La
presentación del señor, hace
referencia a la Ley de Moisés que habla sobre un rito de purificación:
"El
primogénito varón de cada hogar pertenece al Señor y para liberarlo se debe
pagar una limosna en el templo. Según la misma ley cumplidos los 40 días del
nacimiento, el niño debe ser presentado en el Templo".
María
y José
así lo hicieron el día 02 de febrero, que contando desde el 25 de
diciembre fecha del nacimiento de Jesús se cumplían los 40 días.
De aquí surge
la costumbre de los católicos de llevar a sus niños al templo para presentarlo
ante Nuestro señor y la Virgen María; como lo hicieron María y José.
Aunque esta fiesta del 2 de febrero cae
fuera del tiempo de navidad, es una parte integrante del relato de navidad. Es
una chispa de fuego de navidad, es una epifanía del día cuadragésimo. Navidad,
epifanía, presentación del Señor son tres paneles de un tríptico litúrgico.
Entonces, además
de la ley que obligaba a purificarse, había otra que ordenaba ofrecer a Dios al
primogénito, aunque posteriormente podía ser rescatado por cierta suma de
dinero. María cumplió estrictamente con todas esas ordenanzas.
Permaneció 40
días en su casa sin dejarse ver, absteniéndose de entrar al templo y de
participar en las ceremonias de culto. Luego se dirigió a Jerusalén con su hijo
en brazos, hizo sus ofrendas como acción de gracias y para su expiación,
presentó a su Hijo, por manos del sacerdote a su Padre Celestial y luego lo
rescató por cinco shekels recibiéndolo de nuevo en sus brazos hasta que el
Padre volviera a reclamarlo.
Sin duda
alguna, Cristo nos dio un ejemplo de humildad, obediencia y devoción al renovar
públicamente la propia oblación al Padre como El lo había hecho en su Encarnación.
Historia de la Fiesta.
Es una fiesta antiquísima de origen oriental. La Iglesia de Jerusalén la
celebraba ya en el siglo IV. Se celebraba allí a los cuarenta días de la fiesta
de la epifanía, el 14 de febrero. La peregrina Eteria, que cuenta esto en su
famoso diario, añade el interesante comentario de que se "celebraba con el
mayor gozo, como si fuera la pascua misma"'. Desde Jerusalén, la fiesta se
propagó a otras iglesias de Oriente y de Occidente. En el siglo VII, si no
antes, había sido introducida en Roma. Se asoció con esta fiesta una procesión
de las candelas. La Iglesia romana celebraba la fiesta cuarenta días después de
navidad.
Entre las iglesias orientales se conocía esta fiesta como "La fiesta del Encuentro" (en griego, Hypapante), nombre muy significativo y expresivo, que destaca un aspecto fundamental de la fiesta: el encuentro del Ungido de Dios con su pueblo. San Lucas narra el hecho en el capítulo 2 de su evangelio. Obedeciendo a la ley mosaica, los padres de Jesús llevaron a su hijo al templo cuarenta días después de su nacimiento para presentarlo al Señor y hacer una ofrenda por él.
Entre las iglesias orientales se conocía esta fiesta como "La fiesta del Encuentro" (en griego, Hypapante), nombre muy significativo y expresivo, que destaca un aspecto fundamental de la fiesta: el encuentro del Ungido de Dios con su pueblo. San Lucas narra el hecho en el capítulo 2 de su evangelio. Obedeciendo a la ley mosaica, los padres de Jesús llevaron a su hijo al templo cuarenta días después de su nacimiento para presentarlo al Señor y hacer una ofrenda por él.
Esta fiesta comenzó a ser conocida en Occidente, desde el siglo X, con el
nombre de Purificación de la bienaventurada virgen María. Fue incluida entre
las fiestas de Nuestra Señora. Pero esto no era del todo correcto, ya que la
Iglesia celebra en este día, esencialmente, un misterio de nuestro Señor. En el
calendario romano, revisado en 1969, se cambió el nombre por el de "La
Presentación del Señor". Esta es una indicación más verdadera de la
naturaleza y del objeto de la fiesta. Sin embargo, ello no quiere decir que infravaloremos
el papel importantísimo de María en los acontecimientos que celebramos. Los
misterios de Cristo y de su madre están estrechamente ligados, de manera que
nos encontramos aquí con una especie de celebración dual, una fiesta de Cristo
y de María.
La bendición de las candelas antes de la misa y la procesión con las velas
encendidas son rasgos chocantes de la celebración actual. El misal romano ha
mantenido estas costumbres, ofreciendo dos formas alternativas de procesión. Es
adecuado que, en este día, al escuchar el cántico de Simeón en el evangelio (Lc
2,22-40), aclamemos a Cristo como
"luz para iluminar a las naciones y para dar gloria a tu pueblo,
Israel".
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