“Esta noche es nochebuena,
y no es noche de dormir,
que la Virgen tiene un niño,
que nos viene a redimir...
En Belén cantan las glorias,
de Jesús el Redentor,
los pastores y pastoras,
l
e festejan con amor. “.
¡Hoy sí podemos cantar el villancico con propiedad! Hoy sí estaremos todos, de un modo u otro, preparando la cena, adornando la casa, ultimando el Belén… Ojala dediquemos tiempo y espacio –por dentro y por fuera- a prepararlo todo. Y ojala no nos ocurra como al rey David en la primera lectura de hoy que, con la mejor voluntad y poca lucidez (eso que nos pasa tan a menudo) quiere construir un templo al Señor, pues “mientras yo vivo en un casa de cedro, el arca del Señor vive en una tienda”.
¡Cuántas veces seguimos creyendo que nuestros gustos y deseos son los de Dios, nuestras necesidades y sueños los suyos! Y parece ser que no siempre coinciden… no siempre.
¡Cuántas veces nos situamos en la vida, en nuestras relaciones o tareas apostólicas como si el futuro del mismo Dios dependiera de mí y de lo que yo pueda darle! Y entonces, volvemos a escuchar la voz de Dios: “¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Yo te saqué de los apriscos donde cuidabas ovejas… Yo te he creado… Yo te cuido… Yo te salvo…”
Y entonces, en esos momentos de lucidez evangélica que a veces nos regala Dios, sólo entonces, podemos cantar y bendecir al Señor como Zacarías, “porque el Dios de Israel visita y redime a su pueblo” cada día.
Esta Noche Santa y Buena, delante del Niño Jesús y delante del Dios que nos habita, el Altísimo hecho Pequeñísimo, volvamos a confesar nuestra fe y nuestro amor y olvidémonos de construir grandezas. Dios tiene ya el mejor y más bello templo donde habitar: la Creación entera y en especial, la carne de todo ser humano.
Feliz Nochebuena.
Y esta noche, nace El Salvador!
Esta noche nace el Salvador… nuestro Rey, nuestro Señor… esta noche nace en el más humilde de los lugares… entre animales y suciedad… nace como el más pobre de los pobres… ese, que es Dios mismo, nace como la más humilde de las criaturas de Dios…
Nace frágil e indefenso… con toda la fragilidad de nuestra naturaleza humana… y se pone en las manos de José y María… ¡cuánta confianza tiene Dios ellos!… ¡y cuánto gozo deben haber sentido ellos al tomarlo entre sus brazos por primera vez!
De nuevo, esta noche, Jesús nace en nuestros corazones… y como José y María, nosotros lo acogemos con júbilo, con gozo, con alegría… y lo apretamos muy fuerte a nuestro pecho… y queremos protegerlo… guardarlo… mimarlo… para que siempre permanezca aquí… con nosotros… en nosotros…
Ese el verdadero tesoro… y es el más maravilloso de los regalos que vamos a recibir el día de mañana… el niño Dios que llega a nuestras vidas para iluminarlas con su amor…
Que Dios los bendiga en esta Nochebuena… y todas las noches de sus vidas… porque hace dos mil años hubo la más “buena” de las noches… y desde entonces, cada día es Navidad…
Fuentes:
Iluminación Divina.
Rosa Ruiz, Misionera Claretiana
Ángel Corbalán
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