En esa
noche de enseñanza, Nicodemo le pregunta sorprendido a Jesús: “¿Cómo puede volver a nacer un hombre ya viejo?”
(Jn. 3, 4). ¡Claro! Tenía que sorprenderse:
el Maestro le acababa de decir esto: “En
verdad te digo, nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo, de
arriba”.
Ante el
asombro de Nicodemo, Cristo le explica: “El que no renace del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios ... Por eso
no te extrañes que te haya dicho que necesitas nacer de nuevo, de arriba” (Jn.
3, 3-7).
Y ¿qué es nacer de nuevo, de arriba? Para entender esto, no hay más que ver a los Apóstoles antes y después de Pentecostés (cfr. Hech. 2, 1-11 y 5, 17-41). Antes eran torpes para entender las Sagradas Escrituras y aún para entender las enseñanzas que recibieron directamente del Señor. También eran débiles en su fe, deseosos de los primeros puestos y envidiosos entre ellos. Eran, además, temerosos para presentarse como seguidores de Jesús, por miedo a ser perseguidos.
Pero
luego de recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, cambiaron totalmente:
se lanzaron a predicar sin ningún temor, llenos de sabiduría divina, con un
poder de comunicación especial dado por el Espíritu Santo. En el idioma
que fuera necesario, llamaban a todos -judíos y extranjeros- a la
conversión.
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23):
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Palabra del Señor.
COMENTARIO.
A los que creían en el mensaje de Jesucristo Salvador, los iban bautizando. Así comienzan a formar nuevos discípulos y comunidades de cristianos, sin dejar de asistir a los necesitados.
Los
torpes de antes comienzan a actuar con la Sabiduría de Dios. Los
envidiosos de antes asume cada uno el lugar que le corresponde en la Iglesia de
Cristo. Los temerosos de antes sufren persecuciones y llegan incluso a sufrir
el martirio.
Así
comenzó la primera evangelización. Ahora en nuestros días, al comienzo de este
Tercer Milenio, los Papas (Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco) y los
Obispos nos están llamando a realizar una “nueva evangelización”. Pero
para eso necesitamos ser transformados por el Espíritu Santo, como los
Apóstoles en Pentecostés.
Nos
dijo el Papa Juan Pablo II que el objetivo prioritario de la “Nueva
Evangelización” es el fortalecimiento de la fe y del testimonio de los
cristianos (TMA 42). Y Benedicto XVI ha creado el Pontificio
Consejo para la Nueva Evangelización, para impulsar la re-evangelización del
mundo, comenzando por Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Y el Papa
Francisco continúa con los planes para la nueva evangelización en este Año de
la Fe y también después.
Y ¿por qué es necesaria la Nueva Evangelización? Porque la mayoría de los hombres y mujeres de este Tercer Milenio nos hemos alejado demasiado de Dios.
. Unos, porque queremos valernos
por nosotros mismos, estando a espaldas de Dios.
. Otros, porque hemos
dejado enturbiar y hasta apagar la fe cristiana con elementos provenientes del
paganismo.
. Otros, porque
nos hemos dejado convencer con los errores de las sectas y de los nuevos
movimientos religiosos, que tienden a asemejarse a la Iglesia de Cristo, pero
no lo son.
. Otros, porque
creemos que la religión es cosa que se diseña a la medida de cada cual, como
quien escoge los elementos en un carrito de supermercado, o como quien usa los
ingredientes que desee para preparar una receta de cocina.
Por ello, esa Fe que recibimos en el Bautismo necesita ser purificada de toda confusión y necesita ser fortalecida, para que cada cristiano pueda dar testimonio de Cristo.
Y … ¿en
qué consiste dar testimonio de Cristo? Es ser y vivir, pensar y actuar
como Cristo lo haría si estuviera en nuestro lugar. Precisamente en esto
consiste evangelizar. Básicamente
en eso consiste la “nueva evangelización” a la cual el Papa Juan Pablo II nos
llamó, y la re-evangelización que quiso impulsar Benedicto XVI y que continúa
Fr
Pero,
para poder ser y actuar como Cristo, tenemos que “volver a nacer”; es decir,
tenemos que nacer del Espíritu Santo.
¿Cómo sabemos que hemos nacido del Espíritu Santo? Veamos algunos
síntomas:
. Quien ha
nacido del Espíritu Santo se da cuenta de que Dios es lo más importante en su
vida.
. Quien ha nacido del
Espíritu Santo se da cuenta de que quiere vivir para Dios y para lo que El le
indique.
. Quien ha nacido del
Espíritu Santo se da cuenta de que, aunque se ocupe de todo lo que tiene que
ocuparse, (trabajo, estudios, familia, amigos, etc.) toda su vida está centrada
en Dios.
.
Quien ha nacido del Espíritu Santo sabe que va caminando hacia Dios su
encuentro definitivo con El, que tendrá lugar al fin de los tiempos o nos llega
en el momento de nuestra muerte.
. Quien ha
nacido del Espíritu Santo, además, siente necesidad de comunicarlo a los demás.
¿Cómo
volver a nacer? ¿Cómo nacer del Espíritu Santo? ¿Cómo puede suceder esa
trasformación?
Veamos qué hicieron los Apóstoles. En primer lugar creyeron y obedecieron el anuncio del Señor: “No se alejen de Jerusalén, sino que esperen lo que prometió el Padre, de lo que Yo les he hablado: que Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días” (Hech. 1, 4-5)
En
segundo lugar perseveraban en la oración junto con María, la Madre de Jesús.
“Todos
ellos perseveraban en la oración con un mismo espíritu ... en compañía de
María, la Madre de Jesús ... Acudían diariamente al Templo con mucho
entusiasmo” (Hech. 1, 12-14 y 2, 46).
El secreto es la oración, la oración con la Santísima Virgen María, la oración diaria y perseverante, como los Apóstoles antes de Pentecostés.
Para
“volver a nacer” hay que creer en Dios, obedecerlo y orar. Así “seremos
bautizados en el Espíritu Santo”. Que así sea.
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