No conocen la sabiduría de quien se retira de vez en cuando a la soledad o, simplemente, se recoge en su habitación para «meditar» su vida.
En el relato evangélico (Lc 14, 28-32), Jesús emplea dos imágenes: la del hombre que quiere construir una torre y la del rey que se ve obligado a afrontar a un enemigo que viene a su encuentro.
En ambos casos, se repite lo mismo: los dos personajes «se sientan» a reflexionar sobre las exigencias, los riesgos y las fuerzas con que cuentan para enfrentarse sabiamente a su vida.
¿Por qué no «sentarnos», terminadas ya las vacaciones, para reflexionar sobre la vida que reanudamos estos días?.
Esta reflexión nos ayudará a no dejarnos arrastrar tan fácilmente por la rutina o el ajetreo de cada día. Compromisos, obligaciones, trabajos..., todo tiene un sentido más humano cuando la persona vive esa «suave vigilancia» que permite a la persona ser dueña de su vida, reacciones y sentimientos.
EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 14, 25-33
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; Él se volvió y les dijo:
--Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mi no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar."
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.
Palabra del Señor
COMENTARIO
Jesús va camino de Jerusalén, mucha gente lo acompañaba, y él siente la necesidad de hacer algunas aclaraciones.
(Imagina una concentración de religiosidad popular, masiva: Imaginaos la Iglesia de San Pedro cuando trajeron la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, lleno totalmente; imaginaos la traída de la Virgen del santuario, con "mil jóvenes" corriendo; imaginaos la Iglesia completamente llena en una fiesta o medio llena como hoy).
En este contexto Jesús quiere hacer una aclaración: "Si alguno se viene conmigo y no pospone a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mi no puede ser discípulo mío... El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío".
¿Qué tal suena? Un poco fuerte, exigente, radical. No nos dice el evangelista nada de cómo reaccionó la gente, ¿se volverían atrás?
Es que seguir a Jesucristo no es un barniz decorativo que uno se da por fuera, no es una costumbre social que hemos hecho tradición, no es un seguimiento "light", no es una religión a la carta, en la que uno escoge lo que quiere y lo demás lo deja olvidado.
Seguir a Jesucristo es una opción personal, que supone reconocer a Dios como el valor central de la vida, y que poco a poco produce una identificación progresiva con la vida y los valores de Dios. No se hace un cristiano en un día.
En concreto las lecturas de este domingo nos vienen a decir que seguir a Jesucristo es:
1ª Lectura: Es conocer, con la ayuda del Espíritu, el designio de Dios. "¿Qué hombre conoce el designio de Dios, quién comprende lo que Dios quiere; quién si tú no le das la sabiduría enviando tu santo Espíritu? El plan de Dios no es otro que su Reino, la presencia de sus valores entre los hombres para construir un mundo mejor.
2ª Lectura: Es vivir la fraternidad. En el cristianismo no cabe otra relación entre las personas. La lectura nos contaba como San Pablo le pide a Filemón que trate a Onésimo como hermano y no como esclavo.
Evangelio: Posponer a la familia, incluso a uno mismo, las riquezas y tomar la cruz. Planteado desde un punto de vista positivo, se podría decir así: El valor fundamental, primero, en tu vida, debe ser Dios. Repasa tu escala de valores, ¿qué es lo más importante en tu vida? ¿en dónde buscas la felicidad?... Si el centro de toda tu vida es Dios y sus criterios, desde ahí puedes vivir la realidad de la familia como semilla de la Iglesia y del Reino, puedes vivir tu propia vida como entregada a unos ideales y no a ti mismo, puedes vivir tu relación con las riquezas como una manera de hacer realidad el destino universal de lo bienes, puedes tomar la cruz como una forma de identificarte con Cristo...
Vamos a mirarnos personalmente, o en conjunto en la parroquia, o en cualquiera de sus hermandades o cofradías, en cualquier grupo de jóvenes, y nos podemos preguntar: ¿Todo lo que hacemos, en principio por Dios, lo hacemos desde los valores y los criterios de Dios? ¿Se ve en nuestras acciones la justicia, la misericordia, la mansedumbre, el desprendimiento de los bienes, la reconciliación, el perdón, la fraternidad, la comunión...?; ¿se ve en nuestras acciones el bien común por encima de los intereses partidistas, la ilusión por construir el Reino de Dios?
Si la respuesta a estas preguntas más bien fuera no que sí tendríamos que plantearnos seriamente nuestro seguimiento de Jesucristo.
Si la respuesta más bien fuese sí que no, tendríamos que animarnos a continuar por ese buen camino.
Pues que el Señor nos ilumine en nuestra vivencia del cristianismo para que cada vez nos asemejemos más a su Hijo Jesús.
Fuentes:
Pedro Crespo Arias
José A. Pagola
Ángel Corbalán
Blog Parroquia San Garcia Abad.
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