En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea, con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el Libro del Profeta Isaías y desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
--“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor".
Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba, y se sentó.
Toda la sinagoga tenía los hijos fijos en él. Y él se puso a decirles:
-- Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír.
Comentario........
Jesús comienza su misión, su vida pública, con hechos (conversión de agua en vino en Caná de Galilea) y con palabras: las que escuchamos que leyó en la sinagoga de Nazaret. Jesús comienza a Predicar el Reino en Nazaret, su pueblo, y en toda Galilea; fuera de Judea, la tierra elegida según el pueblo de Israel.
Creo que hoy podemos reflexionar, por eso, sobre la importancia de la PALABRA: de la Palabra de Dios en la vida de los cristianos (Dios se ha puesto en comunicación con nosotros por medio de su Palabra) y de la palabra de las personas, como medio de comunicación y de comunión. En nuestra vivencia del cristianismo hemos dado mucha importancia a las obras; es cierto que obras son amores..., pero tenemos que descubrir la importancia de la Palabra: Dios se comunica con nosotros por la Palabra, por la transmisión de la palabra (la predicación y la catequesis) hemos conocido las cosas de Dios, por la palabra se crean grandes ofensas o se solucionan conflictos que parecía que no tenían solución...
La Palabra de Dios siempre era escuchada por el pueblo con gran atención, como vemos en la primera lectura. Escuchamos como el pueblo de Israel se reunía para escuchar la Palabra de Dios, que contenía su ley. De esta tradición nos viene, probablemente el escuchar la palabra de Dios en nuestras celebraciones. Decimos en el salmo responsorial: "Tus palabras, Señor, son espíritu y vida". En el Evangelio escuchamos como, según tradición del pueblo judío en la sinagoga, Jesús leyó un pasaje del profeta Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar Buena Noticia a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos, y a los ciegos la vista, para liberar a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor".
Realmente la Palabra de Dios es importante en la vida de los creyentes, es el medio de comunicación que Dios tiene con nosotros, la mejor comunicación es su propio Hijo Jesucristo, que es la Palabra. En su Palabra, en el Evangelio y en Jesucristo, podemos encontrar la verdadera vida, las claves de nuestra felicidad, los valores que nos hagan más humanos. ¿La Palabra de Dios es de verdad algo significativo para nuestra vida?, ¿Leemos la Palabra de Dios, leemos los evangelios? La palabra es algo vital para el cristiano: "cuando encontraba palabras tuyas las devoraba".
A continuación, Jesús, hizo una de las homilías más breves de la historia: "Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír". Con él comienza el año de gracia del Señor; con él comienza a anunciarse el Reino de Dios, él es el Reino; con él llega la Buena Noticia a los pobres, la libertad a los cautivos, la vista a los ciegos, la liberación a los oprimidos.
En la persona de Jesucristo se inicia el Reino de Dios; es decir, un mundo mejor en donde es posible la fraternidad, la solidaridad, la justicia... y la liberación de todos los males que afligen a la humanidad; con su persona, sus obras y sus palabras se inicia este tiempo de la construcción del Reino de Dios, tiempo en el que se nos invita a todos los que seguimos a Jesús a formar parte de este Reino, para lo que nos tendremos que convertir a los valores del mismo.
En nuestra vida humana, también la palabra tiene una especial fuerza para construir o destruir, para comunicar o para aislar. Hoy como siempre, es preciso continuar siendo hombres y mujeres de palabra. Con esta expresión quiero decir que hay que ser coherentes; es decir, que no haya distancia entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. La palabra es importante, pero nunca se concibe a la palabra separada de la vida, de las obras. La Palabra de Jesucristo tenía una especial fuerza porque siempre hacía lo que decía. Quiero decir, también, que hay que ser sinceros, transparentes. En una persona de palabra, no tienen sentido las dobleces, la hipocresía, la adulación... es decir, todo aquello que nos distancia malsanamente de lo que sentimos o de lo que hacemos. Quiero decir también que hay que tener una palabra evangélica, que no se olvide del mensaje del evangelio ni de Dios. Si la palabra es importantísima en la comunicación entre las personas, lo que se dice también es importante; también lo que se silencia. Una de las cosas que más se callan en las conversaciones son los temas en los que tenemos que hacer referencia a la importancia de Dios en nuestras vidas, como si nos avergonzáramos de ser cristianos.
¡Qué escuchemos la Buena Noticia que el Señor nos trae en su Palabra; que sepamos llevarla a los hermanos; que seamos hombres de palabra!
Pedro Crespo Arias
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