Hoy domingo 20 de Octubre, la Iglesia Católica celebra el Día Mundial de
las Misiones (Domund) y también el domingo XXIX del Tiempo Ordinario “C”.
Introducción.
La búsqueda de una sociedad más justa y fraterna, en la que reine la
verdadera libertad y sean reconocidos los derechos humanos, ha sido en buena
medida el motor de la historia en la época moderna. Los cristianos han
participado en esa aventura y han considerado que una sociedad es justa y
humana en la medida en que se preocupa por los más débiles y desfavorecidos.
El papa Francisco ha denunciado que el tipo de sociedad que hemos creado
está eliminando a los jóvenes y a los ancianos.
Los cristianos no debemos dejarnos robar la esperanza de que otro mundo
es posible. Hay que mantenerla a través de la oración. Los cristianos han
rezado y seguimos rezando para que venga el Reino y Dios haga justicia a sus
elegidos. A algunos ese mundo injusto les parece el argumento más concluyente
contra la existencia de Dios y creen que esas oraciones son una pérdida de
tiempo, otros, sin embargo, seguirán viendo en ellas un arma poderosa no
violenta contra los injustos.
Lectura del
santo evangelio según san Lucas (18,1-8):
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que
orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una
ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad
había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi
adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque
ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando,
le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara."»
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no
hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os
digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre,
¿encontrará esta fe en la tierra?»
Palabra del Señor
COMENTARIO.
Las Lecturas de hoy nos hablan de la perseverancia en la
oración. Vemos a Moisés en la Primera
Lectura (Ex. 17, 8-13) con las manos en
alto en señal de súplica al Señor.
Mientras Moisés oraba el ejército de Israel vencía; si las bajaba,
sucedía lo contrario. Llegó un momento
que ya Moisés no pudo sostener sus brazos y tuvo que ser ayudado.
El Evangelio (Lc. 18, 1-8)
nos habla de una parábola del Señor, en la cual nos presenta un Juez
injusto que no quiere saber nada de una pobre viuda que lo busca para que le
haga justicia contra su adversario. Y el
inhumano Juez termina por acceder a las insistentes y perseverantes peticiones
de la pobre mujer.
Jesús usa este ejemplo para darnos a entender que Dios, que
no es como el Juez inhumano e injusto, sino que es infinitamente Bueno y Justo,
escuchará nuestras oraciones constantes, insistentes y perseverantes.
Sin embargo, recordemos que debemos saber qué pedir y cómo
pedir a Dios. Hace poco las Lecturas nos
hablaban de que si pedíamos Dios nos daba:
“Pidan y se les dará”. Pero debemos
recordar lo que decía ese texto al final: “Dios
dará cosas buenas a los que se las pidan” (Mt. 7, 11).
¿Qué significa esto de “cosas buenas”? Significa que debemos saber pedir lo que
Dios nos quiere dar. Y estar confiados
en que es Dios Quien sabe qué nos conviene.
Esas “cosas buenas” son las cosas que nos convienen.
¿Por qué parece que Dios a veces no responde nuestras
oraciones? Porque la mayoría de las
veces pedimos lo que no nos conviene.
Pero, si nosotros no sabemos pedir cosas buenas, El sí sabe dárnoslas. Por eso la oración debe ser confiada en lo
que Dios decida, y a la vez perseverante.
A lo mejor Dios no nos da lo que le estamos pidiendo, porque no nos
conviene, pero nos dará lo que sí nos conviene.
Y la oración no debe dejarse porque no recibamos lo que estemos
pidiendo, pues debemos estar seguros de que Dios nos da tooodo lo que necesitamos.
Sin embargo, no podemos dejar de notar la pregunta de Cristo
al final de este trozo del Evangelio. ¿Qué significa esa frase sobre si habrá
Fe sobre la tierra cuando vuelva a venir Jesucristo?
Esta frase sobre la Fe y Segunda Venida de Jesucristo “pareciera”
estar como agregada, como fuera de contexto.
Pero no es así. Notemos que habla
el Señor sobre “sus elegidos, que claman a El día y noche”.
Si nos fijamos bien,
no hubo cambio de tema, pues a la parábola sobre la perseverancia en la
oración, sigue el comentario de que Dios hará justicia a “sus elegidos, que
claman a El día y noche”. De hecho, el
tema que estaba tratando Jesús antes de comenzar a hablar de la necesidad de
oración constante era precisamente el de su próxima venida en gloria (cf. Lc.
17, 23-37).
Esa oración perseverante y continua que Jesús nos pide es la
oración para poder mantenernos fieles y con Fe hasta el final ... hasta el
final de nuestra vida o hasta el final del tiempo.
Sin embargo, el cuestionamiento del Señor nos da indicios de
que no habrá mucha Fe para ese momento final.
Es más, en el recuento que da San Mateo de este discurso escatológico
nos dice el Señor que si el tiempo final no se acortara, “nadie se salvaría, pero
Dios acortará esos días en consideración de sus elegidos” (Mt. 24, 22).
¿Qué nos indica esta advertencia? Que la Fe va a estar muy atacada por los
falsos cristos y los falsos profetas que también nos anuncia Jesús. Que muchos estamos a riesgo de dejar enfriar
nuestra Fe, debido a la confusión y a la oscuridad (cf. Mt. 24, 23-29).
Es una advertencia grave del Señor, que nos indica que
debemos estar siempre listos para ese día de la venida en gloria del Señor -o
para el día de nuestro paso a la otra vida a través de nuestra muerte. Es una advertencia para que roguemos
perseverantemente porque seamos salvados, en ese día en que el Señor vendrá con
gran poder y gloria para juzgar a vivos y muertos.
Sabemos que por parte de Dios la salvación está asegurada,
pues Jesucristo ya nos salvó a todos con su Vida, Pasión, Muerte y
Resurrección. Pero de parte de nosotros
se requiere que mantengamos nuestra Fe y que la mantengamos hasta el final.
De allí que Jesús nos dé el remedio para fortalecer nuestra
Fe y para que esa Fe permanezca hasta el final:
la oración, la oración perseverante y continua: orar sin desfallecer para que nuestra Fe no
desfallezca.
Pero, sin duda, la pregunta del Señor “¿creen ustedes que
habrá Fe sobre la tierra cuando venga el Hijo del hombre?” nos invita una seria
reflexión... Cabe preguntarnos, entonces, ¿cómo está nuestra Fe?
¿Es una Fe que nos lleva a la esperanza de la Resurrección y
la Vida Eterna? ¿O es una Fe que está
esperando en el nefasto e irrealizable mito de la re-encarnación?
¿Es una Fe segura o es una fe que coquetea con las últimos
novelerías escritas justamente para que nuestra Fe se vaya debilitando?
Por ejemplo… ¿le hemos dado algún crédito a los escritos de
los ateos actuales que están llenando las librerías con sus libros blasfemos,
en los que tratan a los cristianos como si fuéramos tontos?
¿Es una Fe que confía en Dios o que confía en las fuerzas
humanas?
¿Es una Fe que nos hace sentir muy importantes e
independientes de Dios o es una Fe que nos lleva a depender de nuestro Creador,
nuestro Padre, nuestro Dios?
¿De verdad tenemos la clase de Fe que el Señor espera
encontrar cuando vuelva?
Y si para tener esa Fe que requerimos para el final, la
receta es la oración, cabe preguntarnos también: ¿Cómo es nuestra oración?
¿Es frecuente, perseverante, constante, sin desfallecer,
como la pide el Señor para que nuestra Fe no decaiga?
¿Cómo oramos? ¿Cuánto
oramos?
¿Está nuestra
oración a la medida de las circunstancias?
Porque... pensándolo
bien ... considerando como están las cosas en el mundo, “¿creen ustedes que
habrá Fe sobre la tierra cuando venga el Hijo del hombre?”
El Salmo 120 es un himno al poder de Dios y a la confianza
que debemos tener en El. Cantamos al
Señor, que es Todopoderoso, pues, entre otras cosas, “hizo el Cielo y la tierra”.
Y confiamos en El, pues “está
siempre a nuestro lado... guardándonos en todos los peligros... ahora y para
siempre”
La Segunda Lectura (2 Tim. 3,14 - 4,2) nos pide también firmeza en la Fe (“permanece
firme en lo que has aprendido”), seguridad en la Sabiduría que encontramos
viviendo la Palabra de Dios. Y además
nos habla de la necesidad de la Fe para la salvación (“la Sagrada Escritura, la
cual puede darte la Sabiduría que, por la Fe en Cristo Jesús conduce a la
salvación”).
Pero, adicionalmente, nos habla de la obligación que tenemos
de comunicar esa Fe contenida en la Palabra de Dios. Y esa obligación deriva de la necesidad que
hay de anunciarla en atención -precisamente- a la Segunda Venida de Cristo: “En presencia de Dios y de Cristo Jesús, te
pido encarecidamente que, por su advenimiento y por su Reino, anuncies la
Palabra”.
De allí la importancia de leer la Palabra de Dios, de
meditarla, de orar con la Palabra de
Dios y, encontrando en ella la Sabiduría, poderla vivir nosotros y mostrarla a
los demás con nuestro ejemplo y con nuestro testimonio “a tiempo y a destiempo, convenciendo, reprendiendo y exhortando con
toda paciencia y sabiduría”.
En resumidas cuentas, las lecturas de hoy nos invitan a
orar, a orar con perseverancia para pedir para nosotros y para todos la Fe que
Jesucristo quiere encontrar cuando vuelva.
Y también
Celebramos el Domingo Mundial de la Misiones (DOMUND)
Este domingo 20 de Octubre, la Iglesia Católica celebra El
DOmingo MUNDial de las Misiones, que es el día en que toda la Iglesia universal
reza por la actividad evangelizadora de los misioneros y misioneras, y colabora
económicamente con ellos en su labor, especialmente entre los más pobres y
necesitados.
¿Por
qué el DOMUND?
El 37% de la Iglesia católica lo constituyen territorios de
misión, un total de 1.100 circunscripciones eclesiásticas que dependen de la ayuda
personal de misioneros y misioneras y de la colaboración económica de otras Iglesias
para realizar su labor.
Con los donativos se subvenciona el sostenimiento de los
misioneros y sus colaboradores. También se atienden otras necesidades
especiales: construcción de iglesias y capillas, formación cristiana, compra de
vehículos..., además de desarrollar proyectos sociales, educativos y
sanitarios.
¿Cuáles
son sus principales fines?
1. Iniciar a los fieles en la “contemplación” del rostro de
Dios, en el que se reflejan los rostros de los más pobres y necesitados.
2. Promover entre los fieles una sensibilidad y predilección
hacia los que, aun sin saberlo, buscan conocer y ver a Jesús.
3. Participar en las actividades organizadas por las
comunidades eclesiales con motivo de la celebración del DOMUND.
4. Colaborar con una generosa aportación económica para
atender las necesidades materiales de los misioneros y de las misiones.
5. Intensificar la oración y el sacrificio por las
vocaciones misioneras de sacerdotes, religiosos y religiosas, y laicos.
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