El evangelio de este día nos presenta a un Jesús poderoso, a un Jesús capaz de
hacer los milagros nunca antes imaginados. El milagro de la multiplicación de
los panes es uno de los más recordados por todos nosotros, pues, en cierta
manera nos gusta saber que Jesús puede realizar maravillas de donde no hay
mucho. Pero es así, Dios es capaz de hacer esto y mucho más.
Es interesante observar la metodología que siguió Jesús en este milagro. Primero ve la situación, sabe que humanamente sería difícil salir al paso. Segundo, prueba a sus discípulos; les pide una solución humana. Andrés de forma un poco ingenua insinúa:- Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces, pero ¿qué es esto para tanta gente?
Al ver que ellos no son capaces de solucionar el problema, entonces, actúa. –Haced que se recueste la gente... y el milagro se hizo realidad.
Es interesante observar la metodología que siguió Jesús en este milagro. Primero ve la situación, sabe que humanamente sería difícil salir al paso. Segundo, prueba a sus discípulos; les pide una solución humana. Andrés de forma un poco ingenua insinúa:- Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces, pero ¿qué es esto para tanta gente?
Al ver que ellos no son capaces de solucionar el problema, entonces, actúa. –Haced que se recueste la gente... y el milagro se hizo realidad.
Muchas veces pensamos que nuestros problemas no tienen solución, que humanamente no hay una salida, o que somos un verdadero fracaso y que más nos valiera mejor no haber nacido, etc, etc...
Pensemos que Dios con su omnipotencia infinita nos puede ayudar. Basta que pongamos nuestros cinco panes y dos peces. Y estos cinco panes y dos peces pueden ser quizá mis muchas o pocas virtudes, mis logros, triunfos pero también mis caídas y fracasos. En definitiva basta que nos abramos completamente a Jesús y le demos todo lo que tengamos sea poco o mucho, de esto Él se encarga.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,13-21):
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.»
Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.»
Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.»
Les dijo: «Traédmelos.»
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Palabra del Señor
.
COMENTARIO:
El tema de la Liturgia de hoy es el de la Providencia Divina y la confianza que debe tener el cristiano de que Dios, que es Padre... y Padre infinitamente Misericordioso, se ocupa de todas nuestras necesidades tanto espirituales, como materiales.
El cristiano que confía en Dios sabe que nada le faltará,
pues Dios Padre se ocupa de cada una de sus criaturas: se ocupa de los lirios
del campo y de las aves del cielo, y más aún se ocupa de cada uno de nosotros,
sus creaturas que, como El mismo nos dice, valemos mucho más que las flores y
los animales (cfr. Mt. 6, 28).
En la Primera Lectura de hoy, tomada del Profeta Isaías (Is.
55, 1-3), podemos apreciar el cuido amoroso de un Dios que es Padre,
ocupándose de sus creaturas. Así nos dice el Señor a través del Profeta: “Todos
ustedes, los que tienen sed, vengan por agua; y los que no tienen dinero,
venga, tomen trigo y coman; tomen vino y leche sin pagar. ¿Por qué gastar
el dinero en lo que no es pan, y salario en lo que no alimenta?
Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platos sustanciosos.
Préstenme atención, venga a Mí, escúchenme y vivirán” (Is. 55, 1-3).
En esta Lectura podemos intuir, tanto los bienes y alimentos materiales, como los espirituales. Y todos ellos nos vienen de Dios, aunque nos toque trabajar un poco para obtenerlos. Tal vez no nos damos cuenta de que es Dios Quien nos los provee.
Y algunos nos lo da de manera totalmente gratuita.
Comida gratis. Vengan y tomen trigo y vino sin pagar, nos dice
en esta Primera Lectura. ¿Qué alimento más gratuito hay que la Sagrada
Comunión? Pan y vino gratis. Y ¡cómo alimenta! Alimenta el
alma en el camino hacia la Vida Eterna.
Para los bienes materiales, El nos da la posibilidad de
encontrarlos poniendo nosotros nuestro aporte, que es el trabajo
cotidiano. Para los espirituales nuestro aporte consiste en nuestra
respuesta a la Gracia Divina, es decir, nuestro “sí” a la Voluntad de
Dios. Recordemos esto cada vez que recemos el Padre Nuestro, pues “el Pan
nuestro de cada día” que pedimos en esa oración con que Jesús nos enseñó
invocar a Su Padre, nuestro Padre, se refiere al alimento material y también al
alimento espiritual.
El Salmo nos recuerda esa confianza en la Providencia Divina. Así hemos rezado: “Abres, Señor, tu mano y nos sacias de favores... A todos alimentas a su tiempo ... Todos quedan satisfechos”. (Sal. 144)
Dentro de esa confianza que debe tener el cristiano de que
Dios todo lo provee y de que Dios no permite nada que no sea conveniente para
nuestra salvación, está la Segunda Lectura del Apóstol San Pablo a los Romanos (Rm.
8, 35, 37-39).
Nada -absolutamente nada- puede apartarnos del amor que
sabemos que Dios nos tiene: ni las tribulaciones, ni las angustias, ni la
persecución, ni el hambre, ni el peligro, ni la guerra... Nada ... Ni la
muerte, ni la vida, ni los demonios, ni el presente, ni el futuro ... En todo
confiamos en Dios y no dudamos de su Amor. Así es la seguridad del
cristiano que confía en su Padre, Dios.
El Evangelio nos trae uno de los milagros más recordados de Jesús, el de la Multiplicación de los Panes y los Peces: alimento multiplicado y gratis para saciar a todos los que le seguían en ese momento. Pero, más allá del milagro multiplicador, es interesante descubrir en este texto del Evangelista San Mateo (Mt. 14, 13-21),algunos detalles que rodearon este impresionante milagro.
Lo primero que llama la atención es el hecho de que para el
momento de este acontecimiento, Jesús se acaba de enterar de la muerte de su
primo, su Precursor, San Juan Bautista. Nos dice el Evangelista que “al
enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se
dirigió a un lugar solitario”.
Es decir, que en ese momento el Señor estaba de duelo y
quería retirarse a solas, seguramente a orar, o simplemente a recuperarse de la
tristeza de este hecho. Sabemos que, como Dios, Jesús conocía de antemano
lo que iba a suceder a su primo. Pero, como Hombre verdadero que era
también, sentía aflicción por tal pérdida y por tan vil asesinato (cfr.
Mt. 14, 1-12).
Pero ... ¿por qué llama la atención esto? Llama
la atención por lo que de seguidas nos cuenta el Evangelista: al saber la gente
que Jesús estaba por allí, lo siguieron por tierra y El, al ver aquella
muchedumbre, “se compadeció de ella y curó a los enfermos”. Y
la atención de Jesús para con esa gente no se queda allí, sino que
posteriormente, les da de comer a todos.
Si observamos bien, entonces, nos damos cuenta de que Jesús
se olvida de lo que inicialmente iba a hacer, se olvida de su retiro en
soledad, se olvida de su duelo, de su dolor, y se somete a la solicitud de una
muchedumbre hambrienta de pan material y de pan espiritual.
Y nosotros, que debemos ser imitadores de Cristo, ¿es así
como actuamos con relación a las necesidades de los demás? ¿Qué
necesidades ponemos de primero: las nuestras o las de los demás? ¿Cómo
atendemos a quien nos necesita para que le demos una palabra de aliento, una
atención porque está enfermo o simplemente porque necesita un trozo de
pan? ¿Hacemos como Jesús? ¿Nos olvidamos de nuestra tristeza o
preocupación personal para atender a otros, aún desde nuestra propia tristeza o
preocupación? ... ¿O buscamos ser nosotros atendidos, olvidando a los
demás? ¿Buscamos ser consolados en vez de consolar? ¿Ser
comprendidos en vez de comprender? ¿Ser amados en vez de amar?
... ¿Cómo actuamos? ¿Cómo somos? ...
El otro detalle que llama la atención de este milagro multiplicador de comida es el hecho de que Jesús le pregunta a sus discípulos cuánta comida tienen. Y ellos le informan: son sólo cinco panes y dos pescados. La muchedumbre era grande: cinco mil hombres, más las mujeres y los niños. Si tomamos en cuenta que a Jesús lo seguían muchas más mujeres que hombres, probablemente en total podían haber sido unas quince mil personas. ¿Cómo podían los discípulos, preocupados por el gentío, seguir la indicación del Señor que les dice: “Denles ustedes de comer”?
El Señor les pedía un imposible: dar de comer a quince mil
con cinco panes y dos pescados. Ellos obedecen, aunque parecía
imposible. Y nosotros... ¿cómo actuamos cuando el Señor nos pide algo que
creemos imposible? ¿Confiamos en la Providencia Divina o confiamos sólo
en nuestras débiles fuerzas? ¿Confiamos plenamente en Dios u
olvidamos que Dios nunca nos pide algo que no podamos cumplir con su
Gracia?
¿Qué sucedió, entonces, en esta escena
evangélica? ¡Sucedió lo imposible! Los Apóstoles sí pudieron
cumplir la instrucción del Señor, pues, acto seguido, Jesús efectúa el
milagro: de los cinco panes y dos peces iban saliendo muchísimos panes y
pescados... ¡tantos! que al final, después de haber comido todos, se recogieron
doce cestas de sobras.
Las cifras que pone el Evangelista dan una idea de la
espectacularidad del milagro. Pero este milagro fue ¡nada! en comparación
con otro milagro que este milagro pre-anuncia: la Sagrada Eucaristía, en la
cual Jesús se convierte El mismo en nuestro “Pan bajado del Cielo” (Jn. 6,
41).
En efecto, Jesús es nuestro “Pan de Vida” que alimenta
nuestra vida espiritual, que se da a nosotros como alimento en la Hostia
Consagrada, cada vez que queramos recibirlo: diariamente, si deseamos.
Alimento espiritual gratis también, como anunciaba la profecía de Isaías en la
Primera Lectura.
Recordemos: Dios provee todas nuestras necesidades... las
materiales y las espirituales. Espera, eso sí, que depongamos nuestros
gustos y deseos para dar prioridad a las necesidades de los demás.
Espera, además, que sigamos sus instrucciones... aunque nos parezcan imposibles
de cumplir. Y también espera que pongamos lo poco que tengamos (nuestros cinco
panes y dos pescados) para El multiplicarlos para los demás. Y nos da
otro pan gratis que nos alimenta en el camino a la Vida Eterna: la Sagrada
Comunión.
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