DOMUND 2010
Mis queridos diocesanos:
Con gran alegría me dirijo a vosotros para invitaros a celebrar con gozo la fiesta eclesial del Domund, con el siguiente lema: “Queremos ver a Jesús” (Jn 12,21). Un año más la Jornada Mundial de las Misiones nos ofrece la ocasión de renovar nuestro compromiso de conocer a Jesús y darlo a conocer, y así cooperar a la causa misionera de la Iglesia y a intensificar la catequesis permanente de la dimensión evangelizadora de la Iglesia.
1. “Queremos ver a Jesús”
La misma petición que algunos griegos presentan al apóstol Felipe resuena también hoy en nuestro corazón en este Día del Domund. El hombre del siglo XXI, como aquellos peregrinos griegos hace dos mil años, también nos grita y nos pide que quiere ver a Jesús, no sólo que le hablemos de Jesús, sino que le “hagamos ver a Jesús”. Que el rostro de Jesús resplandezca en todo el mundo y sea conocido por todas las gentes.
2. Id también vosotros a mi viña
Este día los protagonistas no son solo nuestros misioneros. Este día nos recuerda el mandato misionero que hemos recibido todos los bautizados y la Iglesia entera. La Iglesia es “misionera por naturaleza” (Ad gentes, 2). Dice el Papa en el Mensaje de este año: “De hecho, la conciencia de la llamada a anunciar el Evangelio estimula no solo a cada uno de los fieles, sino a todas las comunidades diocesanas y parroquiales, a una renovación integral y a abrirse cada vez más a la cooperación misionera entre las Iglesias, para promover el anuncio del Evangelio en el corazón de cada persona, de todo el pueblo, cultura, raza, nacionalidad, y en todas las latitudes” (Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de las Misiones 2010). Esta conciencia misionera se alimenta en la Diócesis y concretamente en nuestra Iglesia de Cádiz y Ceuta.
3. Ser misionero de una Iglesia particular
El Papa Benedicto XVI nos invita, pues, a una cooperación misionera entre las Iglesias para promover el anuncio del Evangelio en el corazón de cada persona. De ahí que el misionero no es una figura aislada, ni es un héroe arriesgado que emprende una actividad particular privada. Como han resaltado, desde el Concilio Vaticano II, todos los documentos oficiales de la Iglesia, el misionero es, ante todo, un miembro de una comunidad eclesial, un enviado de una Iglesia particular.
Por eso, en nuestros misioneros estamos implicados cada uno de nosotros. Su actividad, siempre arriesgada y tantas veces heroica, es algo muy importante para cada uno de nosotros. Todos nosotros, en cuanto bautizados y miembros de la Iglesia, hemos recibido la tarea, el gozo y la misión de comunicar la salvación que hemos experimentado, de dar a conocer a Jesús y proclamar el Reino de Dios en todas las regiones de la tierra, de extender la Iglesia y dar origen a nuevas comunidades eclesiales. Este mandato misionero compete a cada uno según el ministerio o misión que desempeña en la Iglesia: a mi como obispo, y a vosotros como laicos, religiosos o sacerdotes.
4. Gran satisfacción
Es una gran satisfacción comprobar cómo muchos miembros de nuestra Iglesia han asumido de un modo más estricto y directo esa tarea de todos. En su opción y en su compromiso son los canales por los que se expande la energía evangelizadora de todos nosotros como Iglesia. Son signo y realización de nuestra obligación evangelizadora. Ellos dan respuesta al deseo de muchos niños, adolescentes, jóvenes y adultos que gritan: ¡Queremos ver a Jesús!
5. Nuestra Iglesia Diocesana está abierta
Gracias a ellos podemos decir que nosotros, como Iglesia de Cádiz y Ceuta, somos comunidad abierta. Más aún, somos una comunidad generosamente entregada a la comunidad con las otras iglesias y con todos los hombres. Los misioneros y misioneras son por ello nuestro orgullo. Gracias a ellos nos podemos sentir orgullosos porque bajo la acción de la gracia de Dios, nuestra Iglesia llega a todas las partes del mundo.
Nuestra Iglesia llega allí donde llegan nuestros misioneros. Entonces podemos pensar que al mismo tiempo que damos respuesta al grito de queremos ver a Jesús, proclamamos cuántas lágrimas hemos contribuido a secar, cuántos pecados han sido perdonados, cuánta reconciliación ha sido celebrada, cuántas comunidades han sido congregadas, cuántas miserias han sido mitigadas y aliviadas, y cuántas personas hambrientas han sido saciadas y atendidas. Nos podemos sentir ciertamente muy cercanos a las necesidades, esperanzas y sufrimientos de tantos hombres y mujeres de quienes nos sentíamos lejanos.
6. Compromiso de cara al futuro
Esta satisfacción, al mismo tiempo que nos enorgullece y nos empuja al agradecimiento debe despertar inevitablemente nuestra responsabilidad y nuestro compromiso de cara al futuro. Entre todos debemos hacer posible que algo tan hermoso siga adelante. Ello depende de nuestra propia fidelidad y por eso de nuestra capacidad de promover nuevas vocaciones misioneras y seguir apoyándolas y valorándolas. En este día del Domund debemos tener un recuerdo especial de los misioneros que trabajan en todo el mundo, pero sobre todo los que trabajan en los países de América. Concretamente del Padre Antonio Diufain que trabaja en Perú, en la Diócesis de Moyobamba.
7. Oración y colaboración económica
Hoy, al recordar a todos nuestros misioneros, debemos sentirnos más urgidos a la oración, porque es la que mejor facilita la comunión y la cercanía. La oración hace que en Dios nos descubramos particularmente unidos todos los que trabajamos en la evangelización del mundo. Esto nos recuerda la obligación que todos tenemos de acoger la llamada misionera que el Señor suscita en el corazón de los jóvenes. Particularmente los padres, los educadores y formadores y los mismos jóvenes deben ser consciente de la responsabilidad que les incumbe a este respecto.
Finalmente, tampoco podemos olvidar las necesidades económicas de nuestros misioneros. Sus necesidades son muchas. Y si todos tenemos obligación de compartir con quienes poseen menos que nosotros en esta situación económica y de paro, hoy aparece ante nosotros los misioneros y las grandes necesidades de los países de misión. Por eso la colecta de este día adquiere un relieve especial, de disposición de voluntad de compartir nuestros bienes con todos los hombres, incluso con los más alejados de nosotros.
8. María, Estrella de la Evangelización
Miremos a la Virgen María como modelo supremo de entrega a la evangelización. Ella orientó toda su vida a comunicar al mundo entero al mismo Salvador. Bajo su mirada y con su ayuda nosotros también estamos invitados a seguir desarrollando el mismo plan de salvación en favor de todos los hombres, anunciando y dando a conocer a Nuestro Señor Jesucristo, y así a responder al grito de muchas gentes: ¡Queremos ver a Jesús!
Reza por vosotros, os quiere y bendice,
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta
Cádiz, 11 de octubre de 2010.
Fuentes:
Obispado Diócesis Cádiz y Ceuta.
Blog Parroquia San García Abad.
Ángel Corbalán
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa tus sugerencias