Nació en Fontcouverte, en Languedoc,
(Francia) el 31 de enero de 1587. Sus padres muy fervorosos cristianos y
en muy buena posición económica, lo educaron en la sobriedad y en los
más sanos principios cristianos. De niño sólo llamaba la atención por
sus modales dulces, atento, servicial y muy entregado a cuanto se
refiere a la Iglesia. Nunca se cansaba de estar en ella ni de los rezos
familiares por más que se prolongasen.
En 1610, comienza a frecuentar el
colegio de los jesuitas de Beziers. Tiene trece años. Llama la atención
no por hacer algo raro, sino por hacer todo cuanto estaba mandado
perfectamente bien.
Es el primero en todo: Estudios,
piedad, esparcimientos, pero lo que más gusta a sus superiores y
compañeros es ver que no se lo cree. Es sencillo, humilde, el
compañero más fiel. ¿Dónde encuentra Juan Francisco la fuerza para ello?
En su ferviente amor a la Eucaristía que recibe casi a diario y que
para aquellos tiempos era cosa bastante rara. Su tierno amor a la Virgen
María, a la que acude con amor filial. A su Angel de la Guarda que
hasta a veces parece que le acompaña.
El día de la Inmaculada de 1616
ingresa en la Compañía de Jesús (Jesuitas) como novicio y se entrega
de lleno a formarse en los votos religiosos. Emite los votos y los
superiores lo destinan a que profundice en los estudios teológicos y
filosóficos, en los que también hace maravillosos progresos. Antes de
dedicarse al apostolado, pasa largas horas en oración.
Los superiores lo ven maduro para
dar el paso del sacerdocio y el día de la Sma. Trinidad de 1630 tiene el
gozo de recibir el don del sacramento sacerdotal. Alguien dijo de él
"que no tenía más que a Dios dentro de su alma, a Dios en la boca y a
Dios delante de sus ojos".
Poseía una gracia enorme para
convertir las almas, aun las más alejadas. "Mi vida ¿para qué es sino
para sacrificarla por las almas? ¿Cómo podría probar mi amor a Dios, si
no ofrezco lo que más se estima en este mundo, la salud y la vida? No
me sería grata la vida si no tuviere algo que perder por Jesucristo. Siento un deseo vivísimo de ir a las
mansiones de los iroqueses y ofrecer mi vida por la salvación de
aquellos salvajes".
Agotado de sus apostolados, volaba al cielo el 26
de diciembre de 1640
Oremos
Señor Dios todopoderoso, que nos
has revelado que el amor a Dios y al prójimo es el compendio de toda tu
ley, haz que, imitando la caridad de San Juan Francisco Regis, seamos
contados un día entre los elegidos de tu reino. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo.
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