El Líber
Pontificalis afirma que san Símaco era hijo de un tal Fortunato y que nació en
Cerdeña. Recibió el bautismo en Roma, donde llegó a ser archidiácono del papa
Anastasio II, a quien sucedió en el pontificado el año 490. Pero el día mismo
de la elección de san Símaco, una minoría del clero, que simpatizaba con
Bizancio, se reunió en Santa María la Mayor y eligió papa a Lorenzo, arcipreste
de Santa Práxedes. En la empresa les ayudó, con dinero, un senador llamado
Festo, a quien Anastasio, el emperador de Constantinopla que debía proteger más
tarde a los monofisitas, había pagado para que procurase que el nuevo papa
confirmase el documento imperial conocido con el nombre de «Nenótikon de
Zenón», condenado por su predecesor.
Tanto san Símaco como Lorenzo apelaron al
arriano Teodorico, rey de Ravena, quien zanjó la cuestión en favor de san
Símaco, porque éste había sido elegido antes que Lorenzo y por un número mayor
de miembros del clero. Teodorico aprovechó la ocasión para afirmar que Símaco
«amaba al clero y al pueblo y era bueno, prudente, amable y gracioso». Sin
embargo, la sentencia de Teodorico no puso fin a las dificultades que habían de
perturbar la primera mitad del pontificado de san Símaco.
El nombre del
santo no figura en los martirologios más antiguos, y apenas sabemos algo sobre
su vida. Cuando Trasimundo, el rey arriano, desterró a Cerdeña a muchos obispos
del África, San Símaco les envió dinero y vestidos para ellos y sus fieles.
Todavía se conserva la carta que les escribió para consolarlos y que les envió
junto con algunas reliquias de mártires.
San Símaco fundó tres posadas para los
pobres, socorrió a las víctimas de las incursiones de los bárbaros en el norte
de Italia y rescató a numerosos cautivos. También decoró o restauró varias
iglesias de Roma y construyó las basílicas de San Andrés, de San Pancracio
extra muros y de Santa Inés, en la Vía Aurelia. Según la costumbre de la época,
todos estos hechos se conmemoraron en inscripciones. En una de ellas,
refiriéndose al fin de las dificultades con el antipapa Lorenzo, san Símaco
dice: «Los lobos han cesado de mordernos».
El santo Pontífice murió el 19 de
julio de 514 y fue sepultado en San Pedro.
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