Hoy, el Evangelio toca un acorde compuesto por tres notas.
Tres notas no siempre bien afinadas en nuestra sociedad: la del hacer, la de la
amistad y la de la coherencia de vida. Hoy día hacemos muchas cosas, pero,
¿tenemos un proyecto? Hoy, que navegamos en la sociedad de la comunicación,
¿tiene cabida en nuestros corazones la soledad? Hoy, en la era de la información,
¿nos permite ésta dar forma a nuestra personalidad?
Un proyecto. María, una mujer «desposada con un hombre llamado José, de la casa
de David» (Lc 1,28). María tiene un proyecto. Evidentemente, de proporciones
humanas. Sin embargo, Dios irrumpe en su vida para presentarle otro proyecto...
de proporciones divinas. También hoy, quiere entrar en nuestra vida y dar
proporciones divinas a nuestro quehacer humano.
Formarnos. Hoy día, que recibimos tantos estímulos con frecuencia
contrapuestos, es necesario dar forma y unidad a nuestra vida. María, dice san
Luis María Grignion, «es el molde vivo de Dios». Hay dos maneras de hacer una
escultura, expone Grignion: una, más ardua, a base de golpes de cincel. La
otra, sirviéndose de un molde. Ésta segunda es más sencilla. Pero el éxito está
en que la materia sea maleable y que el molde dibuje con perfección la imagen.
María es el molde perfecto. ¿Acudimos a Ella siendo nosotros materia maleable?
Una presencia. «No temas, María» (Lc 1,30). ¡No construyamos de cualquier
manera! No fuera caso que la adicción al “hacer” escondiera un vacío. El
matrimonio, la vida de servicio, la profesión no han de ser una huida hacia
adelante. «Llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). Presencia que
acompaña y da sentido. Confianza en Dios, que —de rebote— nos lleva a la
confianza con los otros. Amistad con Dios que renueva la amistad con los otros.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (1, 26-38).
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado
José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María,
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
-«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo
e aquél.
El ángel le dijo:
-«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios,
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.
Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de
David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no
tendrá fin.»
Y María dijo al ángel:
-«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
-«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del
Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará
Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez,
ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque
para Dios nada hay imposible.»
María contestó:
-«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu
palabra. » Y la dejó el ángel.
Palabra de Dios.
COMENTARIO.
No es gran cosa lo que los Evangelios nos dicen de María de Nazaret, pero sí lo
suficiente para tenerla en gran valor y aprecio. Desde luego esta
fiesta de María no tiene nada que ver con la sexualidad, ni con la virginidad,
ni que fuera concebida sin pecado original. Los Evangelios nada dicen de esto,
que esto fueron elucubraciones teológicas muy posteriores y sin fundamento
científico (Faustino Vilabrille).
La fiesta de la Inmaculada Concepción nos recuerda uno de
los dogmas que la Iglesia nos enseña sobre María, la Madre de Jesús. Este dogma
fue definido por el Papa Pío IX, el 8 de Diciembre de 1854.
El verdadero valor de María va por otro camino. La
ejemplaridad de María, que celebramos en esta fiesta, es motivo de piedad,
devoción y, sobre todo, de conducta ética en una vida generosidad y amor.
El Magníficat (magnificat en latín) es un canto y una
oración cristiana. Proviene del evangelio de Lucas Lucas 1:46-55 y reproduce
las palabras que, según este evangelista, María, Madre de Jesús, dirige a Dios
cuando visita a su prima Isabel, Lucas 1:13, madre de Juan el Bautista y esposa
de Zacarías.
El nombre de la oración está tomado de la primera frase en
latín, que reza Magnificat anima mea Dominum. Dentro de la Liturgia de las
Horas, el Magnificat es el Canto Evangélico empleado en el rezo de las
vísperas.
En aquel tiempo, María dijo: " Proclama mi alma la
grandeza del Señor, y se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador; porque ha
puesto sus ojos en la humildad de su esclava, y por eso desde ahora todas las
generaciones me llamarán bienaventurada, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes en mí: su nombre es Santo, y su misericordia llega a sus fieles de
generación en generación. Él hizo proezas con su brazo: dispersó a los
soberbios de corazón, derribó del trono a los poderosos y enalteció a los
humildes, a los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió
vacíos. Auxilió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia-como lo
había prometido a nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por
siempre. Lucas, 1, 46-55.
Sea cual sea el origen de este canto, lo que debemos de
tener en cuenta es el sentimiento de alabanza a Dios, que transmite este canto
en boca de María.
María en este canto, nos manifiesta su creencia en el Dios
de la misericordia y no cree en un Dios terrible, amenazante y violento que recogía
las antiguas escrituras. Por eso, según el Dios que da sentido a nuestra vida,
así son los sentimientos que cada cual alimenta y contagia a los demás.
El problema preocupante, que plantea el Magnificat, está en
que nuestro comportamiento en la vida no coincide con el proyecto de Dios. Dios
nos plantea un cambio completo a las situaciones sociales. Pero somos nosotros,
los que no estamos dispuestos a colaborar y llevar a cabo esos cambios, sino
que hacemos todo lo contrario. Por eso lo soberbios, poderosos y ricos siguen
en sus tronos, mientras que los humildes y hambrientos aumentan cada día.
Sea lo que sea de la historicidad de estos datos, lo que
importa es la lección religiosa que plantea el evangelio de Lucas: cuando Jesús
viene a este mundo, el sacerdocio enmudece y no tiene ya nada que decir,
mientras que la mujer sencilla del pueblo sin importancia pronuncia el proyecto
subversivo de la "misericordia" del Señor: "desbaratar los
planes de los arrogantes, derribar del trono a los poderosos, encumbrar a los
humildes, colmar de bienes a los hambrientos y despedir a los ricos con las
manos vacías" (Lc 1, 50-53).
En este segundo domingo de Adviento, en el que vamos
caminado hacia la venida y llegada del Mesías, María como verdadera Madre de la
Iglesia, nos llama a descubrir nuevos rasgos de esa Iglesia maternal.
¿Cuáles podrían ser los rasgos de una Iglesia más mariana en
nuestros días?.
Una Iglesia del "Magníficat ", que no se complace
en los soberbios, potentados y ricos de este mundo, sino que busca pan y
dignidad para los pobres y hambrientos de la tierra, sabiendo que Dios
está de su parte.
Una Iglesia que fomenta la " ternura maternal "
como María. Es decir, una Iglesia de brazos abiertos, que no rechaza a nadie,
sino que acoge.
Fuentes:
Santos
Evangelios
Rafael
González
Ángel
Corbalán
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