Cuando Cristo se metió en la cola para esperar su turno de ser bautizado, seguramente San Juan Bautista no sabía que hacer. Llegó el Mesías delante de él y pidió el bautismo. El Bautista exclamó: “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿tú vienes a mí?” (Mt 3,14). El Catecismo hace referencia a esta actitud humilde de Cristo en el n.536:
El bautismo de Jesús es, por su parte, la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores.
Hay momentos en la vida de las personas que marcan un antes y un después. Pueden ser puntuales, pueden ser procesos en el tiempo, pero no hay vuelta atrás. Se pueden poner muchos ejemplos: cuando un joven se pone a trabajar por primera vez o cuando comienza sus estudios en la universidad –eso implica muchas veces el abandono de la casa familiar– o cuando entra en un noviciado porque quiere ingresar en una congregación religiosa. Incluso en el caso de que se pierda el trabajo, de que se deje la universidad o de que se abandone la congregación religiosa, nada vuelve a ser como antes.
El Bautismo de Jesús que hoy celebramos como broche y punto final del tiempo de Navidad viene a ser algo así. Los Evangelios lo sitúan como el gozne que se sitúa entre un antes –un periodo de tiempo del que desconocemos casi todo de la vida de Jesús– y el después –otro tiempo del que tenemos abundante información a través de los Evangelios y que culminará con su muerte en la cruz y la confesión de fe en su resurrección–. El tiempo antes del Bautismo suponemos que fue vivido con su familia en la evolución normal de cualquier niño-chico-joven-adulto de aquel tiempo. Según la tradición Jesús muere en la cruz con 33 años.
Si le restamos los tres años de la vida pública que relatan –más o menos– los Evangelios, se podría decir que se bautizó a los 30 años.
Eso nos habla de mucho tiempo de vida “normal”, “ordinaria”.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (3,13-17):
En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo, diciéndole: «Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?»
Jesús le contestó: «Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere.» Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. y vino una voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.»
Palabra del Señor
COMENTARIO.
"No todos los bautizados son cristianos". No recuerdo de quien he oído esta frase que parece un poco contradictoria y una gran denuncia de la situación de nuestras prácticas sacramentales. Parece contradictoria pues cualquier bautizado es hijo de Dios y, por tanto, cristiano; pero, al mismo tiempo, es una denuncia, porque es cierto que muchos bautizados dejan mucho que desear en su seguimiento de Cristo, aunque todos podríamos ser un poco mejores cristianos. Digo esto porque hoy celebramos el Bautismo de Jesús y, desde el mismo, se nos invita a reflexionar en nuestro bautismo.
El bautismo, como cualquier sacramento, no es automático, no funciona por si solo, sino que necesita la colaboración de la persona que lo recibe. El sacramento es un encuentro entre Dios y el ser humano. Dios pone su parte: la Gracia, que quita el pecado original y hace hijos de Dios ("Unción") y la persona responde con el seguimiento (con la "Misión"); si falta la respuesta no se produce el encuentro. La declaración de Pedro, en la segunda lectura, en casa de Cornelio, puede ser esclarecedora en este sentido: "Dios no hace distinciones, acepta al que practica la justicia, sea de la nación que sea". Lo importante no es la pertenencia a una "nación", sino la práctica de la justicia. La pertenencia a la Iglesia por medio del bautismo no significa nada en sí misma, si no va acompañada de la correspondiente respuesta de la persona que recibe ese sacramento: la implicación personal en la misión que Cristo nos confía. Creo que es momento adecuado para caer en la cuenta de que no podemos seguir manteniendo unas prácticas sacramentales, refugiados en el "ex opere operato" y "exigir" una preparación y una respuesta que "garantice el sacramento".
Con la fiesta del Bautismo de Jesús termina el ciclo de la Navidad y comienza el tiempo ordinario. Con el Bautismo de Jesús comienza su vida pública. Él no necesitaba el bautismo, pues era ya Hijo de Dios y no tenía pecado, pero participó de este rito que hacía Juan el Bautista y así expresó el comienzo de su misión. Con el Bautismo de Jesús se produce una nueva Epifanía: Jesús se manifiesta en la carne de un niño a todas las gentes; Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo se manifiesta en el Bautismo.
En las lecturas destacan dos momentos importantes: La Unción y la Misión, que nos hablan de Jesús y que nos hacen pensar en nuestra condición de bautizados, pues estos dos momentos también se expresan en nuestro bautismo.
UNCIÓN:
Oímos en la lectura de Isaías: "Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero". "Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he tomado de la mano, te he formado, te he hecho...". En la lectura de los Hechos de los Apóstoles se dice: "Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo" y "Dios estaba con él". El Evangelio resalta la voz del Padre: "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto".
Cristo es el siervo elegido por Dios. Cuando celebramos el sacramento del Bautismo es fácil percibir como se dice que el bautizado es también elegido por Dios en la persona de Cristo. Todos los bautizados estamos elegidos por Dios de una manera especial. ¿Tenemos conciencia de esa elección? Claro que la elección, tanto en Cristo como en nosotros es para algo, es para la misión. Por eso, en el momento de la unción con el crisma en el bautismo se dice que hemos sido elegidos para entrar a formar parte de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Así se habla de la misión que es Entrega, anuncio de la Palabra de Dios y Servicio.
MISIÓN:
En la lectura de Isaías se expresaba así la misión: "... para que traiga el derecho a las naciones". Probablemente esta profecía se refiere a Ciro, rey de Persia; pero pronto se hizo una profecía mesiánica. También se dice: "No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará", lo que alude al estilo de la misión, que la realizará desde la mansedumbre y la misericordia. Además dice: "Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas", lo que alude al contenido específico de la misión que es traer la liberación de los males que afligen a la humanidad y la salvación de la que está necesitada. La lectura de los Hechos de los Apóstoles dice: "La paz que traerá Jesucristo", es otra parte importante de la misión; también dice, como resumiendo lo central de su misión: "Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo".
La mejor manera de expresar la misión que tiene Jesucristo es decir que viene a salvarnos. La salvación implica la liberación de todos los males que afligen a la humanidad, incluida la muerte; pero también nos libera del pecado y nos saca de las consecuencias en las que nos sumerge el pecado. Cristo ya ha realizado la salvación de la humanidad, pero ésta no se ha obrado aún en nosotros. Los bautizados participamos en esta misión: dejarnos salvar por Cristo, liberarnos del pecado y llevar esa liberación a quienes están necesitados de ella.
Cristo te necesita para llevar a delante su misión. La Unción es para la Misión. La Gracia necesita de la Naturaleza y de la Libertad humana.
¿No te sientes elegido?, ¿no te sientes enviado?, ¿acaso no estás bautizado?
Fuentes:
Iluminación Divina
Fernando Torres Pérez cmf
Pedro Crespo Arias
Ángel Corbalán
AMÉN
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