Entregan su vida a transmitir el mensaje de Cristo alrededor del mundo. Pero, su cometido no sólo es evangelizar, también educan a sociedades con graves deficiencias culturales, ayudan a los más necesitados y acompañan a los enfermos. Son los misioneros. Religiosos y laicos que abandonan las comodidades occidentales por una vida dedicada al prójimo. Como españoles, deberiamos estar orgullosos, son 25.000 misioneros españoles en el mundo.
La labor misionera es sólo un pequeña muestra de la titánica historia de la evangelización protagonizada por los misioneros que a lo largo de tantos siglos han puesto en marcha un desarrollo integral del hombre.
El anuncio del Evangelio no puede desligarse de la promoción humana del hombre y por eso lo misioneros se han convertido er los verdaderos protagonistas de desarrollo de estos pueblos. Han sido elegidos y enviados a servir a los demás, no son meros gestores de obras sociales. Enseñan en las escuelas, sanan en los hospitales, promocionan a la mujer en los países donde están completamente olvidadas y relegadas, se encargan de miles de niños abandonados, huérfanos y víctimas de conflictos armados, se trasladan a los campos de refugiados, acompañan y trabajan por esos grandes olvidados de la historia que son los pobres.
Sus vidas, como la de Jesús, representan un compromiso. Han comprometido sus vidas con los más pobres, con los que no tienen, con los que no pueden alzar su voz, con los que no saben, con todos aquellos a los que las sociedades más avanzadas han convertido en números estadísticos.
Un famoso periodista los definió como obstinados, audaces, abnegados... hombres y mujeres llenos de coraje y entrega que se encuentran siempre en los lugares más castigados del planeta, en cada uno de los infiernos que se abren sobre la faz de la tierra. Hombres y mujeres sencillos que luchan como humanamente pueden contra las consecuencias de luchas políticas o intereses económicos que les son ajenos, poniéndose siempre del lado de los más pobres, cumpliendo su vocación y la llamada de la misión fuera de su patria.
Los catequistas, los religiosos, los párrocos, los animadores misioneros y todos en general debemos hacer que niños, jóvenes y adultos vean la importancia de la labor de los 25.000 misioneros españoles repartidos por todo el mundo y que descubran que estamos ante los 2000 años de la primera misión de la Iglesia.
Todos estamos llamados a ser misioneros en este Tercer Milenio siguiendo el ejemplo de Santa Teresita de Lisieux, San Francisco Javier y tantos otros misioneros santos que ha dado la historia de las misiones.
Tambien es verdad que, una vez muy mayores y si han sobrevivido a su misión, 23 asesinados el año pasado y cientos que mueren a causa de enfermedades y virus en paises del tercer mundo, una vez en nuestro país, se ven discriminados y sin ninguna ayuda oficial, sólo la que le dan sus hermanos misioneros y familiares. Por ello, se deben tomar medidas de apoyo a quien ha dado tanto , que luego, no les queda nada.
La Iglesia promueve un estatuto del voluntariado contra el vacío legal
De ellos se benefician muchas comunidades sin recursos, pero su trabajo no se ve recompensado cuando vuelven a nuestro país. Trabajan sin condición de contratados y, por lo tanto, no cotizan a la Seguridad Social. Por ello, ellos mismos pasan a formar parte de ese colectivo al que ellos antes ayudaron. A su regreso «no tienen derecho a una jubilación contributiva aunque hayan consagrado su vida al servicio de la Humanidad y del bien común», asegura Anastasio Gil, secretario de la Comisión Episcopal de Misiones de la Conferencia Episcopal Española.
La Semana de Misionología
Gil participa, a lo largo de esta semana, en la 64ª edición de la Semana Española de Misionología, que se celebra en Burgos. En su rueda de prensa inaugural reclamó, entre otras cosas, «una jubilación digna» para los que parten en misiones: «Queremos promover un estatuto del voluntariado internacional, ya que existen multitud de vacíos legales a este respecto», aclaró más tarde a la prensa.
La Conferencia Episcopal y la Administración están en conversaciones «para intentar crear un presupuesto especial, aunque la mala situación económica que atravesamos ha obligado a suspender las sesiones», aclara.
Uno de los principales baches para dar forma a esta iniciativa es la falta de información referente al número de misioneros españoles que están desplegados alrededor del globo. «Calculamos que la cifra puede oscilar en torno a los 25.000, pero no lo hemos ultimado», añade el secretario.
Una de ellas es María Jesús Torres, que, a sus 50 años, ha pasado 22 ayudando al desarrollo de Bolivia a través de su congregación: las Misioneras de Cristo Jesús. Este sábado vuelve a poner rumbo a Sucre después de tres años de descanso en Albacete, su ciudad natal. «Me hice misionera para compartir mi vida con otras personas. Nunca me planteé qué sería de mí en el futuro. Cuando eres joven no piensas en estas cosas».
Habla de la difícil situación que le tocará vivir cuando superé los 65 años y decida asentarse en España. «Me gustará que valoraran nuestro trabajo y nos lo remuneraran. Cuando te haces mayor necesitas cosas básicas como la Sanidad para poder vivir y hay hermanas en mi congregación que no tienen nada. Las hemos tenido que ayudar para tramitar su pensión de subsidio», añade.
En los países de misión viven en la austeridad y el vacío legal no les permite mejorar su situación cuando su edad no les permite continuar evangelizando. Una pena, cuando no son útiles...
Un claro ejemplo
Rosa Porta tiene 80 años, pertenece a la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús y abandonó su carrera misionera hace 15, cuando la India le denegó el visado después de viajar a España a causa de una enfermedad. Ha entregado casi toda su vida a una leprosería india donde no la dejaban hablar pero en la que se dieron varias conversiones: «Evangelizaba con mis acciones», explica. Ahora vive gracias a la congregación porque cobra 380 euros mensuales. «Sin el apoyo de mis hermanas, no podría vivir. A la vuelta nos quedamos desamparadas», añade.
No cabe duda que, en estos tiempos que corren, personas como Rosa, una vida dedicada a los demás, si ha sobrevivido a todo lo que sufren los misioneros, al menos, en su recta final, merecen una atención de la sociedad.
De niño, alguien nos decía..."Una madre es para 6 hijos y seis hijos nunca son para una madre.". Al cabo de los años, lo vamos entendiendo; Un misionero/a es un apoyo para cientos de personas necesitadas...pero, que pocas personas en el primer mundo, apoyan a un o una misionero o misionera.
Dios quiera que pronto vayamos reacionando y apoyemos a estos heroes anónimos que no salen en la televisión.
Verdaderos discípulos de San Benito en su hacer diario..."Ora et Labora.".
Fuentes:
Iluminación Divina
webcatolicodejavier.org
B. V. Conquero
Ángel Corbalán
La labor misionera es sólo un pequeña muestra de la titánica historia de la evangelización protagonizada por los misioneros que a lo largo de tantos siglos han puesto en marcha un desarrollo integral del hombre.
El anuncio del Evangelio no puede desligarse de la promoción humana del hombre y por eso lo misioneros se han convertido er los verdaderos protagonistas de desarrollo de estos pueblos. Han sido elegidos y enviados a servir a los demás, no son meros gestores de obras sociales. Enseñan en las escuelas, sanan en los hospitales, promocionan a la mujer en los países donde están completamente olvidadas y relegadas, se encargan de miles de niños abandonados, huérfanos y víctimas de conflictos armados, se trasladan a los campos de refugiados, acompañan y trabajan por esos grandes olvidados de la historia que son los pobres.
Sus vidas, como la de Jesús, representan un compromiso. Han comprometido sus vidas con los más pobres, con los que no tienen, con los que no pueden alzar su voz, con los que no saben, con todos aquellos a los que las sociedades más avanzadas han convertido en números estadísticos.
Un famoso periodista los definió como obstinados, audaces, abnegados... hombres y mujeres llenos de coraje y entrega que se encuentran siempre en los lugares más castigados del planeta, en cada uno de los infiernos que se abren sobre la faz de la tierra. Hombres y mujeres sencillos que luchan como humanamente pueden contra las consecuencias de luchas políticas o intereses económicos que les son ajenos, poniéndose siempre del lado de los más pobres, cumpliendo su vocación y la llamada de la misión fuera de su patria.
Los catequistas, los religiosos, los párrocos, los animadores misioneros y todos en general debemos hacer que niños, jóvenes y adultos vean la importancia de la labor de los 25.000 misioneros españoles repartidos por todo el mundo y que descubran que estamos ante los 2000 años de la primera misión de la Iglesia.
Todos estamos llamados a ser misioneros en este Tercer Milenio siguiendo el ejemplo de Santa Teresita de Lisieux, San Francisco Javier y tantos otros misioneros santos que ha dado la historia de las misiones.
Tambien es verdad que, una vez muy mayores y si han sobrevivido a su misión, 23 asesinados el año pasado y cientos que mueren a causa de enfermedades y virus en paises del tercer mundo, una vez en nuestro país, se ven discriminados y sin ninguna ayuda oficial, sólo la que le dan sus hermanos misioneros y familiares. Por ello, se deben tomar medidas de apoyo a quien ha dado tanto , que luego, no les queda nada.
La Iglesia promueve un estatuto del voluntariado contra el vacío legal
De ellos se benefician muchas comunidades sin recursos, pero su trabajo no se ve recompensado cuando vuelven a nuestro país. Trabajan sin condición de contratados y, por lo tanto, no cotizan a la Seguridad Social. Por ello, ellos mismos pasan a formar parte de ese colectivo al que ellos antes ayudaron. A su regreso «no tienen derecho a una jubilación contributiva aunque hayan consagrado su vida al servicio de la Humanidad y del bien común», asegura Anastasio Gil, secretario de la Comisión Episcopal de Misiones de la Conferencia Episcopal Española.
La Semana de Misionología
Gil participa, a lo largo de esta semana, en la 64ª edición de la Semana Española de Misionología, que se celebra en Burgos. En su rueda de prensa inaugural reclamó, entre otras cosas, «una jubilación digna» para los que parten en misiones: «Queremos promover un estatuto del voluntariado internacional, ya que existen multitud de vacíos legales a este respecto», aclaró más tarde a la prensa.
La Conferencia Episcopal y la Administración están en conversaciones «para intentar crear un presupuesto especial, aunque la mala situación económica que atravesamos ha obligado a suspender las sesiones», aclara.
Uno de los principales baches para dar forma a esta iniciativa es la falta de información referente al número de misioneros españoles que están desplegados alrededor del globo. «Calculamos que la cifra puede oscilar en torno a los 25.000, pero no lo hemos ultimado», añade el secretario.
Una de ellas es María Jesús Torres, que, a sus 50 años, ha pasado 22 ayudando al desarrollo de Bolivia a través de su congregación: las Misioneras de Cristo Jesús. Este sábado vuelve a poner rumbo a Sucre después de tres años de descanso en Albacete, su ciudad natal. «Me hice misionera para compartir mi vida con otras personas. Nunca me planteé qué sería de mí en el futuro. Cuando eres joven no piensas en estas cosas».
Habla de la difícil situación que le tocará vivir cuando superé los 65 años y decida asentarse en España. «Me gustará que valoraran nuestro trabajo y nos lo remuneraran. Cuando te haces mayor necesitas cosas básicas como la Sanidad para poder vivir y hay hermanas en mi congregación que no tienen nada. Las hemos tenido que ayudar para tramitar su pensión de subsidio», añade.
En los países de misión viven en la austeridad y el vacío legal no les permite mejorar su situación cuando su edad no les permite continuar evangelizando. Una pena, cuando no son útiles...
Un claro ejemplo
Rosa Porta tiene 80 años, pertenece a la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús y abandonó su carrera misionera hace 15, cuando la India le denegó el visado después de viajar a España a causa de una enfermedad. Ha entregado casi toda su vida a una leprosería india donde no la dejaban hablar pero en la que se dieron varias conversiones: «Evangelizaba con mis acciones», explica. Ahora vive gracias a la congregación porque cobra 380 euros mensuales. «Sin el apoyo de mis hermanas, no podría vivir. A la vuelta nos quedamos desamparadas», añade.
No cabe duda que, en estos tiempos que corren, personas como Rosa, una vida dedicada a los demás, si ha sobrevivido a todo lo que sufren los misioneros, al menos, en su recta final, merecen una atención de la sociedad.
De niño, alguien nos decía..."Una madre es para 6 hijos y seis hijos nunca son para una madre.". Al cabo de los años, lo vamos entendiendo; Un misionero/a es un apoyo para cientos de personas necesitadas...pero, que pocas personas en el primer mundo, apoyan a un o una misionero o misionera.
Dios quiera que pronto vayamos reacionando y apoyemos a estos heroes anónimos que no salen en la televisión.
Verdaderos discípulos de San Benito en su hacer diario..."Ora et Labora.".
Fuentes:
Iluminación Divina
webcatolicodejavier.org
B. V. Conquero
Ángel Corbalán
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