Los ejemplos ganaderos son lógicos para una sociedad
mayoritariamente agrícola como lo era la nación judía de tiempos de Jesús. Y
dichos ejemplos se han mantenido en permanente actualidad pues esas referencias
han estado vivas muchos siglos, en la habitual existencia de los seres humanos.
Hoy, ciertamente, todavía hay países en los que el campo tiene una especial
importancia, pero se marcha hacia una mayor presencia del hombre en la ciudad y
ahí el argumento ganadero podría perder fuerza. Es muy probable que muchos de
nuestros niños solo hayan visto ovejas en la televisión o fugazmente a lo
lejos, desde las ventanillas de un raudo automóvil que atraviesa los campos. En
otro tiempo –en los de Jesús—eran tan próximas las ovejas que compartían
habitación con los humanos.
Sin embargo, a pesar de esa lejanía argumental, hay algo muy
fuerte y expresivo en la acción de Jesús como pastor único y autentico. Y
emerge directamente, además, una advertencia muy grave: "Os aseguro que el
que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra
parte, ése es ladrón y bandido". ¿Qué significa? ¿Se refiere a los falsos
profetas, a los mentirosos, a los embaucadores de la fe? Tanto esta semana,
como la anterior, en diferentes textos se ha aludido al ecumenismo, a los
hermanos separados y a quienes no se abren a la acción del Espíritu. En ese
caso parece que está claro que el único Pastor, el Pastor de todos es Jesús.
Lectura del santo evangelio según san Juan (10,1-10):
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Os aseguro que el que no entra por la puerta
en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y
bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le
abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre
a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante
de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo
seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba.
Por eso añadió Jesús: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los
que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los
escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y
salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer
estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»
Palabra del Señor
COMENTARIO.
Las
lecturas del día de hoy nos hablan de Jesús, el Buen Pastor, y de nosotros, sus
ovejas.
Si
nos fijamos bien, son muchas las veces que en la Sagrada Escritura, tanto en el
Antiguo, como en el Nuevo Testamento, se nos compara a nosotros los seres humanos
con las ovejas. Y, ciertamente, la oveja era un animal que abundaba en
toda la zona habitada por el pueblo hebreo. De hecho, muchos de los
hebreos eran pastores. Pero hemos de suponer que también habría otros
animales domésticos con los cuales compararnos, como -por ejemplo- el
perro o el gato, o algunos animales de carga, como el burro o el camello;
también habría aves de muchas clases.
Entonces
cabe preguntarnos: ¿por qué se insiste tanto en compararnos con la oveja?
Se ve esto mucho en los Salmos y en el Evangelio Jesucristo lo hace con
comparaciones realmente conmovedoras.
Sin
embargo, para la mayoría, el comportamiento de la oveja resulta prácticamente
desconocido. Puede ser que hayamos podido ver algo sobre esto en
películas, en la televisión o en Internet.
Resulta
interesante, entonces, adentrarse en ciertos detalles sobre este dulce animal,
para ver cuánto nos quiere decir el Señor al compararnos una y otra vez con las
ovejas y al definirse El como el “Buen
Pastor”.
La
oveja es un animal frágil. Se ve ¡tan gordita!, pero al esquilarla, es
decir, al quitarle la lana, queda delgadita y se le nota entonces toda su
fragilidad.
Es,
además, un animal dependiente, no se vale por sí sola: depende totalmente de su
pastor. Por cierto, no de cualquier pastor, sino de “su” pastor. Es
tan incapaz, que con sus débiles y poco flexibles patitas, no puede siquiera
treparse al pastor y necesita que éste la suba. No así un perro ... o un
gato.
Si
se queda ensartada en una cerca o en una zarza, no puede salirse por sí sola:
necesita que el pastor la rescate.
Otro
detalle importante es que la oveja anda en rebaño, no puede andar sola.
Si llegara a quedarse sola, no es capaz de defenderse: es fácil presa del lobo
o de otros animales feroces.
Su
dependencia del pastor la hace ser muy obediente y muy atenta a la voz y a la
dirección de “su” pastor. No obedece la voz de cualquier pastor, sino que
atiende sólo a la del suyo.
El
pastor lleva a veces a pastar a sus ovejas guiándolas con una vara alta,
llamada cayado, y a veces las reune en un espacio cercado, llamado redil o
aprisco.
Entonces... ¿qué nos quiere decir el Señor al compararnos con las ovejas? ... Y
¿qué nos quiere decir al definirse El como el “Buen Pastor”? El Señor nos dice que
El es el mejor de los pastores, pues El da la vida -como de hecho la dio- por
sus ovejas. Y sus ovejas lo conocen y escuchan su voz. Nos dice
también que El conoce a cada una de sus ovejas por su nombre, y las ovejas
reconocen su voz (cfr. Jn. 10,
1-10).
Nosotros somos -de acuerdo a lo que nos dice la Palabra de Dios- ovejas del
Señor. Quiere decir que somos también frágiles, aunque la mayoría de las
veces nos creemos muy fuertes y muy capaces. Somos, por lo tanto,
dependientes del Señor y, tal como las ovejas, tampoco nos valemos por nosotros
mismos.
Sin
embargo, engañados, podemos pasarnos gran parte de nuestra vida y aún, toda
nuestra vida, tratando de ser independientes de Dios, tratando de valernos por
nosotros mismos.
¿Cuántas veces no nos sucede esto? Y nos sucede también que nos enredamos
en nuestra vida espiritual. Y ¿quién puede desenredarnos? ¿Quién
puede sacarnos de la zarza o de la cerca en que estamos atrapados? Bien
lo sabemos: necesitamos de nuestro Pastor. Y El nos busca,
nos rescata, nos cura, y nos coloca sobre su hombro, igual que a la oveja
perdida, para llevarnos al redil. De sus 100 ovejas deja a las 99 ovejas
seguras en el aprisco y sale a buscar a la perdida.
¿Cuántas veces no ha hecho esto el Señor con nosotros -con cada uno de
nosotros- cada vez que nos escapamos del redil o que nos desviamos del camino. (Lc. 15, 4).
Cuando Jesús nos compara con las ovejas, El se compara con el Buen
Pastor. Es la imagen que conocemos mejor. Pero Jesús también nos ha
dicho: “Yo soy la puerta de las
ovejas” (Jn 10, 1-10).
Para
comprender qué nos quiere decir el Señor cuando se compara con el portal de las
ovejas, hay que imaginar cómo eran esos rediles en que los pastores colocaban a
sus ovejas para cuidarlas. Eran unos corrales hecho de muros de piedras
bastante altos y sólo había un portal de entrada. Ahí se colocaba el
pastor para impedir que entrara alguna fiera o algún bandido.
Por eso Jesús agrega: “Yo soy
la puerta; quien entre encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar
y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia".
Oveja
que entre por la puerta que es Jesús, estará bien alimentada y cuidada por
El. Pero el ladrón, ése que se trepa por la pared de rocas del corral y
se mete en medio del rebaño, “viene
a robar, a matar y a destruir”.
Y
Jesús identifica a esos ladrones y bandidos: en su tiempo, eran los fariseos
que se opusieron a Jesús, el Mesías enviado de Dios. Pero ¿quiénes son
ésos bandidos ahora? ¿Quiénes son los que hablan a las ovejas para
confundirlas?
No
debemos, entonces, obedecer la voz de los ladrones de ovejas. De éstos nos
habla el Señor en el Evangelio de hoy. Son los que no entran por la
puerta del redil, sino que saltan por un lado de la cerca y tratan de
engañarnos, simulando ser pastores para llevarse a las ovejas.
Esos falsos pastores son todos los falsos maestros que confunden, pues nos
hablan tratando de imitar a nuestro Pastor, con enseñanzas falsas, que parecen
verdaderas, para sacarnos del redil, para sacarnos de la Iglesia, para hacernos
perder la Fe que nos enseña nuestro Pastor
Algunos
se pueden identifican sin problema, porque se oponen directamente a Dios: unos
son a-teos y más recientemente han aparecido unos más agresivos, que son
anti-teos. Pero hay otras voces más traicioneras, que sí logran engañar a
algunas ovejas. ¿Cómo quiénes?
Por
ejemplo aquéllos que dicen que da lo mismo cualquier religión, que no hay que
aceptar todo lo que dice la Iglesia que Jesús fundó. Eso es como decir
que se puede estar en cualquier rebaño o se puede estar solo por ahí lejos del
rebaño de Cristo.
Aquéllos que difunden por la TV, por Internet, por el cine, por libros,
cuestiones que parecen verdades pero que son errores. Son todos los errores
y herejías modernas, contenidas -por ejemplo- en ese amasijo de falsedades que
es el New Age o Nueva Era.
Otros
son aquéllos que quieren cambiar el matrimonio de un hombre y una mujer por
uniones entre personas del mismo sexo y le dicen al rebaño que no aceptar esas
uniones es estar contra las personas con tendencias homosexuales.
Otros quieren instaurar una supuesta educación sexual, que lo que
pretende es enseñarles prácticas sexuales de cualquier tipo a nuestros niños
pequeños.
Otros
son aquéllos que dicen que no hay que confesarse con el Sacerdote que es un
pecador igual o peor que el que se va a confesar.
Otros
son aquéllos que manipulan a las ovejas, usando la mentira para engañarlas;
además convirtiendo a la justicia en instrumento de sus deseos tiránicos y de
paso estimulando odio, violencia y muertes.
A
los predicadores de estos errores se refiere Jesucristo en el Evangelio de hoy
que no entran por la puerta del redil, sino que saltan por otro lado: “El ladrón sólo viene a robar, a matar y
a destruir ... Mis ovejas reconocen mi voz ... A un extraño mis ovejas
no lo seguirán, porque no
conocen la voz de los extraños”. ¡Cuidado con las voces
extrañas! ¡Cuidado con confundirlas con la Voz del Buen Pastor! Se
parecen... pero no son.
Nosotros
y los que nos enseñen deben entrar por la puerta del redil. ¿Qué es la
Puerta? Es Jesucristo mismo, pues en este pasaje también se identifica
como la Puerta del
sitio donde guarda a sus ovejas. Para entrar al sitio donde el Pastor
guarda sus ovejas, tenemos que entrar por esa Puerta que es Cristo mismo y todo
lo que Cristo es y nos ha dejado: su Gracia, su Iglesia, sus Sacramentos, sus
enseñanzas. No podemos inventarnos otras puertas, ni saltar por la cerca
del redil, ni escuchar a los que han entrado así, pues ésos no son pastores,
sino ladrones
OJO,
pues, ¡que los bandidos son muchos!
Quiere
decir que no podemos andar solos, “como
ovejas descarriadas”, tal como lo dice San Pedro en la Segunda
Lectura (1 Pe. 2, 20-25), pues
corremos el riesgo de ser devorados por los lobos que están siempre al acecho.
Tenemos,
entonces, que reconocernos dependientes -totalmente dependientes de Dios- como
son las ovejas de su pastor. Así, como ellas, podemos ser totalmente
obedientes a la Voz y a la Voluntad de nuestro Pastor, Jesucristo, el Buen Pastor.
San
Pedro vuelve a insistirnos en esta Carta suya sobre el valor del sufrimiento, a
imitación de Cristo sufriente: “Soportar
con paciencia los sufrimientos que les vienen por hacer el bien, es cosa
agradable a los ojos de Dios”. Cristo nos dejó su
ejemplo y debemos seguir sus huellas... aún en el sufrimiento injusto:
aquél que pueda venirnos por hacer el bien.
El
Salmo de hoy es uno de los Salmos favoritos de los cristianos. Es el
Salmo del Pastor, el Salmo 22,
el cual abunda en más detalles sobre el Buen
Pastor y nosotros, sus ovejas.
Hemos
dicho que la oveja confía plenamente en su pastor. Por eso, aunque
pasemos por cañadas oscuras (aunque
pasemos por dificultades, adversidades, contrariedades) nada tememos, porque nuestro Pastor va
con nosotros; su vara y su cayado nos dan seguridad. El nos hace reposar
en verdes praderas y nos conduce hacia fuentes tranquilas para reponer nuestras
fuerzas.
Por
todo esto, hemos repetido en el Salmo y podemos repetirlo a lo largo del día
como una oración muy útil a nuestra vida espiritual la primera frase de este
Salmo:
“El Señor es mi Pastor, nada me falta”
Fuentes:
Sagradas
Escrituras
Homilias.org
Ángel
Gómez Escorial
Ángel
Corbalán
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