Terminó
el Ciclo Litúrgico “B” con la Fiesta de Cristo Rey, pero las lecturas de
Adviento, al comienzo del Ciclo “C”, siguen en la misma tónica de los últimos
domingos del Tiempo Ordinario. Parecería que las lecturas se estuvieran
repitiendo. Y es que el Año Litúrgico comienza con la venida de Cristo y
termina con la venida Cristo.
De
allí que se le llame a Cristo el Alfa y la Omega, el principio y fin de
todo. De allí que la Liturgia de Adviento, preparatoria de la Navidad,
nos lleve constantemente de la primera venida de Cristo (Natividad=Navidad) a
su segunda venida en gloria (Parusía).
“Yo
haré nacer del tronco de David un vástago santo, que ejercerá la justicia y el
derecho en la tierra” (Jr. 33, 14-16). Es sólo una frase tomada de la Primera
Lectura del Profeta Jeremías. Y en estas breves palabras, que, analizadas
gramaticalmente forman una oración compuesta por una oración principal y por
una complementaria, la principal nos habla de la venida histórica de Cristo y
la complementaria nos habla de su segunda venida. Es una muestra -en una
sola frase- del vaivén de la Liturgia de Adviento entre la primera y la segunda
venida de Cristo.
La oración principal nos habla de “un vástago santo, proveniente del tronco de David”. Nos está hablando de Jesús descendiente de David que nacerá y -por supuesto será santo. La oración complementaria nos habla decuando ese descendiente de David venga a ejercer “la justicia y el derecho en la tierra”. Y esto no sucederá sino al fin de los tiempos cuando venga a establecer su reinado definitivo sobre la humanidad.
La
salvación de la humanidad la obtuvo Cristo durante su vida en la tierra, más
específicamente con su pasión, muerte y resurrección. Pero esa salvación
se realizará sólo en aquéllos que aprovechen los méritos de Cristo, al
responder con su sí a la Voluntad Divina.
Y
esa salvación se realizará plenamente sólo al fin de los tiempos cuando, como
nos dice el Evangelio de hoy (Lc.
21, 25-28.34-36) “verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran
poder y majestad”.
En
el final del Ciclo Litúrgico, de los pasados domingos, las lecturas nos
invitaban a pensar en la segunda venida de Cristo en gloria. Las lecturas
del Adviento nos invitan a prepararnos para esa venida.
Y como viene
siendo habitual, traemos tres reflexiones de otros tantos religiosos que lo
hace en nuestro idioma y
relacionado con La Palabra de Dios, en este domingo I de Adviento, en este ciclo "C".
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (21,25-28.34-36):
«Habrá signos en el sol y
la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes,
enloquecidas por el estruendo del mar y del oleaje.
Los hombres quedarán
sin aliento por el miedo y la ansiedad, ante lo que se le viene encima
al mundo, pues los astros temblarán.
Entonces, verán al Hijo del Hombre
venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder
esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.»
Palabra del Señor
Palabra del Señor
COMIENZA EL ADVIENTO.
Para estar vivo, ten cuidado: “no se te embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero, y se te eche encima de repente aquel día. Estate siempre despierto, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir, y mantente en pie ante el Hijo del Hombre”.
¡Qué mensaje más bonito en el último día del año litúrgico para saborearlo en la memoria de María en sábado!. Que no se nos embote la mente con preocupaciones absurdas. Que estemos bien despejados, despiertos de tanto susurro que amortaja el alma en la superficialidad y el desencanto. En pié, alerta, firmes ante Jesús el Cristo de nuestra fe. Sin bostezos ni lágrimas de aburrimiento en los ojillos. Y si no lo puedes evitar, pide fuerza para escapar de lo que está por venir, eso que puede arruinar todo cuanto has hecho hasta ahora y agota el último aceite de la alcuza. No se puede bajar la guardia porque el partido termina cuando pita el árbitro. Todo el tiempo de juego es tiempo de salvación.
Hermano, hemos de pasar por la purificación para llegar al lugar donde “no hay ni habrá ya nada maldito”. Lo maldito se pega a nuestros huesos con suma facilidad y hay que ejercitarse en la ascesis de antaño para rejuvenecer, de lo contrario, no dejaremos la noche y necesitaremos luz de lámpara o del sol, luceros de poca monta comparados con la luz que irradia el Señor Dios.
Mirad que el Señor está para llegar. Dichoso quien tiene presente el mensaje profético. Esperad, postrados en tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
¡Buen Adviento!
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