezo cinco Padrenuestros por las personas que sufren los horrores de la guerra. Que pronto encuentren la Paz en sus países y en sus almas, y cinco Avemarías por los que como consecuencia de esta lacra que es la falta de Paz, han perdido toda esperanza de vida y realización personal y espiritual. 

Todo esto te lo pido a ti san Judas Tadeo por la intercesión de Jesucristo, Nuestro Señor y Salvador. Amén.



  Día 28. 3ºDía del triduo
Oración a San Judas Tadeo por el Trabajo





Oh gloriosísimo Apóstol San Judas!, siervo fiel de Jesús, y que la Iglesia os honra e invoca universalmente como patrón de los casos difíciles y desesperados. Rogad por mí que soy tan miserable; y haced uso, os ruego, de ese privilegio especial a vos concedido de socorrer visible y prontamente cuando casi se ha perdido toda esperanza. 

Venid en mi ayuda y a la de tantos millones de personas, en esta gran necesidad, que es el trabajo digno, para que reciba los consuelos y socorro del cielo en todas estas necesidades, tribulaciones y sufrimientos, que los desempleados padecemos.

San Judas Tadeo, intercesor en todo problema difícil consígueme un trabajo en el que me realice como humano y que a mi familia no le falte lo suficiente en ningún aspecto de la vida.

Que lo conserve a pesar de las circunstancias y personas adversas.
Que en el progrese, mejorando siempre mi calidad y gozando de salud y fuerza. Y que día a día trate de ser útil a cuantos me rodean.

Asocio tu intercesión a la Sagrada Familia, de la cual eres pariente y prometo difundir tu devoción como expresión de mi gratitud a tus favores. 

Con devoción rezo cinco Padrenuestros por las personas que sufren las graves consecuencias del paro. Que pronto encuentren un trabajo digno para el bienestar de su hogar y de su alegría espiritual, y cinco Avemarías por las personas que como consecuencia de esta tragedia, que es la falta de trabajo o sustento, han perdido toda esperanza de vida y realización personal y espiritual. 

Todo esto te lo pido a ti san Judas Tadeo por la intercesión de Jesucristo, Nuestro Señor y Salvador. Amén.


Oraciones Finales:


Padre nuestro que estás en el cielo. Santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.

Dios te salve María, llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Gloria al Padre, Gloria al Hijo y Gloria al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Padre nuestro que estás en el cielo. Santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.

Dios te salve María, llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Gloria al Padre, Gloria al Hijo y Gloria al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.


Padre nuestro que estás en el cielo. Santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.

Dios te salve María, llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Gloria al Padre, Gloria al Hijo y Gloria al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.







Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Católico
ACI Prensa
Ángel Corbalán