Poco se recuerda de Sto. Tomás
Apóstol, no obstante, gracias al cuarto Evangelio, su personalidad está
más clara para nosotros que la de algunos otros de los Doce.
Su nombre aparece en todas las listas
de los Sinópticos (Mateo 10:3; Marcos 3:18; Lucas 6, cf. Hechos 1:13),
pero en San Juan desempeña un papel característico. Primero, cuando
Jesús anuncia su intención de regresar a Judea para visitar a Lázaro,
Tomas, que es llamado «Didimo» (el mellizo), dice a los otros
discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con Él» (Jn 11:16). De
nuevo es Tomás quien, durante el discurso antes de la Última Cena, pone
una objeción: «Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo
podemos saber el camino?» (Jn 14:5).
Pero Tomás es especialmente
recordado por su incredulidad, cuando los otros Apóstoles le anuncian la
Resurrección de Cristo: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y
no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en
su
costado, no creeré» (Jn 20:25); pero, ocho días después, hizo su acto de
fe, acatando el reproche de Jesús: «Porque me has visto has creído.
Dichosos los que no han visto y han creído. « (Jn 20:29).
Esto agota todo nuestro conocimiento
cierto con respecto al Apóstol; pero su nombre es el punto de partida
de una considerable literatura apócrifa, y hay también ciertos datos
históricos que sugieren que algunos de estos materiales apócrifos pueden
contener gérmenes de verdad.
El documento principal acerca de él
es el "Acta Thomae", conservada para nosotros, con algunas
variaciones, en griego y en siríaco, y con signos inconfundibles de su
origen gnóstico. Puede ser de hecho obra del propio Bardesanes. La
historia en muchos de sus detalles es absolutamente extravagante, pero
es el dato más antiguo, fue fechado por Harnack (Chronologie, 2, 172) al
principio del tercer siglo, en el 220 d,C.
Si el lugar de su origen es
realmente Edessa, como Harnack y otros sostienen con legítimas razones
(ibid., pág. 176), esto daría una considerable probabilidad a la
afirmación, explícitamente hecha en el "Acta" (Bonet cap. 170, p.286),
de que las reliquias del Apóstol Tomás, que sabemos que eran veneradas
en Edessa, realmente habían venido de Oriente. La extravagancia de la
leyenda puede juzgarse por el hecho de que en más de un lugar (cap. 31,
pág., 148) representa a Tomás (Judas Tomás, como es nombrado aquí y en
otras lugares de tradición siríaca) como el hermano gemelo de Jesús.
Tomás en siríaco es el equivalente al
didymos en griego, y significa mellizo. Rendel Harris, que exagera
mucho el culto de los Dioscuros, lo considera una transformación de un
culto pagano en Edessa pero este punto es, como
poco, problemático. La historia transcurre como sigue: Tras la
separación de los Apóstoles, India fue la porción de Tomás, pero
manifestó su incapacidad para ir; tras lo cual, su Maestro Jesús se
apareció de un modo sobrenatural a Abban, enviado de Gundafor, un rey
hindú, y le vendió a Tomás como esclavo, para servir a Gundafor como
carpintero.
Entonces Abban y Tomás navegaron
hasta llegar a Andrápolis dónde desembarcaron y asistieron a la fiesta
de las bodas de la hija del gobernador. Siguieron extraños sucesos y
Cristo, bajo la apariencia de Tomás, exhortó a la novia a permanecer
virgen. Llegado a India Tomás emprendió la construcción de un palacio
para Gundafor, pero gastó el dinero a él confiado con los pobres.
Gundafor lo encarceló; pero el apóstol escapó milagrosamente y Gundafor
se convirtió. Recorriendo el país para predicar, Tomás se encontró con
extrañas aventuras de dragones y asnos salvajes.
Entonces llegó a la ciudad de rey
Misdai (en siríaco Mazdai), dónde convirtió a Tertia, la esposa de
Misdai, y a Vazan, su hijo. Después de ello fue condenado a muerte,
llevado fuera de la ciudad a una colina, y atravesado por las lanzas de
cuatro soldados. Fue enterrado en la tumba de los antiguos reyes pero
sus restos fueron después llevados a occidente. Ahora bien, es
ciertamente un hecho notable que, alrededor del año 46 d.C., gobernaba
un rey sobre la zona de Asia al sur del Himalaya, representada
actualmente por Afganistán, Beluchistan, el Pundjab, y Sind, que llevaba
el nombre de Gondophernes o Guduphara. Lo sabemos por el descubrimiento
de monedas, algunas de estilo parto con las leyendas griegas, otras
hindúes con las leyendas en un dialecto hindú en caracteres kharoshthi.
A pesar de las pequeñas variaciones
la identificación del nombre con el Gundafor del "Acta Thomae" es
inequívoca y apenas se discute. Más aún, tenemos la evidencia de la
inscripción Takht-i-Bahi, que está fechada y qué los mejores
especialistas aceptan para establecer que el rey Gunduphara
probablemente empezó a reinar sobre el 20 d.C. y todavía estaba
reinando en el 46.
Hay excelentes razones de nuevo para
creer que Misdai o Mazdai bien pueden ser la transformación de un
nombre hindú hecha en tierra Iraní. En este caso probablemente
representaría a un cierto rey Vasudeva de Mathura, sucesor de Kanishka.
No hay duda de que no se puede deducir que el narrador gnóstico que
escribió el "Acta Thomae" pudiera haber adoptado algunos nombres
históricos hindúes para dar verosimilitud a su obra; pero, como el Sr.
Fleet deduce en sus severamente críticos escritos, " los nombres
puestos aquí en relación con Sto. Tomás son característicos, no tal y
como han existido en la historia y tradición hindú" (Joul. of R.Asiátic.
Soc., 1905, p.235).
Por otro lado, la tradición de que
Sto. Tomás predicó en "India" se extendió ampliamente por Oriente y
Occidente y aparece en escritores como Efraim, Siro, Ambrosio, Paulino,
Jerónimo y más tarde en Gregorio de Tours y otros, es difícil todavía
descubrir algún fundamento adecuado para la creencia, largamente
aceptada, de que Sto. Tomás realizó sus viajes misioneros por el lejano
sur de Mylapore, no lejos de Madrás, y allí sufrió el martirio.
En esta región todavía se encuentra
una cruz en un bajorrelieve de granito con una inscripción en pahlavi
(persa antiguo) datada en el siglo séptimo, y la tradición de que fue
allí donde Sto. Tomás entregó su vida es localmente muy fuerte. Es
cierto también que en el Malabar o costa oeste del sur de la India,
todavía existe un grupo de cristianos que aún usan un tipo de siríaco
como lengua litúrgica. Parece difícil determinar si esta Iglesia data
del tiempo de Sto. Tomás Apóstol (hubo un obispo Siro-Caldeo, Juan, "de
India y Persia" que asistió al Concilio de Nicea en el 325) o si el
Evangelio fue por primera vez predicado allí en el 345 bajo la
persecución persa de Shapur (o Sapor), o si lo fue por los misioneros
sirios que acompañaron un cierto Tomás Cana y penetraron en la costa
Malabar alrededor del año 745.
Sólo sabemos que en el siglo sexto
Cosmas Indicopleustes habla de la existencia de cristianos en Male
(¿Malabar?) bajo un obispo que había sido consagrado en Persia. El rey
Alfredo el Grande aparece en la "Crónica" anglosajona» enviando una
expedición para establecer relaciones con estos cristianos del lejano
Oriente. Por otro lado las reputadas reliquias de Sto. Tomás estaban
ciertamente en Edessa en el siglo cuarto, y allí permanecieron hasta que
fueron trasladadas a Chios en 1258 y a Ortona. La improbable sugerencia
de que Sto.
Tomás predicó en América (American
Eccles ., 1899, pp.1-18) está basada en una interpretación equivocada
del texto de los Hechos de los Apóstoles (1, 8; cf. Berchet, "Fonte
italiane per la storia della scoperta del Nuovo Mondo", II, 236, y I,
44).
Además del "Acta Thomae" de la que existe una redacción,
diferente y notablemente más corta, en etíope y latín, tenemos un breve
formulario de un, así llamado, «Evangelio de Tomás", originalmente
gnóstico, y, tal y como ahora lo conocemos, meramente una historia
fantástica de la niñez de Jesús, sin ningún notablemente tinte herético.
Hay también una "Revelatio Thomae",
condenada como apócrifo por el Decreto del Papa Gelasio que se ha
recuperado recientemente de diversas fuentes de modo fragmentado (vease
el texto completo en la Revista benedictina, 1911, el pp. 359-374).
El Testimonio de Tomás
¿Por qué Tomás busca pruebas para su fe? A su amor, hermanos, le
habría gustado que después de la resurrección del Señor la falta de fe
no le dejara a nadie con duda. Pero Tomás no llevaba solo la
incertidumbre de su corazón, sino la de todos los hombres. Y antes de
predicar la resurrección a las naciones, busca, un buen obrero, sobre el
que fundará un misterio que pide tanta fe. Y el Señor muestra a todos
los Apóstoles esto que Tomás había pedido. Jesús viene y le enseña sus
manos y su costado (Jn 20,19-20). En efecto, el que entra, cuando las
puertas estaban cerradas, puede ser tomado por los discípulos, por un
espíritu si no había podido mostrarles que no era otro sino él, siendo
las heridas el signo de su Pasión.
En seguida, se acerca a Tomás y le dice: “Trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino creyente. Que estas heridas que tu abres ahora, dejen fluir la fe por todo el universo, ellas que ya han vertido el agua del bautismo y la sangre del rescate” (Jn 19,34). Tomás responde: “Señor mío y Dios mío”. Que los incrédulos vengan y lo entiendan y, como dice el Señor, que no sean más incrédulos sino creyentes. Tomás manifiesta y proclama que lo que ve, no es solo un cuerpo humano, sino también que por la Pasión de su cuerpo de carne, Cristo es Dios y Señor. Es verdaderamente Dios quien sale vivo de la muerte y el que resucita de su herida.
En seguida, se acerca a Tomás y le dice: “Trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino creyente. Que estas heridas que tu abres ahora, dejen fluir la fe por todo el universo, ellas que ya han vertido el agua del bautismo y la sangre del rescate” (Jn 19,34). Tomás responde: “Señor mío y Dios mío”. Que los incrédulos vengan y lo entiendan y, como dice el Señor, que no sean más incrédulos sino creyentes. Tomás manifiesta y proclama que lo que ve, no es solo un cuerpo humano, sino también que por la Pasión de su cuerpo de carne, Cristo es Dios y Señor. Es verdaderamente Dios quien sale vivo de la muerte y el que resucita de su herida.
Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Católico
San Pedro Crisólogo (c. 406-450), obispo de Ravena, doctor de la Iglesia
Ángel Corbalán.
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