S. XIV- Nació en Zaragoza, en el
hermoso palacio de la Aljafería. Era hija de Pedro III el Grande, nieta
de Jaime el Conquistador y sobrina nieta de Santa Isabel de Hungría.
Desde niña fue muy inclinada a la piedad y más atenta a las virtudes de
su tía abuela que a las hazañas de su padre y abuelo.
A los doce años (1283), fue entregada
en matrimonio al rey Denís de Portugal, de quien tuvo una hija y un
hijo. Su vida se vio señalada por múltiples pruebas, que soportó llena
de fe. El rey, que la abandonó pronto, empezó a acusarla de mala
conducta, mientras ella llevaba su abnegación hasta a educar a los hijos
adulterinos de aquél. Denís, acusador inveterado, entró en conflicto
con su yerno, y más tarde con su hermano, en tanto que su propio hijo
se alzaba contra él. A esto respondía Isabel multiplicando sus ayunos y
esfuerzos cerca de los interesados a fin de reconciliarlos.
Después, sobrevinieron los duelos
familiares: su hija y su yerno murieron jóvenes. El rey murió en 1325.
Delante del cadáver Isabel se viste el hábito de la Tercera Orden de
San Francisco y empieza una vida completamente consagrada a Dios, a los
pobres y a los enfermos. Se hace peregrina, llega a Compostela, y ante
el Apóstol deja todas sus insignias reales.
Visita hospitales y mientras besa a
los apestados va sembrando milagros.
Habiendo brotado de nuevo la
guerra, en esta ocasión entre su hijo y uno de sus nietos; se puso en
camino para reconciliarles, pero moriría en el transcurso del viaje en
Estremoz (1336).
Madura ya para el cielo, exhala el último suspiro
invocando a la Virgen María.
Oremos
Dios nuestro, fuente de paz y de
amor, que otorgaste a Santa Isabel de Portugal el don admirable de
reconciliar a quienes vivían enemistados, concédenos, por su
intercesión, ser de aquellos que trabajan por la paz., para que así
merezcamos ser llamados hijos de Dios. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo. Amén.
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