domingo, 18 de julio de 2021

«Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» (Evangelio Dominical)

 




Hoy, el Evangelio nos invita a descubrir la importancia de descansar en el Señor. Los Apóstoles regresaban de la misión que Jesús les había dado. Habían expulsado demonios, curado enfermos y predicado el Evangelio. Estaban cansados y Jesús les dice «venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» (Mc 6,31).

 

Una de las tentaciones a las que puede sucumbir cualquier cristiano es la de querer hacer muchas cosas descuidando el trato con el Señor. El Catecismo recuerda que, a la hora de hacer oración, uno de los peligros más grandes es pensar que hay otras cosas más urgentes y, de esa forma, se acaba descuidando el trato con Dios. Por eso, Jesús, a sus Apóstoles, que han trabajado mucho, que están agotados y eufóricos porque todo les ha ido bien, les dice que tienen que descansar. Y, señala el Evangelio «se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario» (Mc 6,32). Para poder rezar bien se necesitan, al menos dos cosas: la primera es estar con Jesús, porque es la persona con la que vamos a hablar. Asegurarnos de que estamos con Él. Por eso todo rato de oración empieza, generalmente, y es lo más difícil, con un acto de presencia de Dios. Tomar conciencia de que estamos con Él. Y la segunda es la necesaria soledad. Si queremos hablar con alguien, tener una conversación íntima y profunda, escogemos la soledad.

 

San Pedro Julián Eymard recomendaba descansar en Jesús después de comulgar. Y advertía del peligro de llenar la acción de gracias con muchas palabras dichas de memoria. Decía, que después de recibir el Cuerpo de Cristo, lo mejor era estar un rato en silencio, para reponer fuerzas y dejando que Jesús nos hable en el silencio de nuestro corazón. A veces, mejor que explicarle a Él nuestros proyectos es conveniente que Jesús nos instruya y anime.



 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,30-34):

 

                 



En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.

Él les dijo: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»

Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

 

Palabra del Señor

 


COMENTARIO



 

En el ya lejano 4º Domingo de Pascua Cristo resucitado se nos presentaba como el Buen Pastor y nos decía los motivos de aquel bello título; el principal de todos ellos era éste: Yo doy mi vida por las ovejas (Jn 10, 15). Hoy, el Buen Pastor ha querido dejar el pastoreo en manos de numerosas personas que hagan sus veces en el cuidado de las ovejas. Naturalmente que tanto mayor es la responsabilidad cuanto es el cargo que ocupa. Y ello puede aplicarse a los diferentes campos humanos, y muy concretamente, al campo religioso; y dentro de él nos encontramos con las tareas de la enseñanza, la educación y siempre el buen ejemplo.

 

Sabemos que, además de ser ovejas en el rebaño de Cristo, todos somos también, aunque en distinta medida, pastores. Es verdad que algunos de ellos, sin dejar de ser ovejas, han recibido una consagración especial para pastorear una parte del rebaño del Buen Pastor, el cual, ausentado visiblemente, les ha encargado precisamente dicha tarea. No por ello, las demás ovejas están dispensadas de una colaboración con los Pastores en los numerosos campos, y muy concretamente en el campo de la familia. En otras palabras, toda oveja cristiana ha recibido la misión de colaborar en las citadas tareas.

 

La dejación de la autoridad en la familia hace muy difícil el trabajo en la escuela; no otro origen tiene lo que hoy pasa con numerosos jóvenes e incluso con no pocos adultos. Vale la pena recordar lo que decía, a finales del pasado siglo, aquel gran sacerdote, llamado José Luis Martín Descalzo, respondiendo a las quejas que una madre exponía en su carta: “a los jóvenes ahora ya nadie les habla de obediencia…, el “honrar padre y madre” del cuarto mandamiento está completamente en desuso…, nadie habla de él, ni los profesores; los mismos padres no se atreven a nombrarlo. Y lo peor es que, si a un niño se le dice que obedezca, nunca falta alguien que te diga que obligarle es coartarle la libertad; que el niño tiene que nacer y crecer libre…”   

 




El comentario-respuesta que hace Martín Descalzo tiene plena vigencia. Comienza él dándole parte de la razón a la buena Señora, para añadir, acto seguido, que quienes hemos tenido, como misión principal, la educación moral y religiosa de niños y jóvenes, hemos podido constatar que, si falla el apoyo de los padres, muy poco se puede hacer en la escuela. A quienes “presumen de libertad y de autenticidad” y “no obedecen y respetan a sus padres”, porque eso los despersonalizaría, habrá que recordarles que quien manda en su vida son las modas, las costumbres, los slogans, la televisión, el sexo, las drogas, o en todo caso el peor de los tiranos, que es el propio capricho”. Con amor, con cariño, habrá que hacerles caer en la cuenta sobre las contradicciones en que incurren no pocas veces.

 

Un segundo punto de reflexión nos ofrece la invitación hecha por Jesús a los Apóstoles que acaban de llegar de la misión que Él les había encomendado: Venid a un lugar desierto a descansar un poco (Mc 6, 31). Habían regresado eufóricos con el éxito de la misión y un tanto cansados, como también lo estaba Jesús; de ahí, la invitación al descanso. Todos lo necesitamos para recuperarnos y volver con nuevas energías. Es posible que alguno tenga que hacerse esta pregunta: ¿descansar de qué, si no he dado golpe en el estudio o en otro trabajo? ¿He merecido estas vacaciones? Ojalá que la reflexión lleve a un compromiso serio.

 

Por cierto, que, en medio de nuestro legítimo descanso vacacional, nos puede sorprender lo que pasó a Jesús y a los apóstoles, al desembarcar en el lugar escogido para descansar. Nos lo dice san Marcos: Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas (Mc 6, 34). Por su parte, los apóstoles vivirán la preocupación de buscar comida para aquella gente que había venido de lejos en busca de Jesús. Habrá que encajar con tranquilidad el contratiempo.

 


Sería bueno que nuestro descanso veraniego o nuestro fin de semana conllevara siempre: un sentido humano y cristiano, un enriquecimiento cultural, una buena recuperación física y espiritual, una fraterna y amigable relación con otras personas y acaso con gentes de otros pueblos. Y todo ello en perfecta sintonía con la obra de la creación, que es siempre gloria y servicio de Dios.         

 








Fuentes:

Sagradas Escrituras

Evangeli.org

Teófilo Viñas, O.S.A.



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