La imposición de las cenizas nos recuerda
que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se
encuentra en el Cielo.
El Miércoles de Ceniza la Iglesia marca el inicio de la
Cuaresma, tiempo de preparación a la Pascua que termina el Jueves Santo después
de mediodía, recordándonos a los cristianos que somos creaturas, que esta vida
es tan sólo una preparación y que nuestro verdadero destino es llegar a Dios en
la vida eterna.
Esta tarde, a las 19:00 horas, se celebrará el Miércoles de
Ceniza en la parroquia de San García Abad. Allí a todos los fieles que lo
deseen se les impondrá las cenizas.
Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación
espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse
dignamente para la vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y
Resurrección del Señor Jesús.
Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el
mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra:
"metanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo es
propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de
ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el
Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo
volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión,
recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana,
sujeta a la muerte.
La sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestras mentes a
la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de
nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios,
valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una
valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que
estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa
y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure
dentro de nosotros y triunfe su justicia.
Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra
"penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como
expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.
Origen
de la costumbre
Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza
cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como
signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.
En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que
querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían
ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un
"hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse.
En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido
penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma
acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.
Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas
usadas el Domingo de Ramos de año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue
signo de gloria pronto se reduce a nada.
También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a
los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con
sus 40 días de ayuno.
La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda
que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos
enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien
que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de
nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por
nuestros hermanos los hombres.
Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una
actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le
impone a los niños y a los adultos.
Significado
simbólico de la Ceniza
La ceniza, del latín "cinis", es producto de la
combustión de algo por el fuego. Muy fácilmente adquirió un sentido simbólico
de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. En
Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de
Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad
soy polvo y ceniza", dice Abraham en Gén. 18,27.
El Miércoles de Ceniza,
el anterior al primer domingo de Cuaresma (muchos lo entenderán mejor diciendo
que es le que sigue al carnaval), realizamos el gesto simbólico de la
imposición de ceniza en la frente (fruto de la cremación de las palmas del año
pasado). Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la
conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de
preparación a la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego,
el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros
-el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.
Mientras el ministro impone la ceniza dice estas dos
expresiones, alternativamente:
"Arrepiéntete
y cree en el Evangelio" (Cf Mc1,15) y "Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver"
(Cf Gén 3,19): un signo y unas palabras que expresan muy bien nuestra
caducidad, nuestra conversión y aceptación del Evangelio, o sea, la novedad de
vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.
Conclusión
Como vemos, la ceniza no es un rito mágico, no nos quita
nuestros pecados, para ello tenemos el Sacramento de la Reconciliación. Es un
signo de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo de conversión. Es el
inicio del camino de la Cuaresma, para acompañar a Jesús desde su desierto
hasta el día de su triunfo que es el Domingo de Resurrección.
Debe ser un tiempo de reflexión de nuestra vida, de entender
a donde vamos, de analizar cómo es nuestro comportamiento con nuestra familia y
en general con todos los seres que nos rodean.
En estos momentos al reflexionar sobre nuestra vida, debemos
convertirla de ahora en adelante en un seguimiento a Jesús, profundizando en su
mensaje de amor y acercándonos en esta Cuaresma al Sacramento de la
Reconciliación (también llamado confesión), que como su nombre mismo nos dice,
representa reconciliarnos con Dios y sin reconciliarnos con Dios y convertirnos
internamente, no podremos seguirle adecuadamente.
Está Reconciliación con Dios está integrada por el
Arrepentimiento, la Confesión de nuestros pecados, la Penitencia y finalmente
la Conversión.
El arrepentimiento debe ser sincero, reconocer que las
faltas que hemos cometido (como decimos en el Yo Pecador: en pensamiento,
palabra, obra y omisión), no las debimos realizar y que tenemos el firme
propósito de no volverlas a cometer.
La confesión de nuestros pecados.- el arrepentimiento de
nuestras faltas, por sí mismo no las borra, sino que necesitamos para ello la
gracia de Dios, la cual llega a nosotros por la absolución de nuestros pecados
expresada por el sacerdote en la confesión.
La penitencia que debemos cumplir empieza desde luego por la
que nos imponga el sacerdote en el Sacramento de la Reconciliación, pero
debemos continuar con la oración, que es la comunicación íntima con Dios, con
el ayuno, que además del que manda la Iglesia en determinados días, es la
renuncia voluntaria a diferentes satisfactores con la intención de agradar a
Dios y con la caridad hacia el prójimo.
Y finalmente la Conversión que como hemos dicho es ir hacia
delante, es el seguimiento a Jesús.
Es un tiempo de pedir perdón a Dios y a nuestro prójimo,
pero es también un tiempo de perdonar a todos los que de alguna forma nos han
ofendido o nos han hecho algún daño. Pero debemos perdonar antes y sin
necesidad de que nadie nos pida perdón, recordemos como decimos en el Padre
Nuestro, muchas veces repitiéndolo sin meditar en su significado, que debemos
pedir perdón a nuestro Padre, pero antes tenemos que haber perdonado
sinceramente a los demás.
Y terminemos recorriendo al revés nuestra frase inicial,
diciendo que debemos escuchar y leer el Evangelio, meditarlo y Creer en él y
con ello Convertir nuestra vida, siguiendo las palabras del Evangelio y
evangelizando, es decir transmitiendo su mensaje con nuestras acciones y
nuestras palabras.
Es tiempo de Cuaresma.
Fuentes:
Liturgia de La Palabra
Catholic.net
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