martes, 23 de febrero de 2010

CARTA PASTORAL.XVIII Encuentro Diocesano de Oración




"El que tenga sed, venga a mí " (Jn 7,37)

Mis queridos diocesanos:

El próximo 7 de marzo, tercer domingo de Cuaresma, tendrá lugar en nuestra Diócesis el XVIII Encuentro Diocesano de Oración que se celebrará, como otros años, en el Colegio Salesiano de Campano (Chiclana), poniendo en esta ocasión el acento en este Año Sacerdotal bajo la figura del Santo Cura de Ars, modelo de párroco, así como en la parroquia misionera y evangelizadora.


1. El que tenga sed, venga a mí

La sed de Dios es la que nos mueve a mantenernos en una constante oración. Mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo (Sal 42,2-3). Esta sed de Dios en el fondo es búsqueda de felicidad porque el ser humano tiene plenitud de vida si vive en Dios y para Dios. Jesús nos invita a que cuando tengamos esta sed le busquemos a Él. Te busco de todo corazón (Sal 119,10).
Bien sabe el Señor que Él puede saciar los anhelos más profundos de todo hombre y mujer. Por eso, en el Templo de Jerusalén, en el lugar más sagrado, puesto de pie, gritaba: Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí, como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de agua viva (Jn 7,37-38). La oración sacia nuestra sed de Dios y nos lanza a la vida para dar una respuesta y hacer presente el Reino de Dios.

2. San Juan María Vianney, testigo de una profunda vida de oración

El Santo Cura de Ars se nos presenta este año como modelo a imitar. Para él, la oración envolvía su vida y era fuente de fecundidad apostólica. La experiencia de este santo respecto de la oración era experiencia de felicidad donde nos sumergimos en la profundidad del amor de Dios. Él nos dice: La oración es toda la felicidad del hombre... Cuanto más se reza más se quiere rezar: es como un pez que nada en la superficie del agua y que luego va a sumergirse hasta lo profundo del mar. El alma se abisma, se hunde en el amor de su Dios. Es como cuando se vacía el contenido de un tonel en otro: nos servimos entonces de una máquina que va del uno al otro; pues lo mismo sucede con la efusión de Jesús en nuestro corazón. Como no podemos separar la felicidad de la comunión con Dios, así no podemos separar la felicidad de la oración. Es verdad que muchas veces se nos presenta la dureza de la vida pero la oración nos hace conscientes de que Dios sostiene nuestra vida.

El Santo Cura de Ars era un testimonio constante de oración, en cuanto experiencia personal y enseñanza a los demás. Así manifestaba su experiencia de Dios: Todo bajo los ojos de Dios, todo con Dios, todo por satisfacer a Dios: ¡oh! ¡qué bello es vivir así!. Vamos, mi alma, tú vas a conversar con el Buen Dios, a trabajar con él, a caminar con él, a combatir y sufrir con él. Trabajarás, pero él bendecirá tu trabajo; andarás, pero él bendecirá tus pasos; sufrirás, pero él bendecirá tus lágrimas. ¡Qué grande es, qué noble, qué consuelo hacer todo en la compañía y bajo los ojos del Buen Dios; pensar que él ve todo, que cuenta con todo! Digamos, pues, cada mañana: todo por agradaros, Dios mío; ¡todas mis acciones por ti!. El pensamiento de la santa presencia de Dios es dulce y consolador. Uno no se cansa; las horas pasan como minutos; en fin, es un adelanto del cielo.

3. La parroquia, fuente para saciar nuestra sed en la oración

La parroquia es el lugar habitual donde crecemos en la fe, la esperanza y el amor. En ella los fieles cristianos se forman, los sacerdotes ejercen su ministerio siendo transparencia de Jesús, buen Pastor. El Papa Juan XXIII tenía unas palabras muy bellas para definir lo que era una parroquia, decía: la parroquia es la fuente de la aldea a la que todos acuden a calmar la sed. Hoy se ve necesario redescubrir esta gran verdad.
Lo que busca una persona que llama a la puerta de una parroquia es la experiencia de Dios. Es sentirse tratada como Dios nos trata. La oración es el camino para modelar los corazones al estilo de Jesús. Una oración comunitaria semanal, y donde sea posible diaria, fortalecerá todo el apostolado de esa comunidad y dará a esa parroquia una hermosa fecundidad evangélica. Es por lo que siempre permanece esa llamada de hacer de nuestras parroquias auténticas comunidades orantes.

4. Valoración del sacerdocio ministerial y común de los fieles

Por el bautismo todos los fieles cristianos nos incorporamos al sacerdocio de Cristo en lo que se ha llamado el sacerdocio común. Una forma de ejercer este sacerdocio es también a través de la oración, como nos dice el Concilio Vaticano II: Los fieles, en cambio, participan en la celebración de la Eucaristía en virtud de su sacerdocio real, y lo ejercen al recibir los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras (Constitución Lumen gentium, n.10).

Si todos los discípulos de Jesús están llamados a ser perseverantes en la oración, orad siempre, sin desfallecer (Lc 18,1), es verdad que Dios llama a algunos de los fieles a animar los grupos de oración y a ser verdaderos maestros de oración. Así pues todos los catequistas están llamados a iniciar a sus catecúmenos a la oración: El catequista ha de estar capacitado para iniciar a los cristianos en la oración. Por consiguiente ha de conocer todo el significado del Padre Nuestro y el pensamiento que lo sostiene y alimenta, ya que es el modelo de toda oración cristiana. Igualmente ha de estar iniciado en las formas más tradicionales de la oración de la Iglesia, especialmente en la oración de los salmos (Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, El catequista y su formación, n.133).

5. El sacerdote, maestro de oración

Dios escoge de su pueblo a unos hombres para que ejerzan el sacerdocio ministerial con las funciones de guiar, enseñar y santificar. Respecto a la oración, el sacerdote tiene la misión de orar por la Iglesia y con la Iglesia, pero también un aspecto que no puede olvidar es el de ser maestro de oración: Un aspecto, ciertamente no secundario, de la misión del sacerdote es el de ser maestro de oración. Pero el sacerdote solamente podrá formar a los demás en la escuela de Jesús orante, si él mismo se ha formado y continúa formándose en la misma escuela (Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Pastores Dabo Vobis, n. 47).

Benedicto XVI refuerza esta misma idea con unas palabras que dirigió a sacerdotes, diáconos y seminaristas el 15 de junio de 2008: Queridos sacerdotes, como bien sabéis, para que vuestra fe sea fuerte y vigorosa, hace falta alimentarla con una oración constante. Por tanto, sed modelos de oración, convertíos en maestros de oración. Que vuestras jornadas estén marcadas por los tiempos de oración, durante los cuales, a ejemplo de Jesús, debéis dedicaros al diálogo regenerador con el Padre. Sé que no es fácil mantenerse fieles a estas citas diarias con el Señor, sobre todo hoy que el ritmo de la vida se ha vuelto frenético y las ocupaciones son cada vez más absorbentes.

6. Construyamos, entre todos, una Iglesia más orante

Veo necesario dinamizar todo lo que sea oración en nuestra Iglesia diocesana, una oración comprometida con la vida, que nos lance a la solidaridad y a la entrega a los más pobres y desfavorecidos, donde todo el dolor y sufrimiento de nuestro pueblo sea elevado a Dios nuestro Padre. De aquí que avancemos en promover también la oración comunitaria en nuestras parroquias. Al Secretariado Diocesano de Grupos de Oración se les ha encomendado esta misión. Entre todos hagamos una Iglesia más orante.

María, la gran orante, nos acompaña en este camino, alentando la oración de nuestra Iglesia, para que lleguemos a hacer de todas nuestras parroquias verdaderas comunidades evangelizadoras y misioneras.

Os invito, a todos los que podáis, a que participéis de este Encuentro, y sea un día de fraternidad diocesana y de profunda oración.

Reza por vosotros, os quiere y bendice,

+ Antonio Ceballos Atienza

Obispo de Cádiz y Ceuta

Cádiz, 17 de febrero de 2010.

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