martes, 2 de noviembre de 2010

"Yo soy el camino y la verdad" (Fieles difuntos)

Al día siguiente de la fiesta de Todos los Santos, la Iglesia recuerda a todos los hombres que han llegado al término de su vida y pide por sus almas en el día de los Fieles Difuntos. Fundamenta esta tradición en dos creencias que tenemos los cristianos:

todos formamos un solo cuerpo: el Cuerpo de Cristo (Cf. 1Co 12,12-31), por lo que no podemos desentendernos de los miembros que ya nos han precedido en la muerte;

y resucitaremos un día de entre los muertos, del mismo modo que Cristo ha resucitado. La fe en la resurrección descansa en la fe en Dios que "no es un Dios de muertos sino de vivos" (Mc 12,27).

Ayer, solemnidad de Todos los santos, manifestábamos nuestra fe y esperanza en la voluntad de salvación de Dios, unidos con todos aquellos que viven ya en plena comunión con Él en el cielo. Hoy, la Iglesia nos invita a reunirnos para orar por todos los fieles difuntos, especialmente por todos aquellos que hemos conocido y querido y que en cualquier situación en que se hallen, viven ya con Cristo para siempre.


Lectura del santo evangelio según San Juan (14,1-6):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»

Tamás le dice: «Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»

Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.»

Palabra del Señor


Seguimos celebrando la comunión de los santos. Ayer hacíamos memoria de los que han alcanzado su meta y viven en comunión plena con Dios. Hoy recordamos a los fieles difuntos. Es también, la de hoy, una celebración de la esperanza.

Entre los antiguos romanos había distintas creencias respecto al destino final del hombre.

Conocemos inscripciones de algunas tumbas. Una decía: no existí, existí, no existo, no me importa.

El papa Benedicto XVI, en la encíclica Spe salvi, recordaba esta otra fórmula: Qué pronto hemos caído de la nada en la nada. Reflejan el sentir de quienes vivían sin Dios y sin esperanza. Y también el sentir de R. Mogin, poeta del s. XX, que declaraba: “Estamos sin noticias, sin noticias de esperanza; estamos sin noticias, sin noticias de amor; estamos sin noticias, sin noticias de Dios”.

El apóstol Pablo, en cambio, insistía: “No queremos que os aflijáis como los que no tienen esperanza”. Sin duda, la pérdida de hermanos en la fe, la de familiares, la de otras personas, produce aflicción; pero esta ha de estar templada e iluminada por una viva esperanza.

La Pascua nos ha revelado a Dios como el que resucitó a Jesús de entre los muertos y el que resucitará a cuantos mueren en el Señor. De ahí el reproche del apóstol a algunos corintios: les dice que negar la resurrección equivale a ignorancia de Dios.

A la vez que recordamos a los hermanos que ya gozan de la presencia de Dios, a la vez que oramos por los fieles difuntos, alentamos nuestra esperanza en el Dios vivo y Dios de vivos. El poeta Novalis, respondiendo a una pregunta clásica, lo formulaba así: “¿Que hacia dónde vamos? Siempre hacia casa”.

Que Dios, nuestro Señor, os bendiga.
Amén


Fuentes:
Pablo Largo
Ángel Corbalán
Blog Parroquia San Garcia Abad

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