Duque Gandía, Marqués de Lombay, Virrey de Cataluña y Grande España de la
noble y turbulenta estirpe de los Borgias, bisnieto del Papa Alejandro VI, de
no muy feliz memoria, gran señor, cortesano, amigo del emperador Carlos, que
cambió todo el oro del mundo por seguir a ese Señor que nunca habría de
faltarle.
Nació Francisco en Gandía el 10 de octubre de 1510. Su vida discurrió durante
treinta y seis años en una constante entrega al servicio de la Corte de Carlos
V, con cuyo hijo Felipe II mantuvo estrecha amistad, y su propia familia, sin
que todo ello supusiera postergación alguna su recia vida de hombre de fe.
Pero Dios fue llamando repetidamente a las puertas de su alma, siendo los
momentos claves la muerte de la reina y de su propia esposa, Leonor de Castro -
de la que tuvo ocho hijos. La muerte de la emperatriz Isabel, su
bienhechora, provocó una de las frases más célebres en los anales de la
santidad, «No servir a señor que se pueda morir».
Aún hubo de esperar para arreglar todos sus múltiples asuntos antes de poder
seguir esa llamada sellándola con los votos de la vida religiosa. Por fin, el
30 de agosto de 1550 parte para Roma, haciendo sonar el estampido del que decía
San Ignacio que no había oídos capaces de captarlo en el mundo.
Al año siguiente, culminando los estudios comenzados mucho antes recibe el
sacerdocio. Su primera Misa registró ya una ingente multitud de asistentes que
se apretaban para
ver con sus propios ojos al que llamaban el Duque Santo.
Santa, en efecto, fue su humilde vida de jesuita en la que buscaba con avidez
los trabajos más simples como barrer, ayudar en la cocina, acarrear la leña...
Pero Dios hacía brillar sus obras llegando a convertirse en el apóstol de
Guípúzcoa, durante su período de estancia en Oñate, y más tarde llamándole
nuevamente a negocios de mayor trascendencia ante los ojos del mundo: fue
nombrado por Ignacio comisario general, con autoridad sobre toda la Compañía de
Jesús de España y Portugal (1554).
Con todo, tampoco le faltaron a Borja las contradicciones: ante la animosidad
creciente en España por sus decisiones, el sucesor de Ignacio, Diego Laínez, le
llamó a Roma (1558), donde, tras alguna breve estancia nuevamente en España, se
dedicó a la predicación.
En 1565 es designado como Superior General de la Orden, cargo en el que atendió
con preferencia a la orientación de los noviciados, el fomento de la vida de
piedad y la organización de los estudios; a la vez que actuaba como hombre de
confianza del Papa Pío V en varias legaciones.
Francisco ilustró así el apellido de su familia, puntal de la leyenda negra de
la Iglesia, en un sentido opuesto al de sus famosos antepasados; no sólo porque
opuso santidad a libertinaje y cinismo, sino también porque contrapesa la pompa
mundana y señorial de los suyos con su aniquilamiento voluntario, desgastándose
en ingratas tareas que le consumen hasta su muerte en la noche del 30 de
septiembre al 1 de octubre de 1572.
Siglos después, como para borrar cualquier residuo de grandezas visibles, la
revolución aventará sus reliquias en el Madrid de 1936.
Oración
Tú, Señor, que concediste a San Francisco de Borja el don de imitar con
fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión
de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos
hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina
contigo. Amén.
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