Hoy, el Evangelio nos invita a comparar dos enemigos
irreconciliables: Jesús y el espíritu del mal. El Evangelio afirma: «Los
escribas que habían bajado de Jerusalén decían: ‘Está poseído por Beelzebul’»
(Mc 3,22). Este versículo nos ayuda a comprender la inquietud de los miembros
de la familia de Jesús, que fueron para llevárselo a casa. En efecto, tal como
podemos observar, Jesús no es acusado porque ha roto la Ley, o las costumbres
judías, o el Sábado. Ni tampoco se le denuncia por blasfemar. ¡Él es acusado de
estar poseído por el príncipe de los demonios! Tengamos en cuenta que ésta es
una de las primeras acusaciones dirigidas hacia Jesús, antes de que le acusaran
por quebrantar la Ley Judía.
Pero el hecho interesante es la respuesta que Jesús les dio: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir (…). Nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte» (Mc 3,23-24.27). Esto muestra que Jesús rechaza completamente la idea de que Él está actuando para Satanás. Por este motivo, Él empieza a exponer la parábola de la casa del hombre fuerte. De una u otra manera, esta parábola parece apuntar directamente a la misión de Jesús. Y esta misión muestra el Reino de Dios “atando” al hombre fuerte, Satanás, a través de la salvación realizada por Jesús.
En efecto, la expulsión de los espíritus malignos nos demuestra que Él es más fuerte que Satanás. El Papa Francisco, en una audiencia general, afirmó: «En nuestro entorno, basta con abrir un periódico y vemos que la presencia del mal existe, que el Diablo actúa. Pero quisiera decir en voz alta: ¡Dios es más fuerte! Vosotros, ¿creéis esto: que Dios es más fuerte?».
Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
[Mc 3, 20-35]
EN aquel tiempo, Jesús llegó a casa con sus discípulos y de nuevo se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí.
Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:
«Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».
El los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas:
«¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dice:
«Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».
Él les pregunta:
«Quiénes son mi madre y mis hermanos?».
Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:
«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».
Palabra del Señor.
COMENTARIO.
La Primera Lectura (Gen 3, 9-15), nos habla de las
consecuencias de caer en la tentación.
Nadie está libre de tentaciones. ¡Ni Jesucristo!
Cuando Jesús fue tentado en el desierto, El despachó de inmediato al
Demonio. Así deberíamos actuar nosotros. No como Adán y Eva en el
Paraíso Terrenal. De inmediato hay que despachar al Demonio orando,
porque la oración impide que el demonio tome más fuerza y termina por
despacharlo.
Ahora bien, enseguida del pecado original, vemos a Dios
buscando a Adán: "¿Dónde estás?" Adán le responde:
“Tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí". El replicó:
"¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que Yo
te prohibí?".
¿Qué significa estar desnudo? Es la desnudez de la falta
de la gracia divina. Se les cayó a Adán y a Eva el ropaje maravilloso,
esplendoroso de la gracia divina. Se pusieron en contra de Dios y
perdieron el ropaje divino de la gracia. Y ahora tienen miedo, se
esconden, porque se sienten descubiertos y desnudos.
Igual estamos nosotros al pecar, desprovistos del ropaje de la
gracia. Por eso no es recomendable permanecer desnudos, desprovistos de
la gracia divina. Cuanto más pronto la recuperemos, mejor es. ¿Cómo?
Arrepentimiento y Confesión.
Y a la pregunta de Dios de si había comido del árbol
prohibido, la respuesta de Adán es de totalmente irresponsable: "La
mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él".
Y Eva dio una respuesta igual: "La serpiente me sedujo y
comí".
Ninguno de los dos asume su responsabilidad: Adán, que
tenía a cargo proteger el Jardín del Edén (del demonio, suponemos) culpa a
Eva. Y ella culpa a la serpiente.
Y nosotros ¿cómo asumimos nuestras culpas? ¿Nos
confesamos acusando al que nos hizo estallar de rabia o al marido o la esposa
que dijo tal cosa? ¿O tomamos responsabilidad por nuestro pecado como nos
corresponde?
¿Qué sucedió después de que Adán y Eva cometieron el primer
pecado, el llamado Pecado Original? ¿Qué hizo Dios?
Dios no deja a Adán y Eva a merced del demonio, sino que hace
la gran promesa de restauración de la gracia que han perdido.
Debemos darnos cuenta que al hacer lo que el Demonio les había
propuesto, Adán y Eva habían caído en las redes del Maligno. Pero Dios no
los abandonó, sino que les prometió un Redentor, un Salvador, alguien que
vendría para rescatar a todos los seres humanos.
Esa promesa se llama el“Proto-evangelio” (el primer
Evangelio), porque es el anuncio de Jesucristo, el Redentor del mundo. Y
esa promesa está en el primer libro de la Biblia. O sea que, desde el
comienzo, Dios nos anuncia a Jesucristo, que vendrá a salvarnos de las redes
del Demonio.
Entonces Dios le dijo a la serpiente …: “Pondré enemistad
entre ti y la Mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te aplastará la
cabeza, mientras tú sólo arañarás su talón.” (Gn. 3, 15)
Vamos a ver con detalle el significado del Proto-evangelio.
¿Quién es la Mujer? La Santísima Virgen
María. "Ella te aplastará la cabeza".
¿Cuál es la descendencia de la Mujer? Jesús.
Jesucristo el Redentor del mundo.
¿Quién aplastará la cabeza de la serpiente?
Jesucristo.
Por eso hay imágenes de la Virgen aplastando la serpiente, es
decir, aplastando al Demonio, porque su Hijo vencerá al Demonio.
¿Quién es el talón herido, arañado? El género humano que
quedó herido por el pecado original. El Demonio puede tentarnos, pero no
vencernos, porque Jesucristo nos salva del Demonio. Si amamos a Dios y
seguimos su voluntad, el Demonio sólo puede arañarnos, tentarnos,
pero no vencernos definitivamente, a menos que caigamos en sus redes,
distrayéndonos en alguna tentación que proponga, cayendo en pecado y
adicionalmente nos resistamos a arrepentirnos.
Y ¿cuál será la descendencia de la serpiente? Son los
seres humanos que siguen al Demonio y que no siguen a Dios. Aquéllos que
quieren vivir en pecado, al lado y del lado del Demonio.
¿Recuerdan en la película La Pasión de Mel Gibson al
demonio cargando a un bebé feísimo? El cineasta quiso presentar así la
descendencia del demonio: ésta de que habla el Proto-Evangelio. Y el pecador es
mucho más feo que ese bebé y el Demonio mucho más feo que ese demonio de la
película.
El Evangelio de hoy nos trae tres temas importantes:
1.
Guerra entre demonios:
Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: "Está
poseído por Belcebú y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los
Demonios". Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó:
"¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás? Un reino donde hay luchas internas
no puede subsistir. Y una familia dividida tampoco puede subsistir. Por lo
tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede
subsistir, sino que ha llegado a su fin.
Muy pertinente esta advertencia para los que van a brujos,
psíquicos, santeros, metafísicos, espiritistas, etc. para aliviar los males
provenientes del demonio y de las fuerzas del mal o para lograr algún fin que
deseen. "¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás? Un reino donde
hay luchas internas no puede subsistir.”, advirtió Jesús entonces y
advierte hoy a todo el que busca ayuda para cosas buenas o malas (es igualmente
malo) de parte de cualquiera de esos “especialistas” del mundo de las
tinieblas.
2.
El pecado contra el Espíritu Santo:
¿Algún pecado no se perdona? No hay ningún pecado que
Dios y la Iglesia no puedan perdonar. Entonces ¿qué significan estas
palabras de Jesús?
«En verdad les digo: se les perdonará todo a los hombres, ya
sean pecados o blasfemias contra Dios, por muchos que sean. En cambio, el
que calumnie al Espíritu Santo, no tendrá jamás perdón, pues se queda con un
pecado que nunca lo dejará.» (Mc 3, 20-35)
Según esto, como que sí hay un pecado que no se perdona:
es el pecado contra el Espíritu Santo. ¿En qué consiste, entonces, este
pecado? Consiste en que la persona no se arrepiente, porque no se deja
influir por el Espíritu Santo. Y no se perdona, porque sin
arrepentimiento no puede haber perdón.
Por eso es que la Iglesia dice que esas palabras de Jesús se
refieren a los pecadores que no quieren arrepentirse. Porque ¿cómo puede
Dios perdonar a quien no pide perdón? Es que no se dejan perdonar, porque
Dios siempre nos perdona … si nos arrepentimos y cumplimos las condiciones que
El puso para perdonarnos.
En realidad, el pecado contra el Espíritu Santo es el rechazo
a Dios y al arrepentimiento inclusive hasta el momento de la muerte.
Entonces, el arrepentimiento o contrición es indispensable
para recibir el perdón de Dios. Y hay dos maneras de arrepentirnos:
Existe la “contrición imperfecta” o “atrición”, por la cual
nos arrepentimos debido al temor a la condenación eterna o al rechazo del mismo
pecado. Este arrepentimiento imperfecto es suficiente para obtener el perdón de
pecados mortales o veniales en el Sacramento de la Confesión.
Pero mejor aún es la “contrición perfecta”, que consiste en
optar por Dios y rechazar el pecado, porque preferimos a Dios más que a
cualquier otra cosa, especialmente aquello que nos da el pecado. Con este
arrepentimiento se nos perdonan las faltas veniales y hasta los pecados
mortales. Eso sí: siempre y cuando tengamos la firme
resolución de confesar los pecados graves en el Sacramento de la Confesión
enseguida que nos sea posible.
¿Y qué decir del suicidio, por ejemplo? ¿Se
perdona? El Catecismo de la Iglesia dice esto: “No se debe desesperar de
la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios
puede haberles facilitado, por caminos que El solo conoce, la ocasión de un
arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han
atentado contra su vida”. (CIC #2283)
Ahora están muy de moda el llamado “suicidio asistido” y la
eutanasia, ni hablar del aborto, que es ya casi costumbre.
Por eso hay que reafirmar que sólo Dios es dueño de cada vida
humana. No podemos disponer de nuestra vida ni de la de los demás según
nuestros deseos y criterios. El mandamiento “No matar” se aplica a la
muerte a uno mismo y a la muerte a los demás, incluyendo a los bebés que están
aún en el vientre de su madre y desde el primer instante de su concepción, por
lo que el aborto, en cualquier momento del embarazo también es un pecado grave.
Otro pecado contra la vida es la eutanasia o asesinato
misericordioso, que consiste en acabar con la vida de un enfermo
terminal. Ni el enfermo, ni los médicos, nadie, tiene derecho para
decidir el momento de la muerte, por lo que el llamado “suicidio asistido”
también es un pecado que comete el suicida y todo el que colabora en suspender
una vida humana.
Ahora bien, por más graves que sean estos y otros pecados,
todos tienen perdón de Dios si se cumple con el debido arrepentimiento y, para
los católicos, con la Confesión.
3. Quiénes siguen la Voluntad de Dios:
Vuelto a casa, se juntó otra vez tanta gente que ni siquiera
podían comer. Al enterarse sus parientes de todo lo anterior, fueron a
buscarlo para llevárselo, pues decían: «Se ha vuelto loco.»
Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: "Está
poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los
Demonios".
Sus parientes creen que Jesús está medio loco y los Escribas
que está poseído del Demonio. Entonces Jesús corrige a los Maestros de la
Ley que lo acusaban de sacar los espíritus malignos con la ayuda de Belzebú,
jefe de los demonios.
Y luego se cambia la escena de nuevo: aparece la
Santísima Virgen María a la puerta de la casa donde estaba Jesús, buscándolo
junto con los parientes. Y sucede algo inesperado:
«Tu Madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y preguntan
por ti. Él les contestó: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos»
Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: «Estos son mi
madre y mis hermanos.
Porque todo el que hace la voluntad de Dios es hermano mío y hermana y madre.»
Porque todo el que hace la voluntad de Dios es hermano mío y hermana y madre.»
Debe haber sido un momento impactante para los Apóstoles,
porque lo refiere el Evangelista San Marcos, secretario de San Pedro, y también
San Mateo Apóstol y Evangelista. También Lucas, aunque éste no debe haber
estado presente en este incidente.
Esta respuesta no significa desprecio de Jesús por su
Madre. Por el contrario: nos la pone como ejemplo de aquélla que de
veras cumplió como nadie la Voluntad del Padre. Nos indica también que
Dios establece una relación más profunda, la cual va más allá de los lazos de
sangre, pues se basa en los vínculos de la gracia divina.
Este pasaje impactante también debe impactarnos a nosotros,
porque la “familia” termina siendo quien hace la Voluntad de Dios.
Son todos los que siguen a Cristo en su entrega a la Voluntad del Padre.
Puede ser que en esa “familia” estén incluidos algunos o todos los miembros de
mi familia. Pueda ser que por un tiempo no estén mis familiares y luego
más tarde sí. Lo importante es saber -porque así nos lo dice Cristo- que
la familia de Dios, su “familia”, está formada por aquéllos que hacen su
Voluntad.
En la Segunda Lectura (Cor 4,13-18.5,1)San Pablo nos
recuerda que nuestra meta no está aquí en la tierra, sino allá en el Cielo y de
que los sufrimientos son pasajeros y nos preparan para la vida eterna.
Y usa una comparación muy bella sobre nuestra vida en la tierra
como vivir en una tienda de campaña (él era fabricantes de éstas), pero que en
el Cielo tendremos una casa permanente que Dios nos ha fabricado.
Nuestra angustia, que es leve y pasajera, nos prepara una
gloria eterna, que supera toda medida. Porque no tenemos puesta la mirada en
las cosas visibles, sino en las invisibles: lo que se ve es transitorio, lo que
no se ve es eterno. Nosotros sabemos, en efecto, que si esta tienda de campaña
-nuestra morada terrenal- es destruida, tenemos una casa permanente en el
cielo, no construida por el hombre, sino por Dios.
Fuentes:
Sagradas Escrituras
Homilias.org
Evangeli.org
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