Ángel
de mi guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, hasta
que me pongas en los brazos de Jesús, José y María.
En la S. Biblia la palabra Ángel significa
"Mensajero". Un espíritu purísimo que está cerca de Dios para
adorarlo, y cumplir sus órdenes y llevar sus mensajes a los seres humanos.
En el antiguo testamento aparece la figura del ángel
custodio que ayuda a cada hombre en su vida. Según la Iglesia Católica cada
hombre tiene un ángel que le cuida, le protege, le ayuda, le guía. Nunca le
deja sólo y siempre está con él en los momentos difíciles de su vida, nunca caerá
en su olvido.
La primera constancia que tenemos de los ángeles custodios
es cuando cada niño tiene un ángel de la guardia que le ayuda y protege. El
ángel custodio sigue siendo esa misma figura presente en los adultos.
Angeles custodios desde...
En el Nuevo Testamento es tan viva la creencia de que cada
uno tiene un ángel custodio, que cuando San Pedro al ser sacado de la cárcel
llega a llamar a la puerta de la casa donde están reunidos los discípulos de
Jesús, ellos creen al principio, que no es Pedro en persona y exclaman:
"Será su ángel" (Hechos 12, 15).
Ya en el año 800 se celebraba en Inglaterra una fiesta a los
Ángeles de la Guarda y desde el año 1111 existe una oración muy famosa al Ángel
de la Guarda. Dice así: "Ángel del Señor, que por orden de su piadosa
providencia eres mi guardián, custodiame en este día (o en esta noche) ilumina
mi entendimiento, dirige mis afectos, gobierna mis sentimientos, para que jamás
ofenda a Dios Señor. Amen.
En el año 1608 el Sumo Pontífice extendió a toda la Iglesia
universal la fiesta de los Ángeles Custodios y la colocó el día 2 de octubre.
Consejos de un santo: San Bernardo en el año 1010 hizo un
sermón muy célebre acerca del Ángel de la Guarda, comentando estas tres frases:
Respetemos su presencia (portándonos como es debido).
Agradezcámosle sus
favores (que son muchos más de los que nos podemos imaginar).
Y confiemos en su
ayuda (que es muy poderosa porque es superior en poder a los demonios que nos
atacan y a nuestras pasiones que nos traicionan).
San Juan Bosco narra que el día de la fiesta del Ángel de la
Guarda, un dos de octubre, recomendó a sus muchachos que en los momentos de
peligro invocaran a su Ángel Custodio y que en esa semana dos jóvenes obreros
estaban en un andamio altísimo alcanzando materiales y de pronto se partió la
tabla y se vinieron abajo. Uno de ellos recordó el consejo oído y exclamó:
"Ángel de mi guarda!". Cayeron sin sentido. Fueron a recoger al uno y
lo encontraron muerto, y cuando levantaron al segundo, al que había invocado al
Ángel Custodio, este recobró el sentido y subió corriendo la escalera del
andamio como si nada le hubiera pasado. Preguntado luego exclamó: "Cuando
vi que me venía abajo invoqué a mi Ángel de la Guarda y sentí como si me
pusieran por debajo una sábana y me bajaran suavecito. Y después ya no recuerdo
más". Así lo narra el santo.
En el siglo II el gran sabio Orígenes señalaba que "los
cristianos creemos que a cada uno nos designa Dios un ángel para que nos guíe y
proteja".
Desde la infancia a la muerte, la vida de humana esta
rodeada de su custodia. "Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector
y pastor para conducirlo a la vida". Desde esta tierra, la vida cristiana
participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los
hombres, unidos en Dios. CIC 336
La vida humana comienza en el momento de la concepción. Es
en ese momento que Dios crea nuestra alma y se deduce que es entonces cuando se
nos asigna el ángel custodio. Los ángeles custodios están encargados de velar
por cada uno de nosotros, protegiéndonos de los peligros y alentando nuestra
vida en Cristo. Deberíamos ser agradecidos con nuestro ángel e invocar su
protección y guía
«Ángel santo de la guarda, compañero de mi vida, tú que
nunca me abandonas, ni de noche ni de día. Aunque espíritu invisible, sé que te
hallas a mi lado, escuchas mis oraciones, y cuentas todos mis pasos. En las
sombras de la noche, me defiendes del demonio, tendiendo sobre mi pecho, tus
alas de nácar y oro. Ángel de Dios, que yo escuche, tu mensaje y que lo viva,
que vaya siempre contigo, hacia Dios, que me lo envía. Testigo de lo invisible,
presencia del cielo amiga, gracias por tu fiel custodia, gracias por tu
compañía».
Santo Tomás de Aquino dividió los Coros angélicos en nueve
categorías diferentes: «Los Serafines, Querubines y Tronos, forman la augusta
corte de la Santísima Trinidad; las Dominaciones presiden el gobierno del
Universo; las Virtudes, la fijeza de las leyes naturales; las Potestades
refrenan el poder de los demonios; los Principados tienen bajo su amparo a los
reinos y naciones; lo Arcángeles defienden a las comunidades menores, y los
Ángeles guardan a cada uno de los hombres».
Los mismos Salmos hablan con frecuencia de los Ángeles.
Jesucristo se refirió en varias ocasiones a la misión de estos Espíritus
purísimos. San Agustín afirmaba en su tiempo que «el Ángel de la Guarda nos ama
como a hermanos y está con una santa impaciencia por vernos ocupar en el cielo
aquellas sillas de que se hicieron indignos los ángeles rebeldes». ¿Qué hacer
nosotros por el Ángel, ya que tanto hace él por nosotros? Dice el Éxodo:
«Respétale y escucha su voz... Si oyes su voz y ejecutas cuanto te ordene, seré
enemigo de tus enemigos».
ORACIÓN AL ÁNGEL DE LA GUARDA
Ángel de la paz, Ángel de la Guarda, a quien soy
encomendado, mi defensor, mi vigilante centinela; gracias te doy, que me
libraste de muchos daños del cuerpo y del alma. Gracias te doy, que estando
durmiendo, me velaste, y despierto, me encaminaste; al oído, con santas
inspiraciones me avisaste.
Perdóname, amigo mío, mensajero del cielo, consejero,
protector y fiel guarda mía; muro fuerte de mi alma, defensor y compañero
celestial. En mis desobediencias, vilezas y descortesías, ayúdame y guárdame
siempre de noche y de día. Amén.
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