El poeta inglés Anden, en un poema sobre la Navidad presenta a los Magos motivando su viaje:
El primero dice: Debo saber cómo ser verdadero hoy. Por eso sigo la estrella.
El segundo dice: Quiero descubrir cómo vivir hoy. Por eso sigo la estrella.
El tercero dice: Necesito averiguar cómo amar hoy. Por eso sigo la estrella.
Al final afirman los tres: Debemos descubrir cómo ser hombres hoy. Por eso seguimos la estrella.
La estrella sigue brillando hoy, para los que quieran verla. ¿Tú quieres? Búscala en la Liturgia, en la Comunidad, en la Palabra, en tu corazón. Los niños esperan con grandísima ilusión la noche de Reyes, para recibir sus regalos. Con esa misma ilusión podríamos esperar nosotros el encuentro con Dios.
Con los pastores pasó hace unos días un acontecimiento extraño que resultó bien. Cuidaban sus rebaños cumpliendo su rudo oficio cuando vieron una tan extraña como clara visión de ángeles que les decían cosas al principio incomprensibles y al poco rato comprobadas. Sí, allí, en un casuco, estaba el Niño del que se les habló, con su madre y un varón. Hicieron lo que pudieron en su tosquedad y carencia según mandaban las circunstancias.El primero dice: Debo saber cómo ser verdadero hoy. Por eso sigo la estrella.
El segundo dice: Quiero descubrir cómo vivir hoy. Por eso sigo la estrella.
El tercero dice: Necesito averiguar cómo amar hoy. Por eso sigo la estrella.
Al final afirman los tres: Debemos descubrir cómo ser hombres hoy. Por eso seguimos la estrella.
La estrella sigue brillando hoy, para los que quieran verla. ¿Tú quieres? Búscala en la Liturgia, en la Comunidad, en la Palabra, en tu corazón. Los niños esperan con grandísima ilusión la noche de Reyes, para recibir sus regalos. Con esa misma ilusión podríamos esperar nosotros el encuentro con Dios.
Como les habían asegurado que era la "Luz que iluminaba al pueblo que habitaba en sombras de muerte", de lo que tenían dieron para ayudar y para quedar bien con aquella familia que al parecer era más pobre que ellos. No les costó trabajo aceptar el milagro que era tan claro. Lo dijeron los ángeles, pues... tenían razón.
Vinieron unos Reyes. Fueron los últimos en llegar a ver a aquel Niño y si se entretienen un poco más..., pues ¡que no lo encuentran! Viajaron mucho por los caminos del mundo. Venían desde muy lejos. Pasaron miedo, frío y calor. Hasta estuvieron perdidos pero, preguntando e inquiriendo, sacaron fruto de su investigación. Aquello fue un consuelo porque tuvieron susto de haber perdido el tiempo y tener que regresar a los comienzos con el fracaso en sus reales frentes. Pero no, sabían que aquella estrella era capaz de llevarles adonde estaba Dios. También las circunstancias mandaban y adoraron y ¡cómo no! ofrecieron dones al Niño-Creador.
Los dos son caminos, la fe y la razón. Uno es sencillo, basta con que hable Dios. El otro es costoso, búsqueda constante y sincera con peligros de equivocación. La Verdad está en su sitio. Sencillez es condición. Los pastores la aprehenden y los sabios la descubren. Entre ambos la sirven y entre ambos son de Dios.
Fuentes:
Catholic red.
Ángel Corbalán
Alejandro, C.M.F.
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