La mejor apología que podemos hacer de San Jerónimo son las
palabras que el Papa Benedicto XV le dedica en la Encíclica «Spíritus
Paráclitus»: «el máximo doctor que dio el cielo, para interpretar la Divina
Escritura». Nace alrededor del los años 330 en Estridón, una ciudad
de Dalmacia.
Educado en Roma con los mejores maestros de la época, pronto
destaca por su gran inteligencia. Siendo catecúmeno, se deja arrastrar en
alguna ocasión por las malas influencias del ambiente, mas movido por la
gracia, al terminar sus estudios, recibe el Bautismo. Renuncia a
los caminos de gloria humana que le brindaba su dominio de los clásicos latinos
y se entrega al estudio de la Palabra divina y a una vida de intenso ascetismo.
Después de una etapa viajera se traslada al desierto de
Calcis. «Oh soledad dichosa, exclama, si tu padre para detenerte se tiende en
el umbral de tu puerta, pasa por encima de él» (Carta a Heliodoro).
Allí el santo anacoreta, entregado de lleno a la oración y el ayuno, se ve
envuelto en un mar de tentaciones. Pero sale triunfante de ellas y con la
virtudes más acrisolada, «...porque fiel es Dios que no permite que
seamos tentados sobre nuestras fuerzas» (1 Cor. 10, 13).
Poco más de treinta años contaría San Jerónimo cuando se
ordena sacerdote. Hacia el año 382, invitado por el Papa San
Dámaso, se traslada a Roma donde llegó a ser nombrado secretario del Sumo
Pontífice. Aureolado por el brillo de su santidad y ciencia, se le consulta
siempre como defensor de la fe. Por orden del Papa emprende su obra cumbre: la
traducción de los Sagrados Libros, que con el nombre de VULGATA, adoptó
oficialmente la Iglesia. Hasta que se extinga su vida jamás dejará el estudio
de la Sagradas Escrituras.
La Orden Jerónima Merced a su influencia saludable, algunas
damas de la nobleza dejarán el mundo para llevar vida escondida en Cristo.
Muerto el Pontífice, se levantan tal serie de calumnias contra San Jerónimo
que, pese a ser probada su inocencia, decide abandonar Roma. «Doy gracias a
Dios, decía, porque me ha juzgado digno de que el mundo me odie».
Tras recorrer los Santos lugares, se establece en la gruta
de Belén, donde se le unen muchos discípulos y son fundados varios monasterios
femeninos por su dirigida Santa Paula, y uno masculino dirigido por el mismo
doctor.
Junto a sus trabajos bíblicos, fue inagotable sus labor en
defensa del dogma ante la multitud de herejías reinantes..Tras muchos
sufrimientos murió el 30 de septiembre del año 420. «Amad la ciencia de la
Escritura y no amareis los vicios de la carne», repetía San Jerónimo,
«...Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo».
Oremos
Oh Dios, que concediste a San Jerónimo saber gustar de la
sagrada Escritura y vivirla intensamente, haz que tu pueblo se alimente cada
vez más en tu Palabra y encuentre en ella la fuente de la vida. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo.
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