domingo, 18 de julio de 2010
" Ora et Labora"
EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo:
-- Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio?
Dile que me eche una mano.
Pero el Señor le contestó:- Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas: solo una es necesaria.
María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán.
Palabra del Señor
COMENTARIO
Celebramos el domingo XVI del tiempo ordinario. Este domingo es una invitación a saber contemplar a Dios y saber llevar a la práctica de cada día la experiencia de nuestra relación con él; a vivir nuestra relación con Dios desde la oración y el trabajo: "ora et labora".
Son dos dimensiones de la misma fe: la contemplación y la acción. Cuando la relación con Dios es auténtica, cuando es cierta la contemplación, es como una esponja empapada, que rezuma el agua, como un objeto impregnado de perfume, que difunde el olor; así el contemplativo auténtico vive en la vida diaria la riqueza de esa relación con Dios. Cuando el compromiso del cristiano es desde Dios, es expresión constante de los valores de Dios. Hay muchos compromisos, acciones en nombre de Dios, que están conviviendo con anti-valores evangélicos, los cuales delatan que no es un compromiso que nace de la relación con Dios, sino de otros intereses.
Dice San Pablo en la segunda lectura que hay que amonestar y enseñar para que todos lleguen a la madurez en la vida cristiana. ¿Cuándo se puede decir que un cristiano es maduro? ¿Cuándo tiene una formación muy amplia? ¿Cuándo tiene una opción personal por Jesús muy grande? ¿Cuándo viene mucho a misa? ¿Cuándo está muy comprometido? Las lecturas nos vienen a decir cuando uno acepta y acoge la Palabra de Dios y la cumple, cuando uno acepta la voluntad de Dios en su vida. Normalmente queremos que Dios haga lo que nosotros queremos y no acertamos a descubrir que lo que tenemos que hacer es ponernos en sus manos, para que se haga su voluntad, que es nuestra felicidad.
En la primera lectura vemos como Abrahán acoge a Dios en los tres hombres que se le presentaron; es hospitalario con ellos, esta hospitalidad es la preparación para acoger la voluntad de Dios en su vida. La voluntad de Dios es que Dios le va a dar un descendiente en su vejez: Isaac - el hijo de la sonrisa, pues Abrahán se sonrió cuando escuchó esta promesa -. Hospitalidad para acoger la voluntad de Dios. Acoger al otro, su persona, sus ideas, su modo de vivir... se convierte en la base de la acogida de Dios y su voluntad. Pues si no aceptamos lo que vemos, ¿cómo aceptaremos lo que no vemos? (Alguien dijo algo parecido, ¿no?).
Este mismo esquema vemos en el texto del evangelio; aparecen los dos datos:
Hospitalidad: en el servicio de Marta, patrona de los camareros -que tanto trabajan ahora en el verano-, que se multiplica para llegar a todo.
Escucha de la Palabra de Dios: en María, que, según Jesús, ha escogido la mejor parte.
Tradicionalmente se han visto en Marta y María dos aspectos del cristianismo: la acción y la contemplación, resaltando que la contemplación es mejor; es donde uno se llena espiritualmente y se vacía en la acción. Hoy podemos decir que son dos aspectos que deben de ir unidos: contemplativos en la acción y activos en la contemplación. En la Iglesia existen carismas de estos dos tipos (aquí, en Daimiel, España):
Del servicio: educación (Calasancias), ancianos (Hermanitas del asilo), predicación (P. Pasionistas), niños y pobres (Apostólicas).
De la contemplación: Carmelitas y Mínimas.
Pero en la vocación de un seglar, incluso de un cura secular, son dos realidades que deben de ir unidas: El mundo es nuestro monasterio, nuestra clausura, y el trabajo, el compromiso, es una forma de rezar; es en el mundo donde debemos encontrar a Dios y donde debemos implantar los valores y criterios del evangelio.
Los cristianos practicantes estamos necesitados de traducir en la vida diaria los valores que creemos y celebramos. Nos podemos quedar, como "marías", absortos en la contemplación, sin escuchar tantas "martas" que reclaman nuestras manos para compartir las tareas. Los cristianos que vienen menos por la Iglesia, pues piensan que lo importante es ser buenos, están necesitados de descubrir la gracia de Dios, que les ayuda y mantiene en su compromiso. Necesitados de hacerse "marías" para poder vivir la riqueza de la relación personal con Jesús. Pues no podrán vivir su vida como servicio a los demás, si no es desde esta relación.
En resumen, diría que no hay María sin Marta, ni Marta sin María. Que no hay contemplación sin acción, ni acción sin contemplación. Son dos dimensiones de la auténtica fe.
El derecho a sentarse No basta
EL DERECHO A SENTARSE
Una vez más, Jesús se acerca a Betania, una aldea muy cercana a Jerusalén, a hospedarse en casa de unos hermanos a los que quiere mucho. Al parecer, lo hacía siempre que subía a la capital.
En casa están sólo las mujeres.
Las dos adoptan posturas diferentes.
Marta se queja y Jesús pronuncia unas palabras que Lucas no quiere que se olviden en las comunidades cristianas.
Marta es la que «recibe» a Jesús y le ofrece su hospitalidad. A continuación se desvive en las múltiples tareas de ama de casa.
Nada tiene de extraño. Es lo que le corresponde a la mujer en aquella sociedad. Ése es su sitio y su cometido: cocer el pan, cocinar, servir al varón, limpiarle los pies, estar al servicio de todos.
Mientras tanto, su hermana María permanece «sentada a los pies» de Jesús en actitud propia de una discípula que escucha atenta su palabra, concentrada en lo esencial.
La escena es extraña pues la mujer no estaba autorizada a escuchar como discípula a los maestros de la ley.
Cuando Marta, desbordada por el trabajo, critica la indiferencia de Jesús y reclama ayuda, Jesús responde de manera sorprendente.
Ningún varón judío hubiera hablado así.
Jesús no critica a Marta su acogida y su servicio. Al contrario le habla con simpatía repitiendo cariñosamente su nombre.
No duda del valor y la importancia de lo que está haciendo. Pero no quiere ver a las mujeres absorbidas por las faenas de la casa: «Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas.
Sólo una es necesaria.
María ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».
La mujer no ha de quedar reducida a las tareas del hogar.
Tiene derecho a «sentarse» como los varones a escuchar la Palabra de Dios.
Lo que está haciendo María responde a la voluntad de Dios. Jesús no quiere ver a las mujeres sólo trabajando.
Las quiere ver «sentadas». Por eso las acoge en su grupo como discípulas en el mismo plano y con los mismos derechos que los varones.
Es mucho lo que nos falta en la Iglesia y en la sociedad para mirar y tratar a las mujeres como lo hacía Jesús.
Considerarlas como trabajadoras al servicio del varón no responde a las exigencias de ese reino de Dios, que Jesús lo entendía como un espacio sin dominación masculina.
No bastaHay cansancios típicos en la sociedad actual que no se curan con las vacaciones.
No desaparecen por el mero hecho de irnos a descansar unos días.
La razón es sencilla. Las vacaciones pueden ayudar a rehacernos un poco, pero no pueden darnos el descanso interior, la paz del corazón y la tranquilidad de espíritu que necesitamos.
Hay un primer cansancio que proviene de un activismo agotador.
No respetamos los ritmos naturales de la vida.
Hacemos cada vez más cosas en menos tiempo. De un día queremos sacar dos.
Vivimos acelerados, en desgaste permanente, deshaciéndonos cada día un poco más.
Ya llegarán las vacaciones para «cargar pilas».
Es un error. Las vacaciones no sirven para resolver este cansancio.
No basta «desconectar» de todo. A la vuelta de vacaciones todo seguirá igual.
Lo que necesitamos es no acelerar más nuestra vida, imponernos un ritmo más humano, dejar de hacer algunas cosas, vivir más despacio y de manera más descansada.
Hay otro tipo de cansancio que nace de la saturación.
Vivimos un exceso de actividades, relaciones, citas, encuentros, comidas.
Por otra parte, el contestador automático, el móvil, el ordenador, el correo electrónico facilitan nuestro trabajo, pero introducen en nuestra vida una saturación.
Estamos en todas partes, siempre localizables, siempre «conectados».
Ya llegarán las vacaciones para «desaparecer», y «perdernos».
Es un error. Lo que necesitamos es aprender a «ordenar» nuestra vida: elegir lo importante, relativizar lo accidental, dedicar más tiempo a lo que nos da paz interior y sosiego.
Hay también un cansancio difuso, difícil de precisar. Vivimos cansados de nosotros mismos, hartos de nuestra mediocridad, sin encontrar lo que desde el fondo anhela nuestro corazón. ¿Cómo nos van a curar unas vacaciones? No es superfluo escuchar las palabras de Jesús a Marta: «Andas inquieta y nerviosa con tantas cosas, pero sólo una es necesaria».
Su hermana María la ha encontrado sentada a los pies de Jesús.
Fuentes:
Pedro Crespo Arias
José A. Pagola.
Ángel Corbalán
Blog Parroquia San García Abad.
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