lunes, 25 de noviembre de 2013

Hoy es San García Abad... el gran Santo desconocido!!





Estamos en este templo parroquial que lleva el nombre de un gran santo. Tan santo como desconocido. 


Sirva pues, esta intervención, para dar a conocer algo de la historia de  este santo abad, García de Arlanza, como una declaración de fe personal y ojalá llegue a los corazones de aquellos que dudan o no conocen a nuestro Patrón, y a este, humilde pecador.


Generalmente, solo lo que conocemos, nos han contado, visto, leído o vivido, es lo que sabemos que ha pasado y lo consideramos como real. Y todo lo contrario, lo que ignoramos, es como si no hubiera pasado, ni existido.

Por lo tanto, a la vista de todos los datos, apuntes e información que hemos recopilado durante cierto tiempo y fruto de la investigación, pensamos que era de justicia, casi mil años después, dar a conocer al santo, al personaje y su obra, porque en realidad existió e hizo cosas muy importantes.

¡!San García Abad, ese gran santo desconocido.!!

“Avia y un abbat sancto, servo del Criador
Don Era del monasterio caudillo, e senhor,
La grey demostraba cual era el pastor”.
(Gonzalo de Berceo)

Este fragmento en castellano antiguo, de Gonzalo de Berceo, nuestro gran maestro del Mester de Clerecía, viene a decir de nuestro santo abad que; “Había un santo abad, siervo del Creador, donde era del Monasterio caudillo y señor, Y la grey, la Congregación de fieles, y monjes demostraban cuál era su pastor”.


Aunque se sobreentienda, quiero apuntar que además de santo abad, García, para nuestro Gonzalo de Berceo, era un siervo del Señor… y Caudillo; que viene del latín  capitellus,“Hombre que dirige algún gremio, comunidad o cuerpo”, en este caso, los monjes del monasterio.

Y que estos monjes demostraban con su labor o actitud quien era su abad, director, o guía. Este fragmento, ya nos indica quien era este santo abad.

García, abad, sabio y santo

Este santo, como suele ser habitual, se hace, no nace. 

García, nuestro santo, nació en La Bureba, entre Belorado y Briviesca en el lugar llamado Quintanilla, provincia de Burgos, hoy conocido con el sobre nombre de San García, a finales del siglo X o entrada del XI. Más bien, para quien os habla, a finales del X.

Vivió su infancia en dicho pueblo, donde fue educado cristianamente y recibió el llamamiento a la vida religiosa que muy pronto iba a seguir en la Orden benedictina. Y así, dejando la casa paterna, en su pueblo natal de Quintanilla, fue caminando hasta llegar al monasterio de San Pedro de Arlanza, ubicado a orillas del rio del mismo nombre.

Algo cansado por la caminata, unos 85 kms.,  y acompañado por algunos familiares, se presentó al Padre Abad del Monasterio, quien después de las primeras impresiones le asignó una serie de ocupaciones dentro de las reglas de San Benito.

Y aquel niño, que fue andando varios días, desde su casa hasta el convento de San Pedro de Arlanza, años más tarde, no sólo sería el más grande de todos los abades benedictinos, de aquella época y en aquel incipiente reino de Castilla, también fue consejero de los tres primeros reyes castellanos, de grandes señores y amigo personal y consejero de Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador.

Pues bien, una vez transcurrido el noviciado,  García había de vivir, en calidad de monje benedictino, más de cuarenta años. Su existencia se resumirá en estas palabras tan benedictinas: ora et labora, reza y trabaja.

Además de la oración litúrgica, a los monjes benedictinos, se les manda el trabajo, no por razones económicas, eran otros tiempos, sino como medio de bondad de vida, para disciplinar esta y preparar el espíritu a la oración.
Nuestro santo, siendo un monje benedictino más, destaca enseñando a forasteros y campesinos a labrar la tierra, a desaguar los pantanos, a cultivar la vid, a injertar árboles, a construir casas e iglesias y a ganar con el sudor de su frente el sustento corporal.

En el año 1039, al quedar vacante el puesto por la defunción del Abad Aurelio, en votación secreta y por unanimidad de los 150 monjes, García, fue elegido Abad del Monasterio de San Pedro de Arlanza. Este hecho, es de destacar, pues no se conoce algo igual en ninguno de los cientos de monasterios, benedictinos o de otra orden, en esa época.  Ahora podemos entender al bueno de Berceo, cuando decía aquello de… “La grey sabía quién era su pastor”.

Su buen hacer como abad, sus conocimientos y buenas obras, fueron de conocimiento popular fuera de los muros del Monasterio. 

Tanto es así que fue nombrado consejero del primer rey de Castilla, Don Fernando I el Grande, y con él asistió a la batalla de Atapuerca en 1054. (Contra su hermano García, el de Nájera, rey de Pamplona)

Es tal la admiración por todos los que le van conociendo: Fernando I, sus hijos, Sancho II y Alfonso VI… y hasta el mismo Cid Campeador, que piden su asesoramiento y como muestra de gratitud, le confieren tierras y recompensas que nuestro santo, reparte entre los vecinos y los más necesitados.

En el terreno de lo místico y espiritual, hay que destacar entre otros, dos momentos importantes en la historia de nuestro santo.

Hacia el año 1061, por revelación divina, García, encuentra las reliquias de los cuerpos de tres santos: San Vicente y sus hermanos mártires Sabina y Cristeta, y los traslada al Monasterio de Arlanza. Lo cuenta Gonzalo de Berceo.

La santidad, como es sabido, no consiste en hacer milagros. Sin embargo, el pueblo fácilmente ve santidad donde hay milagros; y muchas veces así suele suceder. Fue sobre el año 1044, se habían perdido las cosechas en Castilla. Por lo tanto, no había ni frutas ni vid….

Aquel Viernes Santo, el Abad García, se dispuso a bendecir el pan y el agua, lo único que disponían en el Monasterio, y ante el asombro de los 150 monjes, el agua se convirtió en vino.

Desde aquel día la confianza de los monjes en su tierno y compasivo abad no tuvo límites; y lo que aparentemente sólo remediaba una necesidad corporal, sirvió para ensanchar su corazón y ayudarles a correr los caminos, que llevan a la santidad.

Pero por encima de esas grandezas y de hasta milagros que hizo en vida. Lo que más me ha impactado en la investigación de la vida de este gran hombre, del que hablamos, mil años después, es su fuerza interior, sabiduría, humildad y gran justicia, al dedicar todo aquello que recibía de los grandes señores, como eran las tierras colindantes a aquel convento o incluso más lejanas, para dárselas a las familias que huían de las guerras fratricidas o del sur, de aquellos reinos de Taifas…


Y además, les instruía en el maravilloso arte de la agricultura, y aquello de ganarse el sustento con la labor del día a día, y con el tiempo…, en esas pequeñas parcelas, se levantaron casas, se propagó la agricultura fuera de los conventos, muy a tener en cuenta para esa época, y propiciaron los pequeños pueblos que entonces cubrieron lo que comenzaba a llamarse Reino de Castilla.

Su sabiduría y honestidad, fueron reconocidas en vida, incluso en momentos difíciles en la corte castellana. Sus buenos consejos a Rodrigo Díaz de Vivar, llevaron a aplacar a este , que sospechaba de Alfonso VI, como instigador del asesinato del monarca, amigo personal del “Mio Cid” y optar por la opción más sabia, me remito al juramento de Santa Gadea, donde como sabréis,  el Cid, obligó a Alfonso VI el Bravo, rey de Castilla y León, a jurar que no había tomado parte en el asesinato de su propio hermano, el rey Sancho II, quien fue asesinado ante los muros de la ciudad de Zamora en el año 1072. 

Una curiosidad, como algunos sabrán, quien asesinó a Sancho II, fue un noble leonés llamado Vellido Dolfos, que simulando pasarse al bando castellano, a traición, clavó una lanza al monarca castellano y huyó. Es curioso, al día de hoy, en el ranking de traidores, está en el 7º lugar, de esa lista que encabeza Judas Iscariote.

Bueno, como decía antes, García, dio un sabio consejo al Cid Campeador, que propició la paz y el progreso o avance de ese reino tan fundamental para lo que después sería España. Este fue el último servicio como consejero de nuestro santo, ya que fallecería un año más tarde, en una fría tarde de otoño.

Cuando nuestro santo, sintió agotadas sus fuerzas y conoció que el mal de muerte le tenía asido fuertemente, quiso dejar a sus monjes la herencia riquísima de sus consejos y enseñanzas.

Contaron algunos juglares que; García, en su lecho, antes de morir, congregó a todos los monjes en torno suyo, los miró con ojos cargados de febril brillantez, y dejó fluir en palabras entrecortadas, sus cariños de padre y los fervores de Santo.

A los pocos días recibía la visita del obispo de Burgos, Don Jimeno, amigo suyo y entre los sollozos de los monjes y tras darle un abrazo al Santo, dijo “Padre García, amadísimo Padre, damos gracias a Dios, le damos gracias de que, al fin, triunfando de esta vida pasas al descanso de la gloria. No te olvidarás de nosotros al verte seguro, verdad? Padre?. Ruega mucho al Señor, pídele mucho por nosotros y por estos que son tus hijos, para que algún día nos encontremos todos juntos en el cielo; y entonces, para siempre, para siempre”.


Estas palabras dirigidas a García de Arlanza, que se recogen en diferentes escritos, que son parte de la historia de otro santo, ha servido para darle vida a una oración que se repite cada día del Triduo que se hace en su honor, en esta Parroquia, los días 23, 24 y 25 de Noviembre. Siendo este último, el día de la Festividad de nuestro santo abad.

Allí, en el templo a la derecha del santo, podréis conocer observar la reliquia, un hueso de 15cms. del pie, que desde el año 2003, se encuentra en esta parroquia algecireña.

Mira por donde, han tenido que pasar mil años para que de una forma u otra, bien con la relíquia, estas celebraciones o este libro, haya llegado este santo abad a nuestra ciudad y nuestro conocimiento.

Era cuestión de justicia el conocerlo… Ya, el Todopoderoso, la hizo llevándolo junto a él, en el Cielo que es mucho más grande que Castilla.

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