San Carlos Borromeo, un santo que tomó muy en serio las
palabras de Jesús; "Quien ahorra su
vida, la pierde, pero el que gasta su vida por Mí, la ganará".
Era de familia muy rica. Su hermano mayor, a quien
correspondía la mayor parte de la herencia, murió repentinamente al caer de un
caballo. El consideró la muerte de su hermano como un aviso enviado por el
cielo, para estar preparado porque el día menos pensado llega Dios por medio de
la muerte a pedirnos cuentas. Renunció a sus riquezas y fue ordenado sacerdote
y más tarde Arzobispo de Milán.
Aunque no faltan las acusaciones de que su
elección fue por nepostismo (era sobrino del Papa), sus enormes frutos de
santidad demuestran que fue una elección del Espíritu Santo.
Como obispo, su diócesis que reunía a los pueblos de
Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria. Los atendía a todos. Su escudo
llevaba una sola palabra: "Humilitas", humildad. El, siendo noble
y riquísimo, vivía cerca del pueblo, privándose de lujos. Fue llamado con razón
"padre de los pobres".
Decía que un obispo demasiado cuidadoso de su salud no
consigue llegar a ser santo y que a todo sacerdote y a todo apóstol deben
sobrarles trabajos para hacer, en vez de tener tiempo de sobra para perder.
Para con los necesitados era suprémamente comprensivo. Para
con sus colaboradores era muy amigable y atento, pero exigente. Y para consigo
mismo era exigentísimo y severo.
Fue el primer secretario de Estado del Vaticano (en el
sentido moderno).
Fue blanco de un vil atentado, mientras rezaba en su
capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente al agresor.
Fundó seminarios para formar sacerdotes bien preparados, y
redactó para esos institutos unos reglamentos tan sabios, que muchos obispos
los copiaron para organizar según ellos sus propios seminarios.
Fue amigo de San Pío V, San Francisco de Borja, San Felipe
Neri, San Félix de Cantalicio y San Andrés Avelino y de varios santos más.
Murió joven y pobre, habiendo enriquecido enormemente a
muchos con la gracia… murió diciendo: "Ya
voy, Señor, ya voy".
En Milán casi nadie durmió esa noche, ante la tremenda
noticia de que su queridísimo Cardenal arzobispo, estaba agonizando.
Al principio de la noche del 3 al 4 de noviembre, murió
apaciblemente, mientras pronunciaba las palabras "Ecce venio". No
tenía más que cuarenta y seis años de edad.
La devoción al santo cardenal se propagó rápidamente. En
1601, el cardenal Baronio, quien le llamó "un segundo Ambrosio",
mandó al clero de Milán una orden de Clemente VIII para que, en el aniversario
de la muerte del arzobispo, no celebrasen misa de requiem, sino una misa
solemne. San Carlos Borromeo está enterrado en la cripta del Duomo milanés.
San Carlos fue oficialmente canonizado por Paulo V el 1º de
noviembre de 1610.
Oración
a San Carlos Borromeo
Glorioso San Carlos, para todos modelo de fe, de humildad,
de pureza, de constancia en el sufrimiento. Empleaste todos tus dones para la
mayor gloria de Dios, para la salvación de los hombres, con una donación total,
hasta el punto de ser víctima de tu entrega. Concede a nosotros, tus devotos,
firmeza en nuestros propósitos, espíritu de sacrificio, trabajo constante para
el bien de los hermanos. Danos fidelidad hacia el Señor, amor hacia la Iglesia,
constancia en las adversidades y perseverancia en el bien. Dios Padre, no mires
nuestros méritos, sino los de tu siervo y nuestro protector, San Carlos.
Ayúdanos a ser fieles testigos de la fe, para que lleguemos un día a disfrutar
contigo del cielo. Amén.
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